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miércoles, 17 de marzo de 2021

Las trabajadoras de la maquila : testimonios

Testimonios de trabajadores de la maquila ante el COVID-19 Para Enrique González Rojo, amigo, compañero de luchas, admirable poeta y pensador marxista por Saúl Escobar Toledo Una pequeña compilación de testimonios, realizada por Blanca Velázquez Díaz y publicada por la Fundación Ebert (disponible en: http://library.fes.de/pdf-files/bueros/mexiko/17328.pdf) da cuenta de la dura realidad por la que han atravesado a lo largo de estos últimos doce meses, las obreras de la maquila en el estado de Morelos. Sus palabras reflejan, seguramente, las vivencias de millones de trabajadores en distintas partes del país. En la publicación se advierte que las entrevistas se llevaron a cabo por teléfono a mediados de 2020; sus edades oscilan de 20 a 40 años; su nivel de escolaridad es primaria y secundaria; provienen del campo o de pequeñas comunidades urbanas donde hay muy pocas oportunidades de trabajo, por lo que se trasladan a las ciudades más grandes del Estado de Morelos, ahí donde las plantas maquiladoras se establecen para producir para las grandes marcas pertenecientes a consorcios internacionales. Sus condiciones laborales ya eran muy desfavorables: en el sector textil y concretamente en la rama de la confección, del vestido y del calzado, las personas trabajadoras laboran jornadas que rebasan las ocho horas diarias, tiempo en el que están sentadas permanentemente en sillas no diseñadas ergonómicamente, soportando temperaturas muy altas en lugares cerrados y con poca ventilación. La propagación del COVID-19 agravó las cosas. Principalmente, los patrones de las maquilas en Morelos no respetaron las recomendaciones oficiales y optaron por el despido de sus empleadas o recortaron la mitad de los salarios que percibían semanalmente. Por ejemplo, una trabajadora identificada como Lili dice que “La empresa me está pagando 280 pesos a la semana…” mientras que otra, Anita, señala que “Ahora estoy trabajando en una casa haciendo limpieza porque la verdad no me alcanza los $400 pesos que me está dando la fábrica”. Otras entrevistadas señalaron que han recibido la mitad de su salario. Vicky: “Al estar recibiendo solo la mitad del salario la situación es mala, qué va a ser de mi cobrando solo $400 pesos a la semana, está cañón, y la empresa nos tiene en espera, quién sabe cuándo volvamos a trabajar de manera normal…” Algunas más, un poco más afortunadas afirmaron que “Desde el día 3 de abril nos mandaron a descansar con salario base, que la verdad es muy poco, 833 pesos semanales…” También se dieron casos en que las trabajadoras decidieron dejar de laborar para no contagiarse, y fueron despedidas: Brenda: “…la empresa me eligió para seguir laborando los días de contingencia, pero vi que varias compañeras se fueron enfermas a sus casas con síntomas de COVID-19 y fue por eso que yo decidí no exponerme a el Coronavirus, entonces mi supervisor se enojó muchísimo conmigo por tomar esa decisión, pero yo estaba segura de que era lo correcto lo que había decidido, quedarme en casa y protegerme. Ahora estoy despedida, ya no fui llamada.” Casi todas confesaron pasar por una situación emocional muy tensa: Justina: “Pues fíjate que personalmente en el ámbito mental quiero tomar las cosas con calma, pero es un poco imposible cuando miro la televisión o las redes sociales, ya que están inundadas de lo que está sucediendo de la pandemia y de malas noticias, ya que han sido muy amarillistas al momento de informar yo creo que es por eso, por lo que a veces no puedo conciliar mi sueño…” Finalmente, las trabajadoras fueron cuestionadas acerca de las ayudas gubernamentales. Todas respondieron que no recibieron ningún apoyo de los gobiernos federal, estatal o municipal: María “No, al menos a mi nada, solo recuerdo que una vez el ayudante junto con el alcalde del municipio (Emiliano Zapata) estuvo repartiendo despensas, pero tenían un costo…” Vicky “¡Újule! nada, ni un vaso de agua…” Anita: “La verdad nada, por lo menos aquí en mi colonia no ha llegado ni una despensa. “ La autora de la compilación concluye que, de acuerdo con los testimonios recogidos, “Las mayores afectaciones (observadas) son los despidos injustificados… consumados en estos meses de emergencia sanitaria. La mayor preocupación de las y los trabajadores es cómo generar ingresos… ya que la situación actual del empleo se vislumbra cada vez más difícil. Su salud mental y emocional está en una tensión constante…, especialmente por los bajos recursos económicos para sacar adelante a sus familias; a ello se suma el temor que sienten por el posible contagio de COVID-19 al salir a las calles a buscar ingresos… Se suma a esta situación la doble y triple jornada laboral. La escuela en casa de sus hijos e hijas menores de edad les está generando muchas más horas de trabajo. El cuidado, especialmente de los hijos, sigue recayendo principalmente en las mujeres, solo por el hecho de serlo, con múltiples responsabilidades a cuestas y con poca o ninguna ayuda de sus parejas, situación que ha derivado en estrés, preocupación, ansiedad, e inseguridad, por mencionar algunas consecuencias” Otro dato importante se refiere al comportamiento de los sindicatos. De acuerdo con los testimonios recogidos, Blanca Velázquez asegura que en tiempos normales los sindicatos del ramo no defienden a “sus bases”; tampoco lo han hecho en tiempos de pandemia ya que acataron sin reparo las decisiones de las empresas y dejaron a las trabajadoras abandonadas a su suerte. Finalmente, el texto llama la atención acerca de la ausencia casi total del Estado mexicano ante esta situación, particularmente del gobierno federal. Con razón, concluye la autora de esta recopilación, que: “Los programas sociales que el gobierno federal ha promovido para sectores particulares, sobre todo vulnerables, se deben ampliar para los trabajadores y trabajadoras despedidas o cuando los patrones no cumplieron con el pago íntegro de los salarios. Consideramos que la creación extraordinaria de programas para las personas que fueron despedidas se debe impulsar de inmediato o en su defecto (legislar) un seguro de desempleo para paliar esta grave situación y capacitar a quienes lo requieran para poderse emplear en otros oficios o profesiones”. El olvido al que han sido relegados millones de asalariados ha tenido un alto costo social y se ha convertido en un obstáculo para la recuperación económica. Es difícil entender las razones que llevaron al gobierno a este descuido. Quizás esperaban que las empresas pagarían el total de los salarios correspondientes o que los despidos podrían solucionarse rápidamente. Sin embargo, era muy probable que no lo hicieran, como en efecto sucedió, debido al comportamiento de muchas empresas en las últimas décadas que ha consistido en la violación de las leyes laborales, y a la falta de sindicatos representativos, especialmente en la industria de la maquila. La ausencia de una política de protección a los trabajadores durante la pandemia parece obedecer más bien a un proyecto económico basado en recortes presupuestales y en un gasto público austero que no admite medidas de emergencia. Los testimonios recogidos en la publicación que comentamos dan cuenta de los lamentables efectos de estas decisiones. Esperar a que la economía de Estados Unidos sea el factor principal de la recuperación puede tener mayor o menor éxito en los próximos meses. Sin embargo, no va a corregir el daño causado a las familias de la clase obrera. Tampoco va a impulsar el empleo si no se acompaña de otras medidas, como el Seguro de Desempleo, y el aliento a la producción y al consumo interno. Las palabras de aflicción y dolor recogidas en esta publicación son un testimonio muy expresivo de lo que el Gobierno de la República pudo haber hecho (como en otros países e incluso en la Ciudad de México), y simplemente lo descartó. saulescobar.blogspot.com

miércoles, 3 de marzo de 2021

La economía mexicana: ¿Cuánto tiempo durará la recesión?

La economía mexicana: la duración del ciclo Saúl Escobar Toledo El balance de la economía mexicana durante los últimos dos años no ha sido positivo. El INEGI acaba de informar que el PIB registró una reducción de 8.5 por ciento respecto a 2019 con cifras desestacionalizadas. En 2019, el producto ya había retrocedido, aunque en mucho menor medida, menos de un punto porcentual. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que la economía mexicana lleva ya 6 trimestres de caídas (en comparación al año anterior). Tomando en cuenta la tasa de crecimiento de la población (1.2 por ciento anual), la caída del producto per cápita es cercana al 11 por ciento. Importa esta cifra porque da una idea más fiel del tamaño del precipicio en que caímos. Es necesario, además, tomar en cuenta los dos años, ya que lo que debe interesarnos es la amplitud del ciclo económico, es decir cuántos años va a durar la recesión. La duración del ciclo dependerá de varios factores: la prolongación de la pandemia; el comportamiento de la economía mundial; y los factores internos. En el primer caso, la incertidumbre sigue prevaleciendo: las campañas de vacunación ya están en marcha, pero avanzan a ritmos muy desiguales en los diferentes países y las regiones de México. Ello se debe, como se ha dicho, a que las patentes, la fabricación y la disposición de los medicamentos están muy concentradas en unas cuantas empresas. Hay países que no cuentan aún con una sola vacuna. Y, como han afirmado los organismos internacionales, mientras no todos estemos a salvo, nadie lo estará realmente. Por otra parte, el comercio internacional se ha recuperado. La caída fue muy severa en abril de 2020 (12 por ciento); sin embargo, tomando en cuenta el año completo, hubo un crecimiento positivo de 1.3% (según la Oficina de Análisis de Políticas Económicas de Holanda, disponible en cpb.nl). China fue el que dio el gran jalón al comercio mundial, mientras que en la zona de Norteamérica parece haber ocurrido una recuperación más lenta. En materia de inversiones, las cosas no pintan muy bien, sobre todo para los países en desarrollo como México; el problema más complicado reside en la posibilidad de una crisis financiera. El Banco Mundial señaló en enero de este año que, durante 2020, la proporción de la deuda pública en relación con el PIB en los mercados emergentes y en las economías en desarrollo, aumentó del 52 a casi el 61%. Faltaría agregar el aumento de la deuda privada que se multiplicó por cinco entre 2014 y 2019. Buena parte de estas deudas son externas, es decir, se contrataron en moneda extranjera. Todo ello indica que, a menos de que se tomen medida de alivio a nivel mundial, esta situación puede convertirse en un serio problema por las posibles moratorias de pagos. Si eso sucede, no importaría tanto el nivel de endeudamiento de tal o cual país pues la fuga de capitales, las devaluaciones y la escasez de nuevos financiamientos afectarían de manera generalizada a aquellas naciones que, como México, requieren de divisas (dólares) para cubrir sus importaciones, sus operaciones financieras y sus reservas monetarias. En cuanto a los factores internos, tenemos varios problemas para remontar la caída. Para entender mejor el asunto vale la pena revisar los distintos sectores de la economía. En primer lugar, el sector primario, agricultura, ganadería, silvicultura y pesca, creció durante 2019 y 2020, particularmente en el segundo semestre del año pasado. Esto indica que estamos lejos de una crisis alimentaria, lo cual es por supuesto una buena noticia. Es probable que, además, se hayan sustituido algunas importaciones. El problema es que este sector aporta muy poco al conjunto de la economía, apenas un 3.5 por ciento. En cambio, las actividades secundarias, cayeron 1.7 por ciento en 2019 y 10 por ciento en 2020. Destaca la industria de la construcción que ligó 6 trimestres a la baja. Las manufacturas, por su parte, han tenido una caída menos larga pero más intensa. Ello puede explicarse por la disrupción mundial, especialmente de la economía de EU, así como por la disminución del consumo final, en México, de algunos productos no alimenticios como ropa y automóviles. Una caída de las manufacturas afecta de manera especial a la masa salarial ya que en este sector se pagan los mejores salarios promedio de toda la economía: 1.5 veces más que en el conjunto del sector servicios. Finalmente, las actividades terciarias (servicios) tuvieron un índice de crecimiento negativo de 7.7 por ciento. Recordemos que aportan el 73 por ciento del empleo y más de dos tercios del producto total. Algunas ramas de este sector como los de esparcimiento culturales y deportivos retrocedieron en 54 por ciento; y los de alojamiento temporal y de preparación de alimentos y bebidas, 44 por ciento. En la medida que en que vaya mejorando la economía se puede esperar que algunas empresas salgan de su postración. Otras difícilmente los harán, sobre todo aquellas ligadas al turismo, dado que éste tardará varios años en recuperarse, con el agravante de que aportaba una buena cantidad de divisas. El efecto del T-MEC podría impulsar algunas ramas de la manufactura, pero aquí también priva la incertidumbre por los nuevos términos del tratado. En cualquier caso, muchos estudios han demostrado que la capacidad de arrastre de las manufacturas de exportación es muy limitada para el conjunto de la economía nacional. De esta manera, aun cuando la situación pudiera mejorar, ello no va a sacarnos de la crisis tan rápido como quisiéramos. En síntesis, la duración del ciclo depresivo de la economía mexicana no puede calcularse con precisión en estos momentos. Lo que puede afirmarse es que dependerá de un conjunto de decisiones políticas. Los gobiernos nacionales, principalmente los más desarrollados, pueden ayudar facilitando la fabricación de vacunas y aportando fondos (en Derechos Especiales de Giros, DEGs) para que las instituciones multilaterales como el FMI y el Banco Mundial aporten recursos para aliviar el peso de las deudas y para los programas sanitarios y de desarrollo. Hasta ahora, poco se ha hecho en este sentido. Por otro lado, se requiere un acuerdo entre los tres países del T-MEC para que las cláusulas laborales y de medio ambiente no se conviertan en un factor adverso para el crecimiento. Un programa de desarrollo que incluya a los países centroamericanos y que permitan a México evolucionar de un país maquilador a una economía exportadora que produzca bienes con una tecnología más elevada, con insumos adquiridos dentro del país y con mejores salarios. Finalmente, el impulso a la producción doméstica es indispensable. La rama de la construcción, principalmente para obras de infraestructura, es un campo de acción que requiere financiamiento público y privado, pero éste último difícilmente se incrementará si el gasto gubernamental no lo dirige con proyectos y financiamientos nuevos (adicionales a los que ya existen). En el caso de los servicios, el salvamento de las micro y pequeñas empresas es indispensable; de igual manera, se necesitará reciclar la mano de obra que trabajaba en sectores como el turismo para que se coloque en otras ramas económicas con mejores perspectivas, mediante programas de calificación y adiestramiento, de preferencia en proyectos locales verdes (reforestación, energías limpias, reciclamiento de materiales contaminantes, limpieza de ríos y basureros a cielo abierto, etc.). Gastos adicionales para las personas (especialmente mujeres) afectadas por el paro de labores en la economía formal e informal ayudarían a combatir la pobreza y a elevar los niveles de consumo. Las decisiones políticas enumeradas (y otras no mencionadas) se van a tomar en un sentido u otro. Nada va a suceder por las leyes naturales del mercado. La exigencia ciudadana jugará un papel fundamental para presionar a sus gobiernos y acortar el ciclo económico. Si los responsables de conducir las instituciones no responden, los años de penuria económica serán más largos, así como el tamaño de la crisis política y social. saulescobar.blogspot.com