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jueves, 3 de noviembre de 2022

La confrontación Estados Unidos - China : el control de la tecnología

La Guerra (tecnológica) entre China y EU ya empezó; y México está involucrado. Saúl Escobar Toledo Hace unas cuantas semanas, en el mes de octubre, el gobierno de Estados Unidos decidió tomar un conjunto de medidas que, según diversos analistas, busca “aniquilar” la industria china de alta tecnología: 1) Prohibir las exportaciones al país asiático de chips especializados para la inteligencia artificial; o de equipo para fabricar esas piezas; 2) Restringir la exportación de equipos para manufacturar semiconductores; 3) Prohibir, con base en una nueva lista, a las compañías chinas que no tenga una licencia especial otorgada por el gobierno, comprar productos elaborados en EU. Hay que advertir, además, como señala Matthew Iglesias, un periodista especializado en asuntos económicos egresado de Harvard (https://www.slowboring.com) que para fabricar chips de tecnología avanzada se requiere el conocimiento (know how) y el equipo especializado para ello. El conocimiento descansa sobre todo en las cabezas de los ingenieros que laboran para las compañías que fabrican esas refacciones. Ahora, los nuevos controles a la exportación contienen también una regla específica que prohíbe a ciudadanos estadounidense trabajar en la industria de semiconductores de China. Noah Smith, profesor de economía de la Universidad de Michigan, al comentar estas medidas, (https://noahpinion.substack.com) destaca que se trata de un cambio radical en la estrategia de la potencia norteamericana. Las administraciones de Clinton, Bush y Obama (este último hasta cierto momento), apostaron a que el comercio abierto con China sería mutuamente beneficioso. En el año 2000, el Congreso de EU aprobó un conjunto de leyes para normalizar las relaciones comerciales entre ambos países y abrió el camino para que el gigante asiático ingresara a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y se integrara al sistema económico mundial dominado, plenamente en esas décadas, por Washington. En ese momento, se pensaba que las relaciones comerciales servirían para intercambiar “ideas, valores y cultura”. El presidente Clinton avaló la legislación con optimismo afirmando que: la apertura de los mercados de China “acelerará la revolución de la información en ese país, dándole a su pueblo un mayor acceso al conocimiento. Ello, fortalecerá a aquellos que, en esa nación, luchan por estándares laborales decentes, un medio ambiente más sano, los derechos humanos, y el imperio de la ley”. Durante varias décadas, las compañías estadounidenses volcaron sus inversiones y su comercio hacia ese país y fueron un factor determinante para engrandecer su poder económico y geoestratégico. China se convirtió en la “fábrica mundial”. Su producción industrial ya es equivalente a la de EU y Europa juntos. Sin embargo, todavía importa una gran cantidad de chips de computadora, provenientes de EU, Corea del Sur, Taiwán y Japón. Por ello ha dedicado ingentes esfuerzos durante los últimos años para construir una industria doméstica de estos componentes. Y parece que están avanzando rápidamente. El gobierno de Biden, al observar el progreso de China, se apresuró a poner en práctica una estrategia más dura, la guerra de los chips, negando el acceso a su gran competidor, de bienes alta tecnología producidos en EU. Según Yglesias, tratar de frenar el crecimiento de China, “estrangulando” un segmento muy importante de la industria tecnológica, propiciará una dura reacción del gobierno de ese país. Un “peligroso conflicto” es, por lo tanto, inevitable. Además, las medidas tomadas por Biden pueden resultar poco efectivas por lo que sugiere que una estrategia distinta pude ser más recomendable: fortalecer la economía y el nivel de vida de los estadunidenses (incluyendo, principalmente, su educación), y abrir las puertas a los migrantes para tener una fuerza de trabajo más joven y fuerte. Por lo pronto, dice Noah, se trata de una “guerra económica”, y no es una exageración o una frase retórica. El objetivo de EU consiste en derrumbar la industria china de semiconductores para obstaculizar su autosuficiencia tecnológica. Estamos hablando, agrega, de un verdadero cambio del orden económico global. Un regreso a las estrategias de la Guerra Fría, cuando EU y sus aliados trataron de limitar sus exportaciones al bloque soviético. La guerra de los chips ya llegó a México. Según un reportaje del Washington Post, del 21 de octubre, el gobierno de EU descubrió “una amenaza a su seguridad nacional al otro lado de la frontera sur” al encontrar que el gobierno mexicano se preparaba para comprar cientos de millones de dólares de equipos chinos para escanear los productos que pasan por las aduanas fronterizas. Según este reportaje, las autoridades aduaneras de México pretenden instalar escáneres de la marca Nuctech en diversos aeropuertos, puertos marítimos y puntos de entrada en la frontera con EU, incluyendo el Felipe Ángeles y el de la Ciudad de México, así como en la refinería Dos Bocas en Tabasco. Estos dispositivos sirven para inspeccionar vehículos y contenedores de carga marítima y terrestre, tratando de encontrar droga, explosivos y mercancía ilícita. Washington cree que los escáneres Nuctech, una compañía que, afirman, tiene fuertes lazos con el gobierno chino, darían acceso a ese país asiático de información acerca de las mercancías que entran a EU. La oficina de Seguridad Interior de EU (Department of Homeland Security) publicó un reporte en 2020 en el que señalaba que Nuctech trabajaba para el gobierno chino fabricando sistemas de monitoreo (screening and detection). En mayo de este año, el embajador de EU en México escribió una carta al secretario de relaciones exteriores de nuestro país para persuadirlo de no comprar esos aparatos. Salazar afirmaba, en esa misiva, que la cooperación bilateral entre ambas naciones “podría ponerse en riesgo por el uso de equipos no confiables”. Por su parte, funcionarios del gobierno mexicano afirmaron que esos equipos benefician a México, se ajustan a las leyes mexicanas, y un precio más bajo que las de sus competidoras estadounidenses. Hay que advertir, que toda esta información, publicada por el Post, se obtuvo de las filtraciones de documentos de la SEDENA, realizadas, presuntamente, por el colectivo Guacamaya. Hasta ahora, no ha habido ninguna declaración oficial por parte de ambos gobiernos en torno a este asunto. No sabemos si México, ha aceptado o no, las objeciones de Estados Unuidos. Lo cierto es que la guerra tecnológica está declarada y México ya está involucrado. Mientras esta confrontación entre China y EU no pase de sanciones comerciales, todavía hay lugar para la esperanza de que se pueda llegar a acuerdos que satisfagan a ambas partes, o por lo menos impidan choques militares directos o indirectos (guerras proxy). Sin embargo, el conflicto armado en Europa y el panorama económico mundial, no abonan a la creación de un contexto favorable para la cooperación mundial. Aún así, la sociedad y los gobiernos no involucrados deben seguir llamado a la paz y el diálogo. La tecnología ha sido, desde hace siglos, pero marcadamente desde la Revolución Industrial, un factor determinante para la hegemonía de las potencias a nivel planetario. Hoy, con mayor razón, en vista de los rápidos avances de las últimas décadas, los cuales han aumentado la productividad de las empresas; han integrado con mayor fuerza al mundo en redes comerciales y financieras; y han dado lugar a la expansión de un puñado de corporaciones, extraordinariamente poderosas e influyentes en todo el orbe, como Alphabet, Google y Microsoft. En estas condiciones, México requiere, independientemente del conflicto entre las dos grandes potencias, aunque aprovechando las condiciones disponibles, diseñar su futuro tomando en cuentan la necesidad de incorporar creativamente las nuevas tecnologías. Ello requiere pensar en una nueva política industrial; una estrategia de educación y capacitación de la fuerza de trabajo; y un desarrollo propio en materia de investigación científica y técnica. saulescobar.blogspot.com

¿Recesión inminente en Estados Unidos?

¿Habrá una recesión en Estados Unidos? Saúl Escobar Toledo Hace un poco más de una semana, en una entrevista por televisión, le preguntaron al presidente de Estados Unidos si pensaba que su país se enfilaba hacia una recesión. Biden contestó: a lo mejor una chiquita. Bueno, en realidad dijo: “no creo que vaya a ocurrir una recesión. Si la hay, será… muy pequeña. Es decir, nos moveremos hacia abajo poco a poco. Es posible. Mira, es posible. No la anticipo.” La declaración muestra, por un lado, una gran incertidumbre, y por otro, la opinión de muchos inversionistas, economistas y banqueros que han advertido que la posibilidad de una recesión en EU es altamente probable en los próximos meses (Cf. CNN, 11 de octubre). Acerca del primer asunto, en efecto, en estos momentos, hay signos confusos o contradictorios en la economía estadounidense: por ejemplo, dicen, el mercado laboral todavía está muy robusto. La tasa de desempleo es la más baja desde los años sesenta, aunque, advierten, la creación de nuevos empleos se debilitó en septiembre. Al mismo tiempo, sin embargo, no hay señales de despidos masivos que muestren que la recesión ya haya comenzado. Por su parte, la Bolsa de Valores ha sufrido bajas considerables y los grandes consorcios financieros como JP Morgan y el Banco de América creen que es altamente probable que se caiga en recesión “en los próximo seis o nueve meses”. Esta incertidumbre se ha estado disipando; cada vez hay más pronósticos que anuncian esa caída a fines de este año o durante 2023 y se basan, sobre todo, en la insistencia del Banco Central en continuar aumentando las tasas de interés. Algunos creen que en noviembre y diciembre habrá dos alzas muy fuertes, un paquete “jumbo” que podrían llegar a 150 puntos base. Y es que, lo que más le preocupa a la Fed, es precisamente que el mercado laboral de EU se mantenga robusto; de lo que se trata, entonces, es de enfriarlo hasta que se dejen de generar empleos y las empresas despidan algunos de sus empleados y, por lo tanto, los aumentos salariales empiecen a ceder y colocarse por debajo de la inflación. Es decir, lo que más le importa al banco central de EU es bajar los salarios reales. Y, de paso, tratar de hacer más difícil el renacimiento de un poder sindical en EU que se estaba manifestando en los últimos años. Al punto que, empresas como Amazon, que habían prohibido siempre a sus trabajadores formar un sindicato, han tenido que aceptar el surgimiento de varias organizaciones gremiales en sus diversas filiales. A nivel mundial, las cosas no se ven tampoco bien. El informe más reciente del FMI acaba de anunciar que “lo peor está, por venir y que, para mucha gente, 2023 se sentirá como un año recesivo”. Todas las economías más importantes del mundo están cayendo. Sus pronósticos para el próximo año empeoraron: de 3.8 % que calcularon a principios de este año a 2.7% apenas hace unos días. En el caso de EU, este país crecería apenas 1% en 2023 (en un escenario optimista). La empresa Bloomberg tiene un panorama más sombrío: 2.5% de crecimiento mundial para 2023 y, además, dan por segura la recesión en Estados Unidos. Por cierto, el informe del FMI explica por qué, en un entorno inflacionario, usualmente los salarios pierden la carrera frente a los precios. Aseguran que, desde 2021, los ingresos laborales se han deteriorado en los países desarrollados mientras que en los de desarrollo medio y más pobres no han recuperado su nivel prepandémico. Calculan que para 2022 y los años siguientes, los salarios perderán aún más terreno. La razón principal es que estas caídas son resultado de una menor capacidad de producción y de generación de empleo, motivadas por diferentes factores: disrupciones del comercio internacional; aumento mundial de los precios de los alimentos y la energía; y los incrementos de las tasas de interés. Estas últimas seguirán al alza hasta lograr controlar la inflación, provocando aún más daño a la capacidad de producción, al empleo y a los salarios. Es decir, en lugar de una espiral en la que los salarios tratan de alcanzar a los precios, lo que observamos es una política que busca reprimir la inflación a costa de la expansión productiva. En resumen, aunque EU no haya caído todavía en una recesión, hay muchas probabilidades de que ello suceda. Se presentan, así, dos escenarios para fines de este año y 2023: el malo y el peor. En el primer caso observaremos un periodo de “estanflación”, estancamiento con inflación: tasas de crecimiento muy bajas con aumento de precios significativas. En el segundo, una caída de la producción de EU, lo que podría llevar a una disminución significativa de los precios si otros factores no lo impiden, como la guerra en Europa y la pugna económica entre EU y China. Tampoco se puede asegurar la duración de cualquiera de los dos escenarios. Es posible que el periodo de estanflación pudiera ser más prolongado que el de la recesión, pero menos doloroso para los trabajadores y la mayor parte de la sociedad. En ambos supuestos, la vuelta a la estabilidad y el crecimiento podría tomar un año o varios. En México, un periodo de estanflación prolongado produciría un aumento sustantivo de la pobreza laboral debido a que casi un 60% de los trabajadores son informales, de tal manera que difícilmente podrán elevar sus ingresos por encima de la inflación. Según cifras de CONEVAL, la canasta alimentaria aumentó a un ritmo anual (de junio de 2021 al mismo mes de 2022) de entre 12 y 13%. Al final del año, aunque el índice general podría situarse en 8.5%, ligeramente menor a la registrada en septiembre, los alimentos difícilmente cederán y es probable que los precios en este rubro se mantengan en niveles cercanos al 15%. El porcentaje de mexicanos en pobreza laboral bajó desde finales de 2021 en comparación con los tiempos pandémicos que se vivieron en 2020. En el segundo trimestre de 2022 fue de 38.3% (frente a un máximo de 46% en el tercer trimestre de 2020); sin embargo, ello se debió a una expansión de la ocupación más que de los ingresos. En el segundo semestre de este año, es probable que el número de pobres y extremadamente pobres aumente debido a la persistencia de la inflación, sobre todo en alimentos, y a un freno de las ocupaciones por el clima recesivo que impera a nivel mundial. Los trabajadore formales, por su parte, también verán disminuir sus salarios reales en 2022. Este año, las revisiones contractuales raramente han superado el 8%, lo que indicaría una caída de, al menos 2%, si tomamos en cuenta los datos de CONEVAL: la canasta alimentaria y no alimentaria aumentó a un ritmo anual cercano al 10%. Ahora bien, si EU cayera en recesión, el problema más grave, para México, sería el desplome del empleo, ya que bajarían las exportaciones manufactureras a ese país y ello podría causar, como en otros casos similares que se presentaron en las últimas décadas, diversos problemas a nivel productivo y financiero. El resultado ha sido una caída del producto porcentualmente más grave que en EU; y lamentablemente despidos masivos en muchas empresas y un retroceso de los salarios reales. Ahora, la situación podría ser peor si el Banco de México decide seguir aumentando las tasas de interés en un ambiente global tan negativo. En cualquiera de los dos escenarios, la pobreza aumentaría mes tras mes, día tras día, como ya se puede ver en estos momentos. Un incremento sustancial de los salarios mínimos a finales de este año puede ayudar a detener esta tendencia, pero no será suficiente. Habrá que pensar, además, en apoyos en efectivo y en especie para paliar el hambre de los más pobres, especialmente de los hogares que dependen del trabajo informal por cuenta propia. No obstante, si los peores augurios se hacen realidad, se tendrá que revisar el proyecto económico pensado para 2023, es decir, habrá que volver a colocar el tablero, poner otra vez las fichas y proponer una nueva estrategia para evitar un sufrimiento mayor de la inmensa mayoría de los mexicanos. saulescobar.blogspot.com

El aumento de las tasas de interés en el mundo y algunas repercusiones en México

Una plaga de halcones atormenta al mundo Saúl Escobar Toledo Un conjunto de factores, entre ellos la pandemia, la interrupción de las cadenas de suministro y la guerra en Europa, desató este año un proceso inflacionario en el mundo. La respuesta a este fenómeno provocó una subida de las tasas de interés del Banco Central de Estados Unidos (oficialmente, el Sistema de la Reserva Federal, también conocido informalmente como la Fed). Esta medida fue seguida por muchos otros bancos centrales del planeta, incluyendo México. En los análisis y reportes económicos es común señalar a las políticas alcistas de tasas de interés como propias de “halcones” (hawkish) a diferencias de aquellas que buscan mantener bajas esas mismas tasas a los que se les denomina como “palomas” (dovish). En estos últimos meses, particularmente desde septiembre, los halcones se han impuesto en muchos países. Con ello, según diversos estudios, se corre el riesgo de una recesión global que puede ser de largo plazo. Ésta puede iniciarse en Estados Unidos, o en otras latitudes, principalmente en Europa. En cualquier caso, economistas prestigiados como Bradford De Long advierten que: “La economía puede sufrir una pérdida de al menos media década de crecimiento, y la desigualdades sociales y políticas serán más pronunciadas”. Otros, más enfáticos, como Nouriel Rubini, ya dan como un hecho el estallido de una crisis financiera (Project Syndicate, 03102022). Sin embargo, las autoridades monetarias de casi toda América Latina y Europa, y de algunas naciones de África y Asia, han aumentado notablemente las tasas de interés. Las únicas excepciones, hasta ahora, han sido Japón y China. Todos coinciden en que lo que desató esta plaga fue la decisión de la Reserva Federal, la cual no sólo incrementó sensiblemente esas tasas, sino que anunció que lo seguirá haciendo en el futuro cercano. Esta ola de incrementos ha provocado ya varias conmociones: de manera inmediata, se ha fortalecido el dólar y, consecuentemente, se han debilitado el resto de las monedas, ya que los flujos de capital se han movido, sobre todo, para comprar bonos del tesoro de Estados Unidos. Ha sido el caso, entre otras, de la libra esterlina, el euro, el yuan chino y el yen japonés. En lo que toca a Estados Unidos, la política de la Fed aumenta el riesgo de que la economía de ese país se detenga o por lo menos se vuelva mucho más lenta. Ello debido a una caída del consumo y un alza de las hipotecas. También, porque las empresas pueden quebrar o reducir sus actividades y su expansión, debido a que sus deudas se encarecen, sus ventas disminuyen y sus ganancias se pueden achicar. Incluso las bolsas de valores salen afectadas pues los inversionistas prefieren ganancias más seguras comprando bonos del gobierno, en lugar de comprar acciones de empresas que corren riesgos de ver caer sus utilidades. En tono con lo anterior, los economistas Jomo K. Sundaram y Anis Chowdhury, han escrito: “La fobia a la inflación entre los bancos centrales está arrastrando a las economías a la recesión y crisis de deuda”. La subida de las tasas, en todo el mundo, como respuesta a las decisiones de la Fed, son una "carrera hacia el abismo" contraccionista. Destacan que, incluso el Banco Mundial, ha señalado estos riesgos advirtiendo un “daño duradero” principalmente para “las economías emergentes y en desarrollo". Agregan que las subidas de las tasas tampoco lograrán reducir los precios en el corto plazo. Y es que, en efecto, la medida supone que hay que elevar los precios para bajarlos, lo que parece incongruente. Por ello, el Banco Mundial ha sugerido que "los formuladores de políticas podrían cambiar su enfoque de reducir el consumo y, en cambio, impulsar la producción... generar inversiones adicionales y mejorar la productividad… fundamental para el crecimiento y la reducción de la pobreza". ¿Por qué entonces esta plaga mundial de halcones? La explicación no reside tanto en el control de la inflación sino en otros factores: en primer lugar, tratar de impedir la fuga de capitales y las devaluaciones, lo que provoca, entre otras cosas, que sea más costoso importar artículos esenciales como alimentos y combustible. Por su parte, las razones de la Fed pueden explicarse, por un lado, como sugieren diversos autores, debido a la ausencia de un pensamiento no dogmático, innovador y políticamente desafiante que pueda poner en práctica otras medidas. Prefieren dar respuestas habituales a problemas nuevos. No se atreven a pensar “fuera de la caja”. Esta rendición intelectual obedece también a intereses políticos y económicos: para muchos estadounidenses, la inflación refleja el fracaso político del gobierno que han “gastado demasiado” y ha optado por una “intervención excesiva del Estado en la economía”. Son dogmas arraigados en la mente de políticos, intelectuales y ciudadanos comunes y corrientes. Asimismo, responden a otro cálculo: los jefes de la Fed creen que la economía de EU podrá resistir una recesión, aunque el resto del mundo sufra mucho más. De esta manera, se proponen fortalecer la hegemonía estadounidense en la economía mundial. Sobre todo, en estos momentos en que la guerra en Ucrania y las rivalidades con Rusia y China se han agudizado. En México, nuestro Banco Central también ha aumentado las tasas. La última vez a fines de septiembre, pero ya ha declarado que, si la Fed vuelve a subirlas, ellos harán lo mismo. En su informe Banxico reconoce que “…se prevé que el ritmo de crecimiento de la actividad económica en el tercer trimestre de 2022 se desacelere respecto del crecimiento observado en la primera mitad del año”. El Banco ha advertido, igualmente, que la inflación puede seguir subiendo aún con las alzas de las tasas de interés si aquella persiste a nivel mundial o si México sufre una devaluación severa. Además, señalan que puede ocurrir “una desaceleración de la actividad económica mundial mayor a la anticipada”. A pesar de los riesgos, consideran que la medida es necesaria para evitar, como en otras partes del mundo, una fuga de capitales y el aumento del costo de las deudas públicas y privadas en dólares. Afortunadamente, México no ha sufrido una devaluación de su moneda como otros países. Tampoco la deuda externa pública es demasiado elevada en comparación a otras naciones. No obstante, si Estados Unidos, a diferencia de lo que piensa la Fed, cae en una severa recesión, México será arrastrado. Entonces, todas las medidas cautelosas que se han tomado para mantener la estabilidad no servirán de mucho. Por otra parte, el fin del sexenio exigirá, como ya se pude ver en el presupuesto para 2023, una política más expansionista que naturalmente choca con la política “halcona” de Banxico. El secretario de Hacienda declaró apenas ayer, 3 de octubre, que “a diferencia de Estados Unidos, en donde la inflación es de demanda, en México es de oferta”, sugiriendo una política más “dovish”. No está claro qué efectos puede tener esta contradicción. Ya veremos, por ejemplo, el caso de los aumentos al salario mínimo. Calculamos que un aumento cercano al 20 por ciento estaría más alineado con las políticas de contención de precios, y que un incremento de alrededor del 30 por ciento indicaría que se busca una restitución del poder adquisitivo, y más cerca de que, por fin, alcance para adquirir la canasta básica (suponiendo que, en una familia de cuatro miembros, dos de ellos trabajan). Es innegable que el fenómeno de la inflación y los riesgos de recesión tienen una dimensión que rebasa las políticas domésticas. Algunos expertos e instituciones han sugerido que la mejor solución consistiría en un gran acuerdo mundial para controlar la inflación, la fuga de capitales y las crisis de las deudas. Y, desde luego, para tratar de detener la guerra en Ucrania. Sin embargo, aquí en México, no podemos resignarnos a que nuestro destino se decida en la Fed de EU. También requerimos una renovación intelectual que nos lleva a soluciones y pactos novedosos que involucren a la sociedad y el gobierno para enfrentar los negros presagios. saulescobar.blogspot.com