Ensayos, libros y notas sobre temas como el empleo, los salarios, las condiciones de trabajo, la economía en México y en el mundo, sobre todo desde una perspectiva histórica
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jueves, 17 de diciembre de 2020
Noticias de fin de año : la agenda laboral de diciembre
miércoles, 2 de diciembre de 2020
Un Estado débil protege poco a la gente
jueves, 19 de noviembre de 2020
Disgustos patronales: la iniciativa de ley para regular la subcontratación
Disgustos patronales
Saúl Escobar Toledo
El pasado 12 de noviembre, el
presidente López Obrador presentó una iniciativa para regular algunas
modalidades de un fenómeno complejo, la subcontratación laboral. De inmediato,
los organismos empresariales cúpula y algunos de sus voceros oficiales y
oficiosos protestaron acremente. La COPARMEX, en un documento público, señaló
que el proyecto “representa una amenaza al crecimiento y a la creación del
empleo formal”. De manera dolosa, aseguró que 4.6 millones de personas ocupadas
bajo esta modalidad están en peligro inminente de ser despedidas. El documento
patronal buscaba también confundir deliberadamente a la opinión pública proponiendo
que la subcontratación se debe “regular, no prohibir”.
Una opinión casi idéntica se puede
encontrar, por ejemplo, en el editorial de Enrique Quintana, director de El
Financiero quien aventuró que, definitivamente, no se contratará directamente a
los trabajadores que hoy están en esquemas de “outsourcing” (término que no
están en la iniciativa ni en las leyes). Opiniones más ríspidas se han
publicado estos días sin faltar alguno que las calificó de “recetas
bolivarianas” es decir, supongo, propias de la Venezuela de Chávez, no del
libertador Simón Bolívar.
Resulta curioso que todos admitan que
se ha abusado de la subcontratación para defraudar a los trabajadores, a la
hacienda pública y a la seguridad social. Sin embargo, Quintana llegó al
extremo de afirmar que estos ilícitos tuvieron un efecto benéfico pues
“permitieron una mayor flexibilidad laboral”. O sea que las leyes pueden
violarse impunemente cuando arrojan un beneficio para las empresas.
La idea de que las normas laborales siempre son,
en general, perjudiciales para la inversión
privada es parte sustantiva de la ideología patronal y del liberalismo. Su
paradigma es que, a mayor libertad de los mercados, incluyendo la compra de
fuerza de trabajo, mayores los beneficios para las empresas y la creación de
empleos. La realidad, no obstante, ha sido distinta. En las últimas décadas, cuando
tal paradigma ha sido hegemónico, hemos observado una dinámica viciosa: la
desregulación ha llevado a la creación de empleos cada vez más precarios y
vulnerables, y a aumentar las ganancias en detrimento de los salarios. Los
ingresos se han concentrado de manera más desigual, a niveles inusitados,
mientras que las condiciones de vida de los trabajadores han decaído en casi
todo el mundo incluyendo los países más desarrollados. Esta desigualdad creciente
ha sido la causa -reconocida por académicos de renombre incluyendo varios
premios Nobel de economía y la CEPAL- de un crecimiento económico inestable e
insuficiente; un descontento social muy amplio; y una polarización política que
incluso ha capitalizado la extrema derecha como en el caso de Trump en Estados
Unidos.
Revisando con cuidado la propuesta
del gobierno, que reforma distintas leyes, principalmente la del trabajo, se
pude observar que busca impedir varias prácticas, aparentemente legales, que en
realidad burlan derechos fundamentales. Primero, los intermediarios que
contratan (y pagan a) trabajadores por una labor que se lleva a cabo en
beneficio de una determinada empresa. Esto es especialmente visible en la
industria de la construcción (que incluso lo destacan en letreros puesto en las
obras) y en el reclutamiento de jornaleros agrícolas. Segundo, más importante, empresas
que son filiales de un consorcio y que administran la nómina de los
trabajadores, pero no realizan ninguna actividad productiva. Los consorcios bancarios,
call centers, hoteles y restaurantes (que no son pequeños o micronegocios) han
sido muy afectos a esta simulación. Tercero, empresas fantasmas que sólo
existen en el papel porque fueron registradas ante notario público con un
domicilio inexistente y que son fachadas para transferir recursos de un lado a
otro y frecuentemente a paraísos fiscales.
Algunas de éstas manejan nóminas y pagos a la seguridad social en libros
de contabilidad con información falsa. En todos estos casos, las empresas
contratantes no se hacen responsables de las obligaciones patronales o las
disminuyen para bajar los costos de las compañías beneficiarias.
En cambio, la iniciativa de ley
permite la contratación de trabajadores por una empresa para que realice o
ejecute servicios u obras especializadas en un establecimiento distinto. Por
ejemplo, las tareas de limpieza y vigilancia; contabilidad y finanzas;
mantenimiento, instalación o creación de equipo y programas digitales (software
y hardware); etc. Ahora, sin embargo, para evitar las simulaciones antes
descritas estas empresas tienen que registrarse ante la Secretaría del Trabajo
para comprobar que realmente hacen lo que declaran. Y se incluye la
“responsabilidad solidaria” que significa que, si la razón social contratante
no cumple con sus obligaciones laborales, la beneficiaria tendrá que cubrir
esas omisiones. Esto resulta muy importante sobre todo en materia de seguridad
social pues es frecuente que los subcontratistas dejen de pagar esas cuotas y
el trabajador y su familia quede sin servicio médico.
Como pude observarse, la reglamentación
propuesta no tiene que afectar la creación de empleos ni aumentar la
informalidad. Lo cierto y comprobable es que muchos de los puestos
subcontratados actualmente son informales como hemos tratado de explicar. Así
que las afirmaciones en este sentido pecan de cinismo y de falta de
responsabilidad social.
El problema del empleo desde luego es
un asunto que se ha vuelto más acuciante debido a la pandemia y las
restricciones impuestas a los establecimientos comerciales y productivos. Para
mejorar la situación actual y una recuperación más rápida, hay que crear y
poner en práctica un conjunto de programas como el seguro de desempleo, una
renta vital focalizada a los trabajadores afectados (sobre todo informales) y
un presupuesto contra cíclico. Pero requiere, asimismo, que no se afecte a los empleados
con salarios y prestaciones reducidas, propósitos que han cumplido sobradamente las empresas que
recurren a las prácticas de subcontratación.
Un mayor poder de compra de la población trabajadora ayudaría sin duda a
una recuperación más rápida.
El paquete de reformas enviado al
Congreso se puede perfeccionar para que cumplan mejor sus objetivos y se eviten
malentendidos. Igualmente, requerirá de la voluntad política del gobierno, el
cual deberá fortalecer la inspección del trabajo y poner de su parte,
predicando con el ejemplo, para que las limitaciones que contiene el proyecto
de ley se apliquen en los gobiernos municipales, estatales y el federal. La
administración pública se ha vuelto también el reino de la subcontratación
simulada y los contratos precarios.
Habría que agregar, finalmente, que los
problemas derivados de esas prácticas nefastas: los abusos de los patrones, la falta de
mecanismos de defensa de los trabajadores y la tolerancia de la autoridad, no
se van a resolver definitivamente con esta iniciativa. Queda pendiente, entre otros,
el asunto de las plataformas digitales que contratan (o subcontratan)
trabajadores y que ofrecen servicios de transporte, de paquetería o de
provisión de alimentos a domicilio solicitados por el internet. Estas empresas
no admiten ninguna responsabilidad laboral ya que no se reconocen como patrones.
COPARMEX y sus voceros sostienen que
“tras la crisis provocada por el COVID-19 las condiciones en el mundo deberán
de tender hacia la flexibilización…” y que, por lo tanto, “debe ser cada vez
más fácil contratar y ser contratado”. Para ellos, los sindicatos, la
negociación bilateral, los contratos colectivos, las leyes y los derechos de
los trabajadores entorpecen el funcionamiento de las empresas y la creación de
empleos. Ahora, como en otras ocasiones, la COPARMEX y sus voceros quieren
resolver la crisis a costa de los trabajadores. La iniciativa propuesta por el
gobierno no apunta en esa dirección. Esas es la verdadera razón de sus enojos.
jueves, 5 de noviembre de 2020
Trabajadores rigurosamente vigilados
Trabajadores rigurosamente vigilados
Saúl Escobar Toledo
Estimado lector, usted, que ya tiene
en sus manos una ejemplar de El Sur, es probable que conozca al triunfador de
las elecciones presidenciales y cuál será la composición del Congreso de
Estados Unidos. Ello, a menos que surja
un conflicto poselectoral, como en el año 2000, cuando se perpetró un fraude a
manos de Jeff Bush, gobernador de Florida, en favor de su hermano George, lo
que provocó un litigio que se resolvió varias semanas después de la fecha
comicial.
El mundo, no sólo Estados Unidos,
están a la expectativa de unos comicios que tendrán un impacto histórico
perdurable. Si Trump lograra reelegirse, la incertidumbre, ya de por sí enorme
por la pandemia y sus efectos, pondría en peligro la recuperación económica a
nivel mundial. Dentro de EU, la inestabilidad social también empeoraría como
resultado de enfrentamientos cada vez más violentos entre las comunidades
negras y los supremacistas blancos. Los esfuerzos por detener el deterioro
ambiental y el cambio climático quedarían estancados, y, en fin, un conjunto de
problemas domésticos y planetarios quedarían a merced de un personaje
imprevisible, mentiroso e irremediablemente corrupto y corruptor. El triunfo de
Biden, el demócrata, no garantiza grandes soluciones, pero al menos un poco más
de transparencia, certeza y estabilidad.
Para México, el resultado podría
impactar en distintos sentidos: la
política hacia América Latina; las presiones por detener la migración
indocumentada; y los vínculos económicos y comerciales entre ambas naciones. Hay,
sin embargo, un asunto especial que merece mayor atención porque ha sido menos
conocido: las relaciones laborales en México.
Para entender el asunto, vale la pena
recordar que la renegociación del TLCAN y la firma del T-MEC dieron lugar a un
nuevo capítulo laboral. En dicho tratado se incluyó el llamado anexo 23-A que
se titula “La representación de los trabajadores en la negociación colectiva en
México”. No hay duda de que dicho anexo fue pactado para tratar de impedir que
en nuestro país se siguieran aplicando los contratos de protección y el llamado
dumping social, es decir, la caída permanente de los salarios y las condiciones
de trabajo de los obreros mexicanos con el objeto de atraer inversiones y
empresas de allá para acá. En función de
esos acuerdos, México se comprometió a reformar su legislación laboral, cosa
que sucedió efectivamente en abril de 2019.
Las enmiendas dieron luz, legalmente,
a un nuevo modelo. El que estuvo vigente
durante más de cien años se basaba en la justicia tripartita (gobierno,
empresarios y trabajadores); éste se apoya ahora en tribunales judiciales. El
viejo orden daba al gobierno la facultad de reconocimiento y control de los
sindicatos; el nuevo se funda en una muy amplia libertad sindical. El esquema anterior
construyó un sistema de negociación colectiva manejado por los empleadores y a
veces por el gobierno en turno: el que se inaugura deja el poder de decisión a
los trabajadores. Por primera vez en mucho tiempo, éstos tendrán la posibilidad
de elegir mediante voto secreto, personal y directo a sus dirigentes y
representantes; y adherirse a la organización que prefieran.
A pesar de estas reformas, la votación del (nuevo) Tratado en
el Congreso de EU fue un asunto complicado que finalmente se resolvió gracias a
la Ley 5430 aprobada el 3 de enero de 2020 por los legisladores
estadounidenses. Dicho ordenamiento incluyó la creación de una Comisión
Interinstitucional de Asuntos Laborales que “evaluará semestralmente en qué
medida México cumple sus obligaciones” relativas a las reformas del derecho
laboral, y “especialmente, si los recursos asignados por México son
consistentes con el compromiso asumido”. La comisión contará con el apoyo de un
Comité Independiente de Expertos Laborales, cuyos 12 integrantes serán
designados por ambos partidos representados en el Congreso (demócratas y
republicanos) y por el gobierno. En el caso de incumplimiento, la comisión podrá
recomendar sanciones de carácter comercial. Se establecerá asimismo una línea directa (hot
line) para los trabajadores mexicanos, y el gobierno de EU deberá
contratar cinco agregados laborales que se instalarán en la embajada de EU en
México y que tendrán la tarea de asistir a la comisión para “monitorear y hacer
cumplir” las obligaciones contenidas en el T-MEC y la ley mexicana.
En síntesis, el Tratado contempla un pesado aparato
burocrático que vigilará las condiciones de los trabajadores mexicanos,
especialmente en industrias como: ensamblado de automóviles; autoparte;
aeroespacial; electrónica; call centers; minería y acero y aluminio.
Esta inspección podrá realizarse in situ, en los centros de trabajo, y
los agregados también estarán en condiciones de recibir quejas directas de los
trabajadores mexicanos mediante una línea telefónica y un sitio de internet
especialmente dispuestos para ello. En caso de encontrar violaciones que no
sean subsanadas, las mercancías producidas en estas empresas serían detenidas
en la frontera sin poder ingresar a EU y Canadá, o bien recibirían un arancel
especial.
Esta maquinaria, legal e
institucional, va a quedar en pie no obstante los cambios políticos que se
produzcan en Washington por las elecciones del 3 de noviembre.
Mientras, en México las cosas cambiaron en más de un sentido:
los efectos de la pandemia y el freno
económico tuvieron una respuesta del gobierno que consistió en mantener su programa
original, previsto desde el año pasado y, además, llevar a cabo un ajuste al
gasto público. Esta política de austeridad se confirmó en el proyecto de
presupuesto enviado al Congreso para 2021.
De esta
manera, el desplome de la ocupación, formal e informal, y de los ingresos de
las familias, no han tenido una compensación, provocando una enorme deuda
social que se reflejará en un aumento de los índices de pobreza y pobreza
extrema. Asimismo, es previsible que la
recuperación económica sea mucho más lenta durante el resto del año y 2021.Esta
situación, sin duda, hará más difícil la negociación colectiva pues
las empresas buscarán (ya lo están haciendo), recortar personal, otorgar menos
prestaciones o congelar los salarios. Además, mientras no se resuelva el problema
sanitario, se corre el riesgo de que la reanudación de actividades provoque más
contagios y muertes como parece que está sucediendo en la industria maquiladora
en la frontera norte del país. Los brotes de inconformidad social dentro y
fuera de los centros de trabajo pueden surgir y extenderse a diversas ramas
económicas.
En estas condiciones, la implementación de la reforma laboral, con la vigilancia
y en algunos casos la inspección directa de personal estadounidense podría ser
causa de disputas y controversias. Aunque el tinglado armado por demócratas y
republicanos no se va a modificar, gane quien gane la presidencia, probablemente
habría una diferencia notable en la manera de aplicarse. Si el triunfador fuera
Trump, es probable que la supervisión pudiera ser más tolerante con las
empresas o utilizarse como mecanismo de chantaje para obtener otras ventajas. Y
si ganan los demócratas, la presión de los sindicatos de ese país podría ser
mayor para que el “monitoreo” de nuestro país se cumpla eficaz y puntualmente.
De cualquier manera, es evidente que urge una acción decidida del gobierno de la
república y el poder legislativo mexicanos para frenar la pobreza y el
desempleo, proteger a los trabajadores y reanimar la economía con los menores
peligros sanitarios posibles. Sólo de esta manera se
podrá fortalecer la capacidad de negociación de los trabajadores.
El futuro de la reforma laboral no puede depender
de la presión de Estados Unidos sobre México. Aún si admitiéramos que las
intenciones son loables, los trabajadores mexicanos no pueden convertirse en
piezas de un mecanismo al servicio de un país extranjero: nada más y nada menos
que la nación más poderosa del mundo.
saulescobar.blogspot.com
miércoles, 21 de octubre de 2020
El presidente Cárdenas y el movimiento obrero
El presidente Cárdenas y el movimiento obrero
Saúl Escobar Toledo
El lunes 19 recordamos al General Lázaro Cárdenas por el
cincuentenario de su fallecimiento. Valga la ocasión para ofrecer al lector
algunas notas sobre su política laboral, misma que hoy deberíamos volver a
analizar con cuidado para reflexionar sobre los problemas actuales.
En cierto sentido, la presidencia de Cárdenas no empezó el 1º de
diciembre de 1934 sino el 12 de junio de 1935 cuando el Sindicato Mexicano de
Electricistas (SME) invitó a las organizaciones sindicales más importantes a
discutir la situación creada por las declaraciones del expresidente Calles,
llamando a reprimir las huelgas que habían tenido lugar en los primeros meses
del sexenio. A esta convocatoria asistieron la CGOCM (Confederación General de
Obreros y Campesinos de México); la CSUM (Confederación Sindical Unitaria de
México), y varios otros gremios importantes como el Minero. Poco después, decidieron
constituir el Comité Nacional de Defensa Proletaria (CNDP), un frente que tuvo
como propósito unificar a los trabajadores, fortalecer sus luchas, apoyar la
política laboral del presidente y evitar que prosperara la reacción callista.
Muchos sindicatos que formaron el Comité venían de una ruptura
con la CROM (Confederación Regional Obrera Mexicana), la cual se había
convertido en un organismo de control antidemocrático y corrupto bajo el
liderazgo de Morones y la protección de Calles. También, de una etapa de fuerte
represión contra los sindicatos independientes, en particular contra la CSUM,
dirigida por militantes del Partido Comunista. De esta manera, en los inicios
de los años 30s se desataron varias huelgas y movilizaciones y surgieron nuevos
sindicatos como el ferrocarrilero que agrupaba miles de trabajadores. Según
algunos historiadores, a fines de 1934, el movimiento obrero se había
convertido en la fuerza política y social más importante del país.
La creación del CNDP alentó la movilización obrera y a partir de
ese momento estallaron varias huelgas en ramas estratégicas como la petrolera,
minera y en la industria del papel, el cemento y el vidrio. Por su parte, el
presidente Cárdenas defendió el derecho de huelga incluso ante las protestas
patronales, como en el caso de la Vidriera de Monterrey, y manifestó su apoyo a
la unificación de los trabajadores y a sus principales demandas.
La existencia del CNDP y después, en febrero de 1936, la
fundación de la CTM (Confederación de Trabajadores de México), selló en los
hechos una alianza entre el gobierno y el sindicalismo. Este apoyo le permitió al
mandatario consolidar su política laboral, fortalecer su gobierno, excluir al
callismo, y desatar un programa de reformas de gran alcance que, como sabemos
abarcó la reforma agraria, la creación de nuevas instituciones y la
expropiación de los ferrocarriles y la industria petrolera.
Para las organizaciones obreras, la alianza abrió el camino para
su crecimiento orgánico y, sobre todo, para hacer realidad los derechos que ya
estaban plasmados en la Constitución y en la Ley Federal del Trabajo. Durante el cardenismo, se desató lo que
algunos estudiosos han llamado la “revolución contractual”: se pactaron
contratos colectivos de trabajo en muchas ramas económicas, los cuales habían
sido negados por las autoridades y las empresas y habían sido motivo de duras y
a veces cruentas luchas desde los años 20s.
Sin duda, la movilización y la fuerza organizada de los
trabajadores fue un factor muy importante, aunque no el único, para que el
presidente decidiera decretar la expropiación de los ferrocarriles (en junio de
1937) y el petróleo (en marzo del siguiente año). La historia y el desenlace de
estas importantes medidas fue dispareja. La primera llevó, incluso, a que
Cárdenas decidiera, en mayo de 1938, la creación de la Administración Obrera de
los Ferrocarriles Nacionales de México (AOFM), experiencia que tuvo una corta
vida pues en diciembre de 1940 fue echada abajo por el mandatario entrante, Ávila
Camacho. La segunda, en cambio, permitió la creación de una industria pública
que fue un sostén fundamental del desarrollo económico de México hasta la
privatización de ese recurso hace algunos años.
Por otro lado, hay que decir que la independencia y combatividad
del movimiento obrero mexicano se fue perdiendo poco a poco durante los últimos
años del cardenismo. La adhesión de la CTM al recién creado PRM (Partido de la
Revolución Mexicana) poco después de la expropiación petrolera y el poder
ascendente de un grupo oportunista dentro de esa organización (representado por
Fidel Velázquez) junto con los errores de los principales dirigentes, en
particular de Lombardo Toledano y la fracción comunista, permitieron que la
confederación abandonara poco a poco sus principios y se plegara cada vez más a
la maquinaria estatal. Esta situación no acabó con el sindicalismo independiente
que mantuvo una lucha intensa en los siguientes años, pero con una correlación
de fuerzas cada vez más desfavorable. Al final, en 1948, el presidente Alemán
decidió usar toda la fuerza del estado para aniquilar estas oposiciones.
En el caso de los ferrocarriles, una historia menos conocida, Cárdenas
entregó a los obreros la administración de la empresa a pesar de las dudas de
funcionarios de su propio gobierno y de los ferrocarrileros. Fue un experimento
arriesgado y radical que mostró, por un lado, la confianza del presidente en el
sindicalismo y en los trabajadores, y por otra la inexperiencia de estos
últimos. La situación de la empresa ya era muy compleja y difícil desde que,
durante el porfiriato, se había creado una empresa con participación accionaria
mayoritaria del gobierno (en 1908) que nunca pudo despegar bajo las gerencias
posteriores. Sacarla adelante hubiera requerido inversiones masivas, una fuerte
reorganización administrativa y una cultura obrera experimentada en la creación
de cooperativas y en la participación de los trabajadores en la administración
de las empresas. Ninguno de estos elementos se conjugó durante el breve periodo
de la AOFM.
La política laboral del cardenismo y sus consecuencias fueron resultado
de muchos factores, no sólo la voluntad presidencial. Lo que queda claro, sin
embargo, es que el General entendió que la fuerza organizada del movimiento obrero
sería vital para emprender un cambio de rumbo del país. Para lograr su apoyo
dialogó muchas veces con las organizaciones, alentó reformas legales que los
beneficiaban, aceptó y vio con simpatía sus manifestaciones, aunque éstas a
veces interrumpieran servicios tan esenciales como el suministro de energía
eléctrica. Promovió un aumento de los salarios mínimos reales y alentó los
incrementos en los contractuales. Los sindicatos lograron una enorme fuerza de
negociación frente a las empresas.
Ese poder se convirtió después en pilar de un estado despótico y
corporativo que rigió el país desde los años cincuenta. Cárdenas nunca vio con
buenos ojos esas desviaciones y manifestó su oposición, hasta sus últimos días,
de distintas maneras, al rumbo que habían tomados los gobiernos
posrevolucionarios.
El 20 de noviembre de 1970, Cuauhtémoc Cárdenas dio lectura a un
conjunto de reflexiones que había preparado el General poco antes de su
fallecimiento. El texto expresa, entre otras cosas, que:
“Se podría argüir que no es responsabilidad del gobierno sino de
los trabajadores, conquistar la democracia interna en los sindicatos y, en el
caso de los no agrupados, que existen garantías para organizarse de acuerdo con
la ley. Esto sería verdad en la medida que las condiciones de abatimiento
social de los trabajadores dejaran de responder a indebidos privilegios de que
disfrutan sus dirigentes para mantener en la inmovilidad a las masas
organizadas y al hecho de haber dejado en el desamparo a las que no están
organizadas. Hay que considerar que la explotación patronal se ha recrudecido
porque las organizaciones obreras han perdido su independencia…”
saulescobar.blogspot.com
miércoles, 7 de octubre de 2020
La ultraderecha en México protesta
¿Representa la ultraderecha un peligro para México?
Saúl Escobar Toledo
El pasado sábado 3 de octubre miles de personas llevaron a cabo una marcha al zócalo de la Ciudad de México. Su intención consintió en reunir más de cien mil asistentes para forzar la renuncia del presidente de la república. Aunque naturalmente se desató una guerra de cifras, los testimonios de la prensa mexicana dan cuenta de una reunión mucho más pequeña. Fue, no obstante, más numerosa que en otras ocasiones y decidieron ocupar buena parte de la plaza con casas de campaña, lo que da a entender que seguirán con sus protestas.
El lenguaje de sus líderes y simpatizantes se han caracterizado por ser “irracional, vulgar y violento” como señaló Mario Luis Fuentes en un editorial. La expresión más elaborada acusa a AMLO de “comunista” pero su discurso se compone más bien de insultos e imploraciones a la Virgen de Guadalupe. Su insistencia en que el primer mandatario debe renunciar de inmediato no ha generado mucha aceptación en el amplio abanico opositor que incluye partidos políticos, organizaciones de la sociedad civil y escritores e intelectuales que saben que este llamado suena a golpismo y que resulta completamente inviable.
De esta manera, el plantón del llamado FRENAA puede resultar incluso funcional al gobierno pues le da la oportunidad de presumir su talante democrático. El presidente ha prometido no reprimir a los manifestantes y respetar su protesta. Hasta aquí todo parecería ser un brote extremista de ciudadanos inconformes que con el tiempo se irá diluyendo. Sin embargo, el problema puede radicar en que el verdadero propósito de los organizadores sea montar una provocación que pueda derivar en choques con otros grupos civiles. El zócalo es un espacio al que recurren una gran cantidad de contingentes que se manifiestan por diversas causas casi todos los días. Ha habido expresiones muy violentas que e incluso han atentado contra el palacio nacional lanzando bombas molotov y tratando de incendiar las puertas de ese inmueble histórico. De esta manera, no importaría mucho el número real de ocupantes de las casas de campaña. Bastaría una confrontación entre unas docenas de personas por ambos lados para generar un conflicto de consecuencias imprevisibles.
Los partidos de oposición y sus voceros, que se manifiestan en la prensa o en las redes sociales saben que no pueden mostrar una adhesión abierta a FRENAA. Su ambición consiste, como han dicho muchas veces, en formar una coalición muy amplia que les permita ganar la cámara de diputados en las elecciones del próximo año. Intentar derribar a López Obrador con movilizaciones callejeras utilizando un lenguaje tan primitivo, seguramente les restaría votos. Por su parte, los simpatizantes de la 4T saben que pueden organizar una o varias marchas, mucho más grandes, y superar ampliamente a las de la ultraderecha.
Y, sin embargo, el gobierno no debería subestimar la situación. La pandemia y sus efectos han generado desempleo y empobrecimiento de las capas sociales más vulnerables, un escenario que no está siendo respondido correctamente. Tal cosa se demuestra claramente en el proyecto de presupuesto para el próximo año y en un conjunto de medidas, como la liquidación de los fideicomisos. Decisiones que no ayudan a una recuperación económica más vigorosa y con menores costos sociales. La insistencia en una estrategia conservadora que propone reducir el gasto y no admite ni mayor endeudamiento ni aumentar los recursos fiscales ha decepcionado a sectores progresistas: grupos sindicales, de productores agrícolas y de servicios, y organizaciones diversas de la sociedad civil.
Por otro lado, el partido que llevó al triunfo al presidente y a conquistar la mayoría en las Cámaras de Senadores y Diputados, vive una crisis que no es seguro que pueda resolverse en los próximos días con el nombramiento de los principales dirigentes de MORENA. No sería extraño que el conflicto interno se prolongara un tiempo más, debido a las decisiones del Tribunal y al nivel de confrontación interna.
Además, hay varios focos de protesta social, legítima y verdadera, que sienten que no han encontrado las respuestas que se esperaría de un gobierno progresista. Tal ha sido el caso de agrupaciones del movimiento feminista, pero también de otros grupos sociales que se han manifestado por la defensa del medio ambiente y del territorio de los pueblos y comunidades, como en Morelos, Chihuahua y otras localidades del sureste mexicano. Asimismo, habría que incluir la huelga de NOTIMEX que inexplicablemente se ha prolongado por la conducta de la directora de esta agencia de noticias. Algunas secciones de la CNTE han reanudado algunas movilizaciones de protesta.
La principal queja de la oposición partidista se ha basado en lo que han llamado el autoritarismo del presidente y una excesiva concentración de poder. El discurso del primer mandatario parecería darles la razón: reitera a cada momento que cualquier crítica es neoliberal, conservadora o expresión de quienes buscan mantener sus privilegios a costa de la corrupción. Con ello, da a entender que no le interesa el diálogo con todos y que es insensible a cualquier rectificación. Irrita, además, a sectores de la sociedad que lo apoyaron y que esperaban otro tipo de políticas, particularmente en el ámbito económico y social, y que han sugerido la necesidad de modificar algunas líneas de gobierno. Se pierde de vista la diferencia entre quienes reclaman la reparación de injusticias y aspiran a profundizar el cambio, y aquellos que desean la continuidad del estatus quo de los regímenes del PRI y el PAN.
De esta manera un diagnóstico alternativo y la elaboración de propuestas para una mayor justicia social son simplemente condenadas. Se supone que un gobierno progresista se basa no sólo en sus políticas públicas sino también en su capacidad de diálogo, sobre todo con los más castigados por décadas de injusticia, y en su disposición para establecer alianzas con los movimientos sociales. Por ejemplo, en lo que toca a los desaparecidos de Ayotzinapa, el gobierno ha entablado una relación que, aunque con pocos resultados, ha sido apreciada por los familiares de los normalistas desaparecidos. No ha sido así en otros casos. Y, sobre todo, no ha habido ninguna intención para entablar un pacto o acuerdo de largo plazo como el que se ha buscado con los sectores empresariales más poderosos.
La movilización de la ultraderecha no representa un peligro inminente para las instituciones políticas ni para la continuidad del gobierno, pero fomenta un clima que dificulta aún más la interlocución con sectores sociales inconformes y fortalece la figura y el endurecimiento del discurso presidencial.
Y, sin embargo, cabe esperar todavía que la 4T reconozca que este enturbiamiento es un factor de tensión que puede crecer y llevar a confrontaciones indeseadas. Podría entonces aprovechar el radicalismo de la derecha para acercarse a los sectores progresistas, aceptar las críticas y establecer un nuevo trato que haga posible la construcción de nuevos proyectos de cambio. En esta vía, MORENA podría jugar un papel destacado. No sería la primera vez en la historia de México y América Latina que los partidos y gobiernos que se han propuesto romper con un pasado oprobioso, rectifican y cambian sus estrategias. El movimiento que llevó a AMLO a la presidencia viene de una larga historia de lucha. La sensibilidad forjada en esos años debería servir ahora para entender que el poder no radica sólo en los puestos públicos sino, principalmente, en el apoyo y la participación activa de los ciudadanos. Las dificultades actuales, muchas de ellas derivadas de la pandemia y de viejas injusticias, pueden llevar a una creciente incapacidad gubernamental para dar respuesta los reclamos legítimos de la población y, a final de cuentas, a la prolongación de un estado de cosas que ya se ha visto que resulta intolerable.
miércoles, 23 de septiembre de 2020
Un impuesto a la riqueza
Gravar la riqueza: la propuesta argentina
Para Oscar Estrada, que acaba de
partir…
Saúl Escobar Toledo
A finales de agosto de este año
ingresó a la Cámara de Diputados de Argentina un proyecto de ley que pretende
gravar a las grandes fortunas. Según el texto oficial se denomina “Aporte
solidario y extraordinario para ayudar a morigerar los efectos de la pandemia”.
Se trata de un impuesto que se
aplicaría por única vez a las personas que al 31 de diciembre de 2019 hayan
declarado un patrimonio superior a los 200 millones de pesos argentinos (una
cantidad equivalente a entre 2.5 y 3 millones de dólares). La tasa correspondiente
se aplicaría progresivamente hasta quienes posean un patrimonio superior a los
3 000 millones de pesos argentinos (alrededor de 40 millones de dólares). La
cuota mínima sería de 2% y la máxima de 3.5%. Se calcula que los afectados
sumarían alrededor de 12 mil personas.
Si se aprueba la iniciativa, el
gravamen se aplicaría a las personas físicas de acuerdo con la totalidad de los
bienes que poseen en el país y en el exterior, incluyendo las “sucesiones
indivisas” (es decir, ingresos o propiedades obtenidos por herencias o
testamentos). De esta manera, las personas de nacionalidad argentina que tengan
su residencia en países de baja o nula tributación (paraísos fiscales) también
serían consideradoras sujetas a esta ley. El gravamen se aplicaría
exclusivamente a las personas y no afectaría a los bienes o ingresos de las
empresas.
El proyecto de ley señala que, en el
caso de los fondos que se encuentren en el exterior, se incrementaría la tasa
con una fracción alícuota adicional, misma que se dejaría de aplicar si se
repatrian los capitales.
Los proponentes (un conjunto de
diputados afines al gobierno del presidente Alberto Fernández) han proyectado
que se podrían recaudar alrededor de 300 mil millones de pesos argentinos (poco
más de 4 mil millones de dólares). Una cantidad equivalente a la recaudación
tributaria que se obtuvo en el mes de enero de este año (que incluye lo que en
nuestro país sería el IVA, ISR y IEPS, sin las aportaciones de la seguridad
social ni los impuestos al comercio exterior). Estos fondos se destinarían a
equipo médico (20%); subsidios a la micro, pequeña y mediana empresa (20%);
becas para educación (20%); apoyos para habitantes de barrios populares (15%),
y el programa de exploración y producción de gas natural (25%).
Esos cuatro mil millones de dólares
significan algo así como un 0.6% del PIB de esa nación en 2019 y un aumento del
9% del total de los impuestos obtenidos durante todo ese año, o un 5.5% de la
recaudación total.
Como era de esperarse, la propuesta
ha sido rechazada por las organizaciones empresariales argentinas por
considerarlo “confiscatorio” y por “alterar las condiciones de equilibrio de la
oferta y la demanda”. Hay que subrayar que, a fines del año pasado, se había
aprobado otro impuesto, el PAIS (“Para una Argentina Inclusiva y Solidaria),
que grava algunas transacciones en moneda extranjera con una cuota de 30%, incluyendo
la compra de servicios de transporte de pasajeros con destinos fuera del país
por vía terrestre, aérea o acuática, excepto que se trate de naciones
limítrofes por vía terrestre. Se aprobó,
asimismo, un gravamen de 8% sobre la contratación de servicios digitales.
No cabe aquí discutir la viabilidad
política para la aprobación de este “aporte solidario”, ni sus posibles
consecuencias económicas, asuntos que requerirían un examen muy extenso y una
información que sólo puede provenir de fuentes directas. En cambio, vale la
pena subrayar el significado que esta propuesta tiene para las naciones, en
especial de América Latina.
En primer lugar, porque los impuestos
a la propiedad y al patrimonio son muy bajos en el mundo, pero especialmente en nuestra región. Ello, a pesar de que estos
bienes se reparten entre la población mundial y al interior de cada país, de
forma mucho más desigual de lo que lo hacen los ingresos o el gasto en el
consumo privado. Debe señalarse que,
según la OCDE, la riqueza de las personas incluye activos no financieros como
las propiedades inmuebles, autos y joyas; activos financieros (depósitos en
bancos, bonos y acciones); y créditos. En América Latina, además, hay países que
obtienen más recursos por este tributo como Bolivia, Brasil y Colombia y otros
que obtienen cantidades muy exiguas. En México, por ejemplo, apenas tenemos el
predial que se aplica a bienes inmuebles pero su aporte es muy pequeño
(alrededor del 0.3% del PIB). A ello hay que agregar que la recaudación de
todos los tributos es también muy reducida, de tal manera que México carece de
recursos para impulsar el desarrollo y ofrecer mejores niveles de educación,
salud, vivienda e infraestructura.
Agregaríamos que la propuesta alude,
aunque de manera tangencial, a uno de los problemas más serios que enfrentan
los gobiernos del mundo: la evasión fiscal, la fuga de capitales y la
protección que otorgan los llamados paraísos fiscales. Las personas que poseen
cuantiosos recursos, incluyendo aquellos que los obtienen de actividades ilícitas,
gozan de una impunidad sin límites. Un impuesto que grave las fortunas fuera
del territorio nacional puede ayudar a transparentar estos fenómenos
indeseables e incentivar un poco su corrección.
En tercer lugar, porque, en momentos
de crisis, la cuestión central reside en saber quiénes pagarán los costos. En
nuestro caso, éstos los están pagando sin duda los sectores más pobres de la
población, quienes han dejado de recibir ingresos debido a la paralización de
las actividades económicas y a la lentitud de la recuperación. Una mayor
contribución fiscal por parte de los sectores más ricos ayudaría sin duda a
repartir esta carga. No hacerlo sólo puede acentuar la desigualdad.
Cuarto, llamar a la solidaridad de
los más favorecidos es algo más que pedir un gesto piadoso, aunque algo hay de
eso. Significa, sobre todo, recuperar el valor de la política para conducir la
salida de la crisis de manera un poco más equilibrada. Los más ricos hasta
ahora sólo han ofrecido sus buenas intenciones. Si los gobiernos, los poderes
legislativos y los partidos políticos sólo se preocupan por el reparto del
poder y, aún con las mejores intenciones, tratan de velar porque esa disputa se
lleve a cabo con la mayor limpieza y equidad; o buscan un mejor equilibrio de
poderes y que las libertades se respeten, la verdad es que todo ello no basta.
Los poderes estatales tienen más obligaciones que éstas pues dejar a la inercia
de las fuerzas del mercado la recuperación de la actividad económica, la
desigualdad y el aumento de la pobreza es un error que ya hemos sufrido
bastante. La pasividad de las fuerzas políticas y las instituciones frente a
crisis y catástrofes se ha traducido en otros momentos en graves costos
sociales, un deterioro de la democracia y riesgos de mayor violencia.
En estos momentos, el debate en México
parece estar más preocupado por las próximas elecciones legislativas que por la
vida de los mexicanos. La oposición ataca al presidente y éste contesta, pero
la discusión, aunque ruidosa, muchas veces carece de sustancia. La necesidad de
una reforma fiscal ha sido considera como indispensable por distintos actores
de la academia, las instituciones internacionales y uno que otro personaje de
la política. Y, sin embargo, no está en el centro del debate. Un impuesto a los
ricos como se pretende en Argentina puede o no ser aconsejable para México. Hay,
no obstante, una amplia variedad de opciones. El problema es que la gran
mayoría de opinadores y responsables políticos prefieren mirar hacia otro lado.
Creen que su misión consiste en la reyerta verbal con miras a desprestigiar al
otro y tratar de ganar votos. La verdad es que sólo están evadiendo los
problemas principales. Requerimos un debate serio y extenso que nos lleve a
tomar decisiones para reconstruir al país y evitar que sea arrasado por la
pandemia y “los equilibrios naturales de la oferta y la demanda”.
saulescobar.blogspot.com
martes, 8 de septiembre de 2020
La deuda social no reconocida
La deuda que el gobierno no quiere reconocer
Saúl Escobar Toledo
La encuesta nacional de ocupación
y empleo elaborada por INEGI, con cifras actualizadas a julio de 2020, muestra
una mejoría ocurrida en los últimos dos meses. Sin embargo, la situación laboral, comparada
con los datos existentes antes de la pandemia, sigue presentando graves
problemas:
De los 12 millones que salieron
del mercado de trabajo (es decir, de la población económicamente activa) ya
regresaron 7.2; no lo han hecho por lo tanto los otros 4.8 millones (que
necesitan un empleo pero no lo buscan). Además, otra porción muy importante de
la fuerza de trabajo pasó a formar parte de las personas caracterizadas como “ausentes
con vínculo laboral” es decir aquellos trabajadores que no asistieron a sus
centros de trabajo, pero no fueron despedidos. No se sabe si a todos ellos se les han pagado sus salarios y prestaciones
íntegramente y, sobre todo, si esos millones de ausentes algún día volverán a laborar
o serán despedidos definitivamente.
El INEGI registró una población
ocupada de casi 50 millones de personas (49.8); debe destacarse, no obstante,
que el aumento entre junio y julio correspondió al género masculino, con un incremento
de 2.2 millones de personas al mismo tiempo que hubo una reducción de 750 mil
mujeres.
A lo largo de estos meses, uno de
los sectores más golpeados ha sido el de los trabajadores por cuenta propia: se
quedaron inactivos un 20% en abril; 16% en mayo; 10% en junio y ya apenas un 2%
en julio. Los empleados no remunerados (que sólo reciben propinas o pagos en
especie) también fueron muy afectados: se quedaron sin ocupación el 21% en
abril, aunque en julio estaban casi todos laborando.
Si medimos el fenómeno tomando en
cuenta los informales (que laboran por cuenta propia o al servicio de un
patrón), las cifras son más dramáticas: en abril dejaron de laborar 10
millones, en mayo 8, en junio 5, en julio todavía 3 millones. Si acumulamos
todas estas cifras nos da un total de 26 millones, lo que daría una idea de los
días/trabajador perdidos en estos últimos meses y los ingresos que no fueron
percibidos. Algunos perdieron sólo un mes, otros dos o tres, y todavía en julio muchos no recibían ningún recurso.
La parálisis ha afectado sobre todo al género femenino, pero la suma de
damnificados es impresionante.
Por su parte, la tasa de
desocupación abierta fue de 5.4% en julio, la mismo que el mes pasado, lo que arroja
una cifra de 2.8 millones de personas. Aquí, otra vez, la tasa es más alta en
mujeres que en hombres (6.3% vs 4.8%). Por edad, los más afectados han sido las
personas que tienen entre 24 y 44 años las cuales representan más del 50% del
total. Hay que subrayar que esta tasa ha aumentado, no disminuido, pues
representaba el 4.7% en abril.
Más grave aún, la tasa de subocupación,
aunque se redujo en julio respecto al mes anterior, es todavía de 18.4%. Ello representa
un aumento de 3.21 veces en abril; 3.78 en mayo; 2.75 en junio y 2.45 en julio
respecto al promedio histórico previo a la pandemia. Lo anterior quiere decir
que las nuevas ocupaciones se han vuelto más precarias, inseguras, peor pagadas
y seguramente muy mal protegidas.
En síntesis, tenemos varios problemas.
El daño causado por la parálisis económica y la pandemia: 1) afectó severamente
a los asalariados formales que fueron despedidos y no han encontrado otro empleo
(se encuentran en desocupación abierta), o no han asistido todavía a su centro
de trabajo y viven en la incertidumbre, o se han refugiado en la subocupación
(perdiendo ingresos y prestaciones). Y 2) a los trabajadores por cuenta propia,
a los informales y a los que laboran sin remuneración, los cuales sufrieron una pérdida considerable de sus jornales
durante estos meses.
Todo este perjuicio ya fue
causado y nada está previsto hasta ahora para reponerlo. Se trata de una deuda social
de grandes dimensiones. La reparación de este boquete inmenso en la economía de
las familias mexicanas no se soluciona con los programas sociales que ya
estaban previstos. No es posible que la pensión para adultos mayores o los
apoyos para personas con discapacidad sirvan para sostener a toda una familia; o
que las becas para estudiantes se destinen a reponer las retribuciones perdidas
por la falta de trabajo.
Por ejemplo, el programa para la
pensión de adultos mayores, el cual tiene los recursos presupuestales más
cuantiosos y abarca a un mayor número de personas. La cantidad de dinero
entregada no sólo resulta hoy insuficiente (12 401 pesos por adulto mayor entre
enero y junio de 2020, alrededor de 2 mil pesos mensuales según el II Informe
presidencial). Además, esta ayuda que debería servir para dignificar al beneficiario
y darle una mejor calidad de vida, se convirtió, en ocasiones, en un recurso que
se le sustrajo para sostener al resto de la familia.
Sin duda, el daño causado, los
ingresos que no han sido repuestos, llevará a un aumento de la pobreza (entre
marzo y mayo aumentó el número de pobres de 36 al 55% según CONEVAL). La desigualdad
también habrá aumentado pues la masa salarial, según algunos estudios, sufrió una
caída de entre 6.6 y 13.8% en el segundo trimestre del año calculado
anualmente. Ello se ha traducido, naturalmente, en una disminución del consumo privado
de alrededor del 20% comparativo anual (aún con el repunte de junio y julio).
Un país con una mayor pobreza y
más desigualdad no puede ser un resultado deseable para un gobierno que se
propuso exactamente lo contrario. Sobre todo, porque frente a estos fenómenos,
el gobierno no se ha propuesto ninguna acción especial.
Por otro lado, la disminución de los
haberes que han sufrido las familias apunta a una recuperación económica más
lenta debido a la caída del poder de compra. El aumento de los salarios mínimos
y contractuales no han podido remediar estas pérdidas y seguramente no lo harán
en lo que resta del año debido a la magnitud del frenazo económico.
El presupuesto 2021 representa
una oportunidad para resarcir algo de lo que las familias mexicanas han perdido;
para prevenir que sigan empobreciéndose y para estimular una recuperación
económica más rápida. Se ha argumentado que un crecimiento de los pasivos del gobierno
puede resultar perjudicial para un mañana indeterminado. Sin embargo, no se quiere reconocer que el
estado mexicano ya contrajo una deuda con millones de familias que han perdido
sus ingresos desde marzo de este año, muchas de las cuales siguen sin recibir
alguna remuneración por su trabajo. Encontrar una fórmula para pagar esta deuda
social y al mismo tiempo evitar una crisis financiera en el futuro no es
imposible, ni es una disyuntiva sin salida.
A su vez, la posibilidad de una
reforma fiscal progresiva que sirva para pagar esa deuda social y para una
reactivación económica más vigorosa, tampoco pude descartarse por razones
políticas (las elecciones de 2021 o el temor a una reacción negativa de un
sector privilegiado). Lo más sorprendente es que hay una iniciativa de ley para
reformar el sistema de pensiones que justamente propone un aumento de las
contribuciones patronales y requerirá un mayor gasto público. Ello equivale a
un aumento de impuestos y un incremento de la deuda del gobierno federal. ¿Cómo
entonces se niega cobrar un mayor tributo a los más ricos y prósperos, y se
propone un esquema para favorecer a las AFORES, empresas que se han beneficiado
de los ahorros de los trabajadores?
Una mayor reducción del gasto y
la inversión pública (lo que ahora llaman austeridad) sólo puede tener como
resultado que, una vez más, el costo de la crisis la tendrá que pagar la gran
mayoría de la población. Sus consecuencias serían igualmente negativas para la
producción, el consumo y la prosperidad del país.
El gobierno y sus propósitos de transformación,
la 4t, tiene que enfrentar la cuestión más importante de todas: darles a los
mexicanos la oportunidad de superar esta crisis con las menores pérdidas
posibles. Si no lo logra, toda su arquitectura quedará prendida de alfileres. Y
puede convertirse en un mero ejercicio retórico.
saulescobar.blogspot.com
miércoles, 26 de agosto de 2020
La denuncia penal del Sr. Lozoya: un comentario
El testimonio del señor L.
Saúl Escobar Toledo
La “denuncia de hechos posiblemente
constitutivos de delito” presentada por el Sr. Emilio Lozoya al Fiscal General
de la República en contra de Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón Carlos Salinas
de Gortari y otras personas más se difundió profusamente en los medios de
comunicación y las redes sociales. El debate que provocó se ha concentrado casi
exclusivamente en sus efectos políticos y jurídicos. Se ha destacado así la
corrupción reinante en los sexenios anteriores y la posibilidad de que expresidentes,
funcionarios públicos y legisladores implicados sean llamados a declarar y
hasta puedan ser sujetos de sanciones penales. El documento parece confirmar la
idea de que la corrupción es el principal problema de México y la necesidad
imperiosa de su erradicación, tal como lo ha planteado muchas veces el
presidente López Obrador. Sin duda, desprestigia también a la oposición
representada por el PAN y el PRI.
Sin embargo, el escrito del Sr. L.
puede ser revisado como un testimonio histórico que retrata una etapa de la vida de México. Más allá de
las anécdotas, los nombres y su valor jurídico presente o futuro, la denuncia del
ex director de PEMEX nos describe un régimen político que tiene las siguientes
características:
1. El punto central de la trama reside
en que un grupo de empresas y empresarios, encabezados por el consorcio
Odebrecht sobornó y de esa manera doblegó al gobierno de México y al poder
legislativo para servir a sus intereses. Un mecanismo que comenzó en el
gobierno de Calderón y culminó en el de Peña Nieto con la aprobación de la
llamada reforma energética.
2. El esquema de sobornos recorría un
circuito preciso: la empresa extranjera depositaba millones de dólares en la
cuenta de una empresa que era propiedad de un funcionario público. Tanto la
empresa que hacía el depósito como la que lo recibía eran fantasmas (sólo
existen legalmente en el papel, pero no realizan ninguna labor gerencial o de
cualquier otra índole) y declaraban como residencia un paraíso fiscal. Una vez
que el funcionario recibía el dinero en su cuenta bancaria, lo retiraba para
depositarlo en otra empresa fantasma de su propiedad, también en un paraíso fiscal,
o lo retiraba en efectivo para sobornar a otras personas (legisladores, funcionarios,
dirigentes de partidos políticos). En el caso del PRI, el documento hace
sospechar que los depósitos a cuentas de consultores extranjeros eran, igualmente,
empresas fantasmas que ocultaron a los verdaderos beneficiarios, probablemente
funcionarios públicos, ya que no expedían facturas o lo hacían “por un servicio
distinto”.
3. A cambio de estos sobornos, las
empresas extranjeras y nacionales conseguían contratos que las beneficiaban
enormemente ( Etileno XXI, Grupo Higa,
Agronitrogenados, etc. ) y que diputados y senadores tanto del partido oficial
como de la oposición (particularmente el PAN) aprobaran leyes en las que estos
empresarios influyeron (no se sabe si en su redacción o en sus fines generales)
y que eran muy importantes para ellos pues les abrían nuevas oportunidades de
inversión y, se entiende, de negocios turbios.
4. El mecanismo fue tan eficaz que,
según el señor L., Odebrecht no sólo logró contratos sino literalmente “doblegar
al presidente de la república y al estado mexicano” por lo menos en materia
energética. Este servilismo llevó a abusos de poder y corrupción extremos y a
una asociación que el declarante califica como “si se tratara de crimen
organizado”. Un “aparato organizado de
poder para obtener beneficios que afectaron la soberanía de México sometiéndolo
a personas y grupos nacionales y extranjeros”,
Documentos como el que comentamos
deben ser tomados con mucha cautela. En muchos casos faltan a la verdad por
distintas razones: aún con la mejor intención los testimonios se basan en la
memoria y ya se sabe que ésta es frecuentemente débil y lo es más en la medida
en que pasa el tiempo. Muchas veces recordamos cosas que no sucedieron tal cual
las imaginamos o las contamos aun cuando se trate de hechos particularmente decisivos
de nuestra biografía. Pero los dichos de una persona pueden ser aún más
discutibles cuando se busca una ventaja personal: en el asunto que nos ocupa, que
la fiscalía le proporcione al denunciante “una salida alterna respecto a los
procedimientos que hay en mi contra y en contra de mi familia”.
Por otro lado, los historiadores
saben que un testimonio no sólo describe la realidad que el narrador ve:
también retratan a la propia persona que la cuenta. Al leer la denuncia, el
señor L. se describe a sí mismo como una persona fácilmente manipulable;
obediente al punto de la ignominia; temeroso de faltar a las instrucciones de
sus jefes; y que sólo en este momento, años después de los acontecimientos, se
da cuenta de la gravedad de los hechos. Se describe como una persona que acepta
sobornos sin ningún remordimiento o justificación. Dice por ejemplo que en 2012
Odebrecht prometió aportar 4 millones de dólares de los cuales 2.5 serían para
la campaña del PRI y “recordemos (sic) que el 1.5 restante fue para mí”. Y,
finalmente, se pinta como un arribista que llega a la dirección de PEMEX por
invitación del presidente “dada mi experiencia en el sector privado, aunque yo
no conocía bien ni a Peña Nieto ni a Luis Videgaray”.
La lectura del escrito del Sr. L. me
recordó a Hanna Arednt y sus observaciones sobre el juicio a Eichmann, acusado
de millones de asesinatos de judíos bajo el nazismo. Su contacto personal con
el acusado le impresionó “por su superficialidad …Los actos fueron terribles
pero el responsable era totalmente corriente, del montón, ni demoníaco ni monstruoso.”
El Sr. L. quiere verse reflejado en su
propia narración de una manera similar: como una persona que recibe
instrucciones y las cumple; ni el único culpable ni completamente inocente. Una
persona cuyos rasgos también podrían definir a Enrique Peña Nieto: un político
advenedizo, oportunista, superficial, sin más motivaciones que enriquecerse a
toda costa; ni muy inteligente ni extremadamente estúpido; sin ideas que lo distingan,
pero capaz, medianamente, de repetir un discurso.
En fin, el documento del Sr. L, nos
plantea la existencia histórica de un régimen que utiliza el poder para el beneficio
de intereses privados, aunque, a diferencia del pasado (los años dorados del
PRI), es sometido por ellos. Un sistema
político que existe en muchas partes del mundo y que se caracteriza, en
consonancia con los tiempos neoliberales, por su obediencia, casi exclusiva, a los
grandes consorcios mundiales. Un sometimiento que vive y se reproduce gracias a
la impunidad financiera y fiscal y permite que grande sumas de dinero negro
circulen por todo el mundo cobijadas por empresas ilegales, bancos piratas y
refugios fiscales que no rinden cuentas a nadie. Una forma de gobierno que se puede
justificar con teorías muy elaboradas sobre la libertad de los mercados pero
que, al final de cuentas, se reduce a la gestión de políticos advenedizos que
encuentran en los grandes consorcios privados la razón y motivo del ejercicio
del poder del estado.
Por ello, el problema de la
corrupción no reside solamente en los controles y castigos de la clase política
sino sobre todo en la impunidad de las grandes corporaciones. El escrutinio y
transparencia de las empresas privadas resulta tanto o más importante que la de
los entes de la administración pública.
El testimonio del Sr. L fue elaborado
sin duda para obtener una ventaja personal. Sin embargo, hay que reconocer que describe una
situación que en México y en otras partes del mundo se ha vuelto normal y ha
privado a los ciudadanos de una democracia real, un estado que los proteja, y
una economía más equitativa. Es el sistema impuesto por el 1% más próspero que
ha logrado concentrar la riqueza y el ingreso mundial en proporciones
inimaginables.
saulescobar.blogspot.com
lunes, 17 de agosto de 2020
Una agenda mínima (y urgente) para proteger los empleos
Revista Economía UNAM. Colaboro con un artículo: Una agenda mínima (y urgente) para proteger los empleos. A minimal (and urgent) agenda to protect jobs
Aquí pueden bajar mi contribución y todos los trabajos de la revista dedicada a la crisis provocada por la pandemia.
http://revistaeconomia.unam.mx/index.php/ecu/article/view/567/600
Call for urgent change of the Mexican Economic Policy (published in http://www.ipsnews.net/2020/08/enough-not-enough-call-urgent-change-mexican-economic-policy)
Enough is not enough
Call for urgent change of the Mexican Economic Policy
Saul Escobar Toledo
A group composed by women and men, called Nuevo
Curso de Desarrollo (New Course for Development) based at the National
University of Mexico recently published a document to propose a set of measures
to change the current economic policy in Mexico. This proposal responds to a
diagnosis of the current situation: at this point of the year, the serious
social damage inflicted by the health and economic crisis can already be observed.
As we know, in Mexico as in many other countries, there was a great economic
disruption caused by COVID. Millions of
people ceased to receive income from their work. However, the Mexican
government has not carried out sufficient support measures to compensate for
these losses. The result is easy to guess: many households have been rapidly
impoverished. It is estimated that between 10 and 16 million people in April earned
much less to the point of not being able to acquire the basic food basket , a
situation that has continued for many of
them during May, June and July. And while it is true that more and more workers
are returning to their jobs, the losses caused have not been repaired.
The lack of support has led many people to
abandon their confinement to seek an income for their sustenance. This, in
turn, puts the population in greater danger. The Group considers that this
dynamic can be corrected: contain the
pandemic, protecting sources of employment and revive the economy are goals that can be achieved at the same time,
they are not necessarily contradictory.
The paper recognizes the progress made before
the health crisis: there was a significant increase in minimum and contractual
wages; the right to a basic pension for the elderly was expanded; and support
was extended to other vulnerable groups.
But the situation changed dramatically, and yet the economic policy did
not.
This situation - says this group - must be
corrected. Therefore, an emergency strategy is urgently needed for the
remainder of 2020 and for 2021. This new course could return some of what
families have lost and, above all, make economic reactivation faster.
Since existing social programs are no longer sufficient,
immediate action is required to protect formal workers who have become
unemployed or underemployed, and informal workers who have not got no income at
all.
The Group emphasizes that the reactivation of
the economy cannot rest solely on the dynamics of the market. Both private
consumption and investment will grow very slowly if there is no determined
action from the state. That is, if there is no strong fiscal impulse. So, it is
necessary, and it is now more urgent to launch a program to expand public
spending. This means increasing the
public deficit for 2020 and prepare a larger budget for 2021.
Financing of public expenditure can be covered
by the flexible credit line of low cost available in the IMF and also by the Central
Bank. Additionally, the banking system
can cooperate with the recovery by granting more credit to companies and
individuals and to support the government.
Higher public spending should not necessarily become an unpayable debt
and an unbearable burden for future generations.
In addition, it is required to carry out a set
of legal reforms to implement unemployment insurance; a basic income for the
poorest and most affected ; and the strengthening of development banks
(strangely frozen today), as well as an industrial and regional policy that
does not rely solely and passively on the supposed benefits of the trade
agreement with the United States and Canada.
Additional borrowing should be seen as
transitory and confined to overcome the emergency. Therefore, the document
says, a tax reform cannot be postponed. A reform that lays the foundations for
a new inclusive and sustainable economy. The undeniable political strength of
the president of the republic, granted by elections that took place in 2018,
must and can serve to achieve this agreement.
The government can presume that, despite the
adversity, there is a balanced budget. But what good is that when inequality
and poverty are exacerbated? The Mexican state and, first of all, the federal
government have to recognize that there is a debt more important than the one
recorded in public finances. And that is the income losses suffered by millions
of Mexicans, losses that may last many months more.
If anything has been learned from the crises of
capitalism in the last hundred years, it is that the laws of the market cannot
be trusted. It is, then, time for politics, for decision-making, for a change
of the economic course.
Note: The complete list of members of the Group
and their publications are available at:
http://www.nuevocursodedesarrollo.unam.mx
Saul Escobar Toledo, Economist, Professor at
Department of Contemporary Studies in INAH (National Institute of Anthropology
and History, México) and President of the Board of the Institute of Workers
Studies “Rafael Galvan” (IEORG) a non-profit organization. His recent work :
“Subcontracting: a study of change in labor relations” will be published soon
by Friedrich Ebert Stiftung, Mexico City.