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viernes, 3 de noviembre de 2023

Crecimiento, empleo y salarios: 2018-2024: un balance temprano del sexenio.

Crecimiento, empleo y salarios: 2018-2024: un balance temprano. Saúl Escobar Toledo Durante los primeros cuatro años del sexenio actual, entre el cuarto trimestre de 2018 y el de 2022, de acuerdo con los datos del INEGI, el crecimiento de la economía mexicana, medida por el índice del Producto Interno Bruto (PIB), fue casi nulo ya que apenas alcanzó un 0.08%. Si tomamos en cuenta los datos anualizados, en 2022 todavía no se alcanzaban los niveles de 2018, y se presentaba un decrecimiento de -0.9% aunque superaba los de 2017 en 1.3%. Se trata de cifras que muestran, sin duda, que la economía mexicana no creció en los primeros cuatro años del sexenio. Este fenómeno se explica por varias razones, desde luego por el trauma de la pandemia que impactó principalmente 2020 y 2021. También por la situación internacional y los problemas que se presentaron: primero el freno de las actividades en todo el mundo, después la interrupción de las cadenas de abastecimiento (refacciones y materias primas), y luego la inflación y el aumento de las tasas de interés. Otro asunto que ha pesado tiene que ver con la política económica ya que se optó por la moderación y la estabilidad para no poner en riesgo la balanza de pagos y evitar una devaluación de nuestra moneda. El “supero peso” ha sido entonces resultado de una administración conservadora de la economía y refleja, paradójicamente, la ausencia de medidas suficientes y oportunas para reanimar el aparato productivo. Ahora bien, si nos fijamos en el comportamiento por sectores entre 2018 y 2022, vemos que el sector primario (agricultura) fue el que creció más (8.8%); el sector secundario, por su parte, tuvo un comportamiento negativo (-1.25%) y en cambio, las actividades terciarias (servicios) crecieron en un 0.38%. Sin embargo, hay que recordar que, sin tomar en cuenta los impuestos, las actividades primarias representan una porción muy pequeña de la actividad económica (4.2%) en tanto que el grueso de éstas se ubica en los servicios (59%) y en la industria y la minería (32%). Las expectativas para este año, 2023, apuntan a una cifra más optimista. El FMI, en su Panorama Económico Mundial de octubre de 2023, proyecta un crecimiento para nuestro país de 3.2%. Las proyecciones del Fondo en realidad observan una mezcla de optimismo y pesimismo. Calcula el crecimiento mundial para 2023 en 3.0% y de 2.9% en 2024. Sin embargo, para Estados Unidos, las cifras serían de 2.1 y 1.5% respectivamente, aunque para la zona euro, por el contrario, las proyecciones son de 0.7 y 1.2% sobre todo por la recuperación de Alemania que saldría de la recesión. Para China en cambio, el panorama es menos optimista: 5 y 4.2%. Para México, del 3.2 ya señalado para 2023 pasaría al 2.1% en 2024. El próximo año creceríamos por debajo del promedio mundial, aunque por encima de EU. En resumen, en el sexenio de AMLO la economía (PIB) alcanzará quizás un crecimiento de alrededor del 5%, es decir un promedio anual de 0.8% gracias al repunte de 2023 y en menor medida 2024. Justificado por la crisis de la pandemia, pero muy lento en comparación a otros países que se recuperaron antes de 2023. Las razones que ofrece el FMI para calcular sus proyecciones para 2023 y 2024, se basan por un lado en un consumo e inversión más dinámicos que en el pasado, pero igualmente, advierte que factores como la política monetaria (tasas de interés elevadas) y un crecimiento más lento de la economía estadounidense podrían frenar nuestro crecimiento. Agrega que la situación podría mejorar si nuestro vecino del norte tuviera una expansión mayor de la prevista, o el gasto público en México ( y el déficit fiscal de 5% del PIB) dieran por resultado un efecto multiplicador en la economía mayor a lo observado. En sentido contrario, señala, pueden presentarse una caída de las inversiones por razones políticas; un aumento de las tasas de interés en las economías desarrolladas y en México; o un retraso en las obras de infraestructura más importantes. A nivel mundial, lo que parece explicar esta mezcla de pesimismo futuro y optimismo presente reside, particularmente, en la incertidumbre. Uno de los factores más importantes de esa perplejidad se encuentra en los riesgos geopolíticos que, por supuesto, con el grave conflicto entre Israel y Hamás se han agudizado todavía más. Ya había una situación delicada debido a la guerra en Ucrania y a las tensiones entre China y Estados Unidos. La geopolítica está jugando un papel preponderante, a diferencia de las últimas décadas. Sin embargo, de acuerdo con algunos estudios, los realineamientos y conflictos mundiales podrían tener efectos adversos en el comercio y el crecimiento mundial ya que los nuevos flujos podrían no compensar la contracción que se presentaría por los menores intercambios, principalmente, entre China y Estados Unidos. Por lo pronto, esos reacomodos favorecen a México. El llamado “nearshoring” se ha reflejado en el caso de nuestro país en un aumento en la inversión extranjera que podría a llegar al 5% del PIB de acuerdo con cifras de la Secretaría de Economía de México. Las importaciones de EU provenientes de México pasaron de 7% en 1994 hasta más del 15.5% (enero-junio de 2023, datos del Departamento de Comercio de EU). Ahora bien, a pesar de la marcha lenta de la economía en los primeros cuatro años del gobierno de AMLO, la ocupación y los salarios tuvieron un comportamiento menos negativo. Si medimos el primer rubro con el concepto de “brecha laboral” la cual incluye la desocupación abierta; los subocupados; y las personas que no buscan un trabajo, pero estarían dispuestas a aceptarlo debido a que necesitan esos ingresos, ésta representó alrededor del 18% a finales de 2018 y en marzo de 2023 fue de 17.5%. Un progreso pequeño que, no obstante, resultó mejor que el comportamiento de la economía en su conjunto. Por su parte, el desempeño económico más elevado durante este año, comparado con el periodo 2018-2022, se ha reflejado en mejores cifras en materia de ocupación. Entre septiembre de 2022 y 2023, se observó una disminución de la tasa de desocupación de 3.3 a 2.9%, aunque la tasa de subocupación aumentó de del 7.9% al 8.2%. La disminución observada se debió, principalmente, a la incorporación de más de 2 millones de trabajadores asalariados. El sector servicios tuvo un incremento de 1 millón 700mil personas ocupadas. Por su parte, la agricultura se redujo en casi 600 mil personas casi todos trabajadores por cuenta propia, en tanto que en la industria manufacturera se crearon más de 400 mil puestos de trabajo. Dentro del sector servicios destaca el comercio con una cantidad similar a la manufactura. Los micronegocios y pequeños establecimientos aumentaron la ocupación en casi 700 mil personas y los medianos y grandes con un aumento de más de 660 mil. Sin embargo, hay otro elemento que hay que tomar en cuenta: en la medida en que la economía se fue recuperando, todas las modalidades del empleo informal (por cuenta propia, empleo en empresas familiares o en puestos laborales sin seguridad social) también se expandieron. En septiembre de 2023 se observó una tasa de 54.3%, particularmente alta en el caso de las mujeres (55.2%). De esta manera, la mayoría de los trabajadores mexicanos laboran en condiciones vulnerables: carecen, en su mayoría, de seguridad social, estabilidad laboral y reciben ingresos muy reducidos. En otras palabras, la ocupación ya superó los niveles previos a la pandemia; sin embargo, a pesar de la mejoría observada incluso en 2023, su estructura fundamental se mantiene de manera muy similar a la que ha presentado en el último decenio: seguimos arrastrando las brechas de desigualdad entre trabajadores formales e informales; entre hombres y mujeres; entre las distintas regiones del país; y con un nivel de desempleo juvenil elevado, pues más de la tercera parte de las personas sin ocupación tienen menos de 24 años (35.1%). En materia de salarios, el mínimo aumentó de diciembre 2018 a septiembre de 2023, en 85.9 % en términos reales (descontando la inflación, según el Banco de México) en la mayor parte del país, aunque en la franja norte el aumento real fue de 180%. Una recuperación notable que, sin embargo, no ha alcanzado los niveles de 1976 cuando tuvo su máximo histórico. Para ello requeriría aumentar un 75% en términos reales. Por su parte, el salario medio de cotización según registros del IMSS ha tenido un desempeño más modesto, de alrededor del 6%. Además, los salarios contractuales, según datos del Banco de México, en el caso de las empresas privadas, han ganado un o dos puntos por encima de la inflación. En cambio, los trabajadores de las empresas públicas han registrado aumentos mucho menores, tan sólo en 2023 la minusvalía ha sido de entre dos y cuatro puntos porcentuales de su poder adquisitivo. La política de austeridad les ha recortado sus salarios. Debe destacarse que el aumento pronunciado de los salarios mínimos; la regulación de la subcontratación; el aumento en los días de vacaciones pagadas ; y la reforma laboral acerca de la democracia sindical aprobada en 2019, no parecen haber repercutido en una merma del empleo formal. Tampoco hasta ahora el aumento de las cuotas patronales por las enmiendas al sistema de pensiones. Asimismo, la inflación, las altas tasas de interés y la incertidumbre mundial tampoco provocaron un desplome de la ocupación. En cambio, es probable que, en particular, la regulación de la subcontratación y el alza de los salarios mínimos, hayan servido para estimular la economía y una caída más fuerte de la ocupación, en la medida en que aumentaron la demanda agregada. Este balance de luces y sombras debe hacernos pensar en el futuro inmediato. El reto consiste no sólo en “aprovechar” las nuevas tendencias del comercio mundial y los flujos de inversión extranjera (el nearshoring). Reside en cambiar el modelo de crecimiento para que ese fenómeno pueda transformar la estructura de la ocupación, en primer lugar, para abatir las brechas señaladas, sobre todo la informalidad. De otra manera, estaremos reeditando los tiempos del TLCAN durante la década de los 90s y los primeros años del siglo XXI, antes de la crisis mundial de 2007. Además, un verdadero cambio del rumbo económico serviría para prepararnos mejor en caso de que la incertidumbre actual se convierta en catástrofes futuras debido a las tensiones geopolíticas o a la recesión estadounidense. Ese cambio tendría que descansar en por lo menos en cuatro aspectos: una reforma fiscal progresista que grave a los sectores de mayores ingresos (quizás apenas al 1% más rico) y disminuya los impuestos de los que menos ganan; mayor financiamiento de la banca de desarrollo, particularmente a las pequeñas y medianas empresas; una política monetaria orientada al crecimiento y no a la sobrevaluación el peso; una política industrial apoyada en tres pies: inversiones públicas en infraestructura y servicios, incluyendo no sólo aquella indispensable para las empresas (energía, comunicaciones, internet) sino también para el reordenamiento urbano. Una segunda pata, consistiría en su orientación “verde”, para evitar el saqueo de recursos naturales, principalmente el agua; y una tercera, el aumento del gasto en Ciencia y Tecnología.; finalmente, una agenda laboral que consolide las reforma de 2017-2019, la cual necesitará mayores recursos para que las nuevas instituciones funcionen mejor, principalmente los juzgados laborales y los centros de conciliación. Un seguro de desempleo es otra falta que se arrastra desde hace décadas. Asimismo, es indispensable desplegar una red de instituciones estatales en materia de cuidados, especialmente dirigidos a la mujer trabajadora (guarderías, escuelas de tiempo completo, alimentación para menores, etc.). Por su parte, el Congreso tiene varios asuntos no resueltos: la ley para la protección de los trabajadores que laboran para plataformas digitales y la semana de cuarenta horas con dos días de descanso. Dejemos para otra ocasión el tema del sistema de pensiones privado (manejado por las AFOREs) debido a su complejidad. Anotemos, solamente, que el problema no está resuelto. En resumen, se ha observado, en el caso de los salarios, un cambio de tendencia, pero el cambio estructural en materia de empleo no ha llegado y, por lo tanto, la pobreza y la desigualdad siguen siendo una deuda pendiente. saulescobar.blogspot.com Fuentes consultadas Banco de México. Estadísticas Banxico. www.banxico.org.mx Banco de México. Sistema de Información Económica. Producción. Banco de México. Sistema de Información Económica. Laboral. Bureau of Economic Analysis. US Departament of Commerce. (www.bea.gov) Gobierno de México. Secretaría de Economía. Data México. (www.economia.gob.mx) INEGI. INDICADORES DE OCUPACIÓN Y EMPLEO, Subsistema de Información Demográfica y Social. Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).septiembre de 2023 , última actualización, 26 de octubre de 2023. (www.inegi.org.mx/programas/enoe/15ymas). INEGI. Producto Interno Bruto. Cifras desestacionalizadas por grupo de actividades económicas. Base 2018. Variación porcentual. (www.inegi.org.mx/temas/pib). Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Conjunto de datos. (http://datos.imss.gob.mx) FMI. WORLD ECONOMIC OUTLOOK. Navigating Global Divergences. Octubre, 2023

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