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miércoles, 24 de noviembre de 2021

Integración económica y soberanía nacional: el caso del T-MEC

La integración de América del Norte y la soberanía nacional Saúl Escobar Toledo La participación del presidente López Obrador en la Cumbre de Líderes de América del Norte hace unos días consistió, en general, en una ratificación de su visión política acerca de la integración económica en este bloque. Recodemos que, a principios de julio de 2020, AMLO viajó a Washington a ratificar el T-MEC con el entonces mandatario Donald Trump. En esa ocasión, el presidente mexicano enfatizó que la región “es inexplicablemente deficitaria en términos comerciales… lo cual se traduce en fuga de divisas, menores oportunidades para las empresas y pérdida de fuentes de empleos”. Y añadió que América del Norte ha perdido presencia económica en el mundo durante las últimas cinco décadas. Por ello, según AMLO, el nuevo Tratado debe “buscar una mayor integración de nuestras economías y mejoras en el funcionamiento de las cadenas productivas… ya que las importaciones que realizan nuestros países del resto del mundo pueden producirse en América del Norte”. Luego vino la parte más debatible al agradecer a Trump su “comprensión y respeto” tanto a su gobierno como a “nuestros paisanos mexicanos”. Y recalcó que “nunca ha buscado imponernos nada que viole o vulnere nuestra soberanía”. Nos ha tratado “como lo que somos: un país y un pueblo digno, libre, democrático y soberano”. Más de un año después, en la reunión de la CELAC, ante los gobernantes de América Latina y el Caribe, y después de invitar al presidente de Cuba a participar en los festejos de nuestra independencia, amplió su idea. Propuso, una integración económica de los países de esta región con Estados Unidos y Canadá: “construir en el continente americano algo parecido a lo que fue la Comunidad Económica que dio origen a la actual Unión Europea”. Lo anterior estaría basado en “la no intervención y la autodeterminación de los pueblos; la cooperación para el desarrollo y la ayuda mutua para combatir la desigualdad y la discriminación”. Abundó: “propongo que construyamos un acuerdo y firmemos un Tratado para fortalecer el mercado interno en nuestro continente…”. En su intervención en el Consejo de Seguridad de la ONU a principios de noviembre de este año, fue más allá. Denunció la “corrupción” de “los poderes transnacionales, la opulencia y la frivolidad como formas de vida de las élites; el modelo neoliberal que socializa pérdidas, privatiza ganancias y alienta el saqueo de los recursos naturales y de los bienes de pueblos”. También acusó a las grandes corporaciones empresariales que roban al erario o no pagan impuestos; la impunidad de quienes solapan y esconden fondos ilícitos en paraísos fiscales; y la usura que practican accionistas y administradores de los llamados fondos buitres”. Resumió: “Estamos en decadencia porque nunca antes en la historia del mundo se había acumulado tanta riqueza en tan pocas manos”. Específicamente, propuso un Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar para garantizar el derecho a una vida digna a 750 millones de personas que sobreviven con menos de dos dólares diarios, el cual podría financiarse con un fondo procedente de al menos tres fuentes: el cobro de una contribución voluntaria anual del 4 por ciento de sus fortunas a las mil personas más ricas del planeta; una aportación similar por parte de las mil corporaciones privadas más importantes; y una cooperación del 0.2 por ciento del PIB de cada uno de los países integrantes del Grupo de los 20. Con estas aportaciones, el fondo podría disponer anualmente de alrededor de un billón de dólares. En la reunión en Washington, con el primer ministro de Canadá y el presidente de EU, AMLO reiteró, como lo hizo frente a Trump, la importancia de la integración económica frente al crecimiento de otras regiones del mundo y la decadencia de Norteamérica. En esta ocasión, su intervención fue más agresiva en el caso de China, al señalar que si se mantienen las tendencias que reflejan el creciente dominio de esa potencia asiática del mercado mundial, se “mantendría viva la tentación de apostar a resolver esa disparidad con el uso de la fuerza”. Insistió en la necesidad de impulsar un programa de inversión productiva en América del Norte para la sustitución de importaciones. Y puso en la mesa el asunto de la migración: ya no habló del respeto que supuestamente tuvo Trump con ellos. Ahora señaló: dado que, para crecer se necesita de fuerza de trabajo que, en realidad, no se tiene con suficiencia ni en EU ni en Canadá, se debería “abrir ordenadamente el flujo migratorio”. ¿Cómo interpretar este activismo internacional del presidente? Sobre todo, queda claro que, para AMLO, la integración económica norteamericana es un tema vital. Pensar en la posibilidad de adoptar un rumbo distinto está descartado. A diferencia de lo que esperarían sus simpatizantes y opositores, el presidente mexicano es el más convencido de seguir el camino abierto por el TLCAN en 1994, aunque con un discurso diferente que plantea algunas condiciones y exigencias nuevas, como en el plan de ayuda a Centroamérica. Integración económica y soberanía nacional son asuntos que, por su propia naturaleza, se contraponen. El ejemplo más evidente es, precisamente, la Unión Europea. La clave, como han afirmado diversos especialistas, consiste en regular esa integración de tal manera que no se sacrifiquen, sobre todo en una relación tan desigual, las prioridades nacionales y se pueda aspirar a una prosperidad compartida. La condición principal para evitar ese riesgo, según ha afirmado nuestro mandatario, reside en su liderazgo y su oposición a una eventual injerencia indebida de la potencia norteña. De ahí el valor simbólico de su posición frente a Cuba y la presencia del presidente Diaz Canel en México. O su discurso en la ONU. Sin embargo, esa independencia política no se ha reflejado, por ejemplo, en el tema de la migración. Ya veremos qué efectos tiene en la cuestión de la reforma energética. Por otro lado, es importante destacar que, por lo pronto, la política de Biden y Trudeau en materia de derechos laborales permitiría suponer que estamos hablando de una asociación que incluye un mejoramiento de las condiciones de los trabajadores, según lo pactado en el T-MEC. Sin embargo, la situación política en EU y una eventual derrota de los demócratas el próximo año podría debilitar la presión sobre las grandes compañías estadounidenses instaladas en México para respetar los derechos laborales. La retórica del presidente en materia internacional se ha vuelto más audaz que en los inicios de su administración. Ya no se afirma que “la mejor política exterior es una buena política interior”. Más bien se observa lo contrario: la política exterior es indispensable para gobernar al país e impulsar el desarrollo económico. Este cambio de estrategia ha dado lugar a algunos excesos retóricos (por ejemplo, contra China); a un poco de demagogia (en el tema de la migración indocumentada); de incongruencias (si en la ONU propone nuevos impuestos debería hacerlo en México); y de malabares geopolíticos (como proponer un Tratado, al estilo europeo, que incluya a Cuba, Venezuela y Nicaragua, con Estados Unidos). Podría admitirse que la integración de América del Norte es inevitable. Pero cabría también señalar que la diplomacia y la política exterior del gobierno mexicano no tienen que ser cuestiones ajenas y a veces opuestas a las políticas internas. Esa integración ofrece ventajas y riesgos. Para el gobierno mexicano parecen estar claros los beneficios, no los inconvenientes. Una regulación ventajosa para México sigue siendo un desafío que, en estos momentos, depende en buena medida de la voluntad del gobierno estadounidense. Ha faltado, de este lado, una estrategia de desarrollo nacional que, en el marco de la asociación norteamericana, realice las transformaciones necesarias para construir una economía más sustentable e incluyente. saulescobar.blogspot.com

jueves, 11 de noviembre de 2021

La Disrupción de las cadenas de abastecimiento mundial

El Gran Atasco Global Saúl Escobar Toledo Desde 2020, el cierre de los establecimientos manufactureros debido a la pandemia afectó la producción de todo tipo de bienes, tanto de consumo final como intermedio (refacciones). La oferta se paralizó. Una de las manifestaciones más evidente de este fenómeno se observó en el embotellamiento de barcos cargados de contenedores en los grandes puertos ubicados en diversas partes del planeta. No había personal que los descargara, ni empresas que los requirieran, particularmente, entre marzo y septiembre de 2020. Cuando las empresas empezaron a abrir sus puertas, el problema no se resolvió porque las mercancías seguían atoradas en el mar. Se creó lo que se ha llamado la gran Disrupción de las Cadenas de Abastecimiento (según la agencia Bloomberg: “The great Supply Chain Disruption”), es decir, un atasco mayúsculo del flujo del comercio internacional. Debido a ello, los consumidores sufren demoras en las entregas de sus pedidos, y las fábricas están enfrentando serias dificultades para conseguir refacciones y productos terminados. Según Otaviano Canuto del Centro de Estudios de Macroeconomía y Desarrollo (www.policycenter.ma), el tiempo de entrega aumentó más del 50% en 2021 mientras que la tasa de envíos marítimos por contenedores (container shipping rates) subió de 100 a 250 puntos en este mismo año. Para Michael Spence, premio Nobel en esta disciplina, las alteraciones de las cadenas de suministro están perjudicando seriamente la recuperación económica global (Project Syndicate 03/11/2021). Las ramas afectadas por las demoras y la escasez –incluido un amplio rango de bienes intermedios, desde materias primas hasta semiconductores, y los productos finales que dependen de ellos- dan una impresión semejante a una economía de guerra. Y, agrega, las alteraciones nos tomaron en gran medida por sorpresa. En el primer trimestre de este año, se proyectaba de manera contundente que la expansión económica mundial iba a acelerarse y no se esperaba que la oferta fuera a resultar un problema que atorara el crecimiento. Señala que, según diversos observadores, este fenómeno persistirá hasta bien entrado el 2022. El autor ofrece varias razones del atorón: Una, es que la demanda reprimida se liberó antes de que la pandemia hubiera terminado. Cuando el consumo aumentó, las alteraciones provocadas por el COVID siguieron afectando a los principales puertos e instalaciones manufactureras, lo que sofocó la oferta. Otro factor es que la demanda parece haber aumentado más allá de la capacidad de carga máxima del sistema. Expandir esa capacidad exigirá inversiones y, sobre todo, tiempo. Canuto asegura, por su parte que, del lado de la oferta, la complejidad y distribución geográfica de las cadenas de valor hacen que la entrega final sea muy vulnerable a los bloqueos. Del lado de la demanda ha habido cambios significativos en su composición y volumen desde 2020. Por ejemplo, la sustitución del consumo, de manera personal, por compras electrónicas de bienes de consumo de los hogares. En los países desarrollados, los apoyos fiscales han permitido a las familias mantener su nivel de ingresos y seguir adquiriendo mercancías y servicios. El problema de fondo concluye Spence, es que las redes de suministro globales, como están constituidas actualmente, son rígidas y descentralizadas. El sistema pudo funcionar bien en tiempos normales, pero no fue capaz de enfrentar las perturbaciones que aparecieron súbitamente. Además, resulta muy difícil tomar medidas precautorias: “No hay manera de saber, por ejemplo, dónde se producirán los nuevos cuellos de botella, mucho menos de qué manera los participantes del mercado pueden adaptarse a estas dificultades”. Y agrega: “El sistema es esencialmente miope: descubre los bloqueos sólo cuando ya ocurrieron”. México ya está sufriendo este problema: El FMI, en su reporte de noviembre acerca de la situación en nuestro país asegura que la dinámica de las manufacturas está siendo contenida por la escasez de suministros, principalmente de semiconductores. El organismo internacional destaca que el 95 por ciento de estos insumos, que se utilizan en la producción de vehículos motorizados en México, fueron importados. En 2018, estas piezas fueron valuadas en 75 mil millones de dólares. Además, la oferta doméstica de semiconductores decreció del 20% en 2003 al 8% en 2014. Por ello, el atasco internacional se ha convertido en un factor negativo para la producción de manufacturas y de las exportaciones, especialmente de vehículos. Se calcula que puede haber una caída del 11% en esta rama industrial entre el último trimestre de 2020 y el primero de 2021. El impacto puede alcanzar casi un punto porcentual del PIB, según el Banco de México. En un reportaje de Villalpando, publicado en Las Jornada el 8 de noviembre, se señala que, según el IMSS, entre enero y agosto de este año se perdieron en el estado de Chihuahua 6 mil 846 puestos laborales en las industrias automotriz y electrónica, así como en el sector de servicios técnicos profesionales, debido al desabasto de insumos. La presidenta del Consejo Nacional de la Industria Maquiladora y Manufacturera de Exportación (Index) de Ciudad Juárez, señaló que el impacto de la falta de chips afecta a unas 200 maquiladoras, la mayoría de ellas instaladas en esa ciudad fronteriza. Y agregó que “ya se están llevando a cabo recortes de contrataciones de personal pues las plantas no requieren tanta mano de obra”. En resumen, el Gran Atasco de las cadenas de abastecimiento de refacciones y productos terminados está afectando al comercio y a la producción global de una manera no prevista y, al parecer, sin un remedio a la mano. Lo único que queda, a nivel mundial, es esperar que el problema se vaya resolviendo con el tiempo. Sin embargo, mientras eso sucede, las fábricas volcadas a la exportación, tendrán que reducir su ritmo de producción y por lo tanto sus plantillas de trabajadores. La globalización capitalista de la era neoliberal se ha vuelto poco menos que caótica. Este desorden se ha convertido en un serio obstáculo para aumentar la producción y el empleo, Si a ello sumamos las posibilidades de una cuarta ola de COVID que puede estar presentándose ya en algunos países de Europa, y otros problemas como la posibilidad de una crisis financiera y un aumento de la inflación, el panorama general no pinta tan bien como parecía al inicio de este año. México, como exportador de manufacturas y altamente dependiente de la oferta y la demanda de EU, sufrirá este gran atasco probablemente más que otros países de América Latina. Si a nivel internacional no hay mucho que hacer, en el ámbito nacional sentarse a esperar no puede ser una estrategia recomendable. Los pactos contenidos en el TMEC, de manera destacada en la industria automotriz, se encuentran en riesgo. Una mejor opción consistiría en diseñar una política activa de corto y mediano plazo que amplie la infraestructura marítima y de transporte, los apoyos a las pequeñas y medianas empresas, y a los trabajadores que ya están siendo despedidos, con una visión de mediano y largo plazo, como parte de un plan industrial de sustitución de importaciones. Ello tendría que ser acompañado de una mayor inversión en tecnología, ya que, como lo señala un experto en innovación industrial “somos aun un país con niveles de inversión en I+D por debajo de Brasil y de Chile. México destina menos de 1% del PIB en Transformación Digital o Inversión en Digitalización y Automatización” (cf. Carlos Escobar en linkedin; logistics digital industry) No se trata de un asunto sencillo. Sin embargo, los costos de este embrollo pueden ser cada vez más elevados en la medida en que transcurre el tiempo. Una intervención planeada del Estado mexicano sería muy conveniente. saulescobar.blogspot.com