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martes, 12 de noviembre de 2013

Sobre la reforma hacendaria aprobada por el Congreso recientemente (2013) .

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Grupo Nuevo Curso de Desarrollo. UNAM.

Acerca de la propuesta hacendaria para 2014
En documentos previos, el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo de la UNAM ha dado a conocer sus opiniones sobre la reforma hacendaria que México requiere para impulsar el desarrollo,
mejorar la distribución del ingreso y reducir la pobreza de forma acelerada y sostenida. En este marco realiza los siguientes comentarios sobre las propuestas presentadas al Legislativo por el Ejecutivo Federal, junto con las iniciativas de Ley de Ingresos, el proyecto de Presupuesto de Egresos y los Criterios Generales de Política Económica para 2014, así como sobre algunos ajustes introducidos en el curso de su consideración por el Legislativo.

En lo que se refiere a las reformas tributarias, fue positivo que en la propuesta no se incluyera la generalización del IVA en alimentos y medicinas, pues hubiera provocado un incremento considerable de la pobreza, incluso en los grupos medios, y una mayor inequidad en la distribución del ingreso. También se valora favorablemente el incremento de la tasa marginal del ISR a las personas físicas, el impuesto a las ganancias en Bolsa y a la distribución de dividendos de las empresas, el impuesto al carbono, a las empresas mineras, así como las iniciativas de reforma constitucional para la pensión generalizada para adultos mayores y el seguro de desempleo. El resultado de uniformar la tasa del IVA en 16 % en todo el país es también favorable para las finanzas públicas nacionales.

Entre los cambios introducidos por el Congreso, consideramos que fue útil para la salud de la población gravar algunos alimentos de alto contenido calórico. En cambio, pensamos que se debieron aprobar otras medidas, como el IVA a colegiaturas. Sin embargo, la recaudación adicional derivada de las propuestas es insuficiente en relación a las necesidades que México enfrenta. Una reforma hacendaria debería tener como guía y horizonte principal los requerimientos de gasto público, sobre todo en inversiones de
infraestructura y desarrollo social, bajo condiciones favorables para el crecimiento económico, el empleo y la protección social universal. Necesitamos ejercer mejor el presupuesto, pero también necesitamos gastar más. Conforme a las estimaciones presentadas, en 2018 el gasto gubernamental mexicano, como proporción del PIB, seguirá estando a niveles inferiores en comparación no solo con los países de la OCDE sino también de la mayoría de los países de América Latina.

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Acerca de la propuesta hacendaria para 2014

Desde este punto de partida y con base en las estimaciones sobre el presupuesto a ejercer de forma transparente y vigilada, se debería determinar tanto el esfuerzo tributario a realizar como las necesidades de financiamiento. Ahora estamos procediendo con una secuencia incorrecta. Las iniciativas de reforma para incrementar los ingresos públicos no han estado a la altura de nuestro rezago social, que en muchos casos sigue siendo lamentable, por ejemplo en las tasas de mortalidad materna o en
la precaria atención sanitaria a diversos grupos prioritarios, al grado tal que no cumpliremos varios de los Objetivos del Milenio definidos por la ONU para el 2015.

Pese a los atrasos y las ingentes necesidades, seguiremos en la precariedad hacendaria, y como uno de los países de menor carga tributaria del mundo. No se han dado a conocer las estimaciones oficiales del presupuesto que nuestro país requerirá en los próximos años para alcanzar un sistema completo e integrado de salud y de protección universal, para la reforma educativa, la generación de empleos y para las demás urgencias nacionales, que suponen incrementar progresivamente el gasto público, quizá incluso duplicando los niveles actuales de inversión social y de infraestructura.

Es claro que, de cumplirse el escenario previsto en las reformas, apenas mejoraríamos nuestra capacidad de financiamiento público, y que seguiríamos con una captación fiscal endeble, no solo insuficiente sino también más petrolizada. De hecho, los ingresos
tributarios aumentarían solo en poco más de un punto porcentual del PIB hacia 2018, y el resto de los ingresos adicionales previstos depende de factores externos inciertos. Para ese año continuaremos como uno de los países con menor carga fiscal en relación al producto, aun si los demás permanecen con los niveles que ahora tienen.

La reforma sería mejor si se elimina la devolución del IVA a las grandes empresas productoras de alimentos; el ISR se vuelve más progresivo con mayores tasas para segmentos de más alto ingreso; la consolidación fiscal se elimina por completo y se restringe solo a casos excepcionales; el impuesto a las ganancias de capital no tiene un régimen cedular y se acumula a los demás ingresos; se eliminan todos los tratamientos especiales a personas morales; se revisa el amparo fiscal; se anulan las facultades fiscales discrecionales del Poder Ejecutivo y se fortalecen los ingresos de estados y  municipios.

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Acerca de la propuesta hacendaria para 2014

También avanzaríamos en una mejor dirección de reforma si se adoptan medidas explícitas para hacer más eficiente la recaudación; se amplía la base fiscal con incentivos efectivos para reducir la informalidad; se erradica el trabajo precario (que no contribuye a la
seguridad social) en las grandes y medianas empresas; y, sobre todo, se acude a tributos que sí se consideran en muchas naciones, como sobre herencias y legados, transacciones financieras e impuestos al patrimonio y la propiedad, que elevarían la recaudación y tendrían un sentido redistributivo.

La parte correspondiente a la reforma energética y al régimen tributario de PEMEX que está planteada en la propuesta hacendaria debería discutirse solo hasta que se resuelva plenamente la nueva situación jurídica del sector. En todo caso, se debe buscar fortalecer a las empresas públicas.

En su sentido amplio, la reforma hacendaria tendría que haber incorporado también la revisión de la composición del gasto público, su mejor asignación a los programas prioritarios, la supresión de partidas injustificadas o de bajos resultados, la eliminación del gasto en publicidad gubernamental, la introducción de reglas más efectivas para el control presupuestal, incluyendo el del gasto federalizado, la corrección de asignaciones regresivas
que no benefician a los grupos pobres y medios, entre otros aspectos que atañen al Decreto de Presupuesto de Egresos de la Federación para 2014.

El beneficio social y productivo del incremento previsto de ingresos públicos no se aprecia suficientemente. Por un lado, las condiciones para ser beneficiario de la pensión para personas de 65 años y más, aunque están destinadas a ayudar a la población de menores
recursos, son muy restrictivas y el monto de la pensión es muy bajo. En cuanto al seguro de desempleo, aún se debaten sus fuentes de financiamiento. Tanto para la pensión como para el seguro de desempleo, es necesario revisar sus coberturas, características y montos, así como la organización institucional vinculada.

El proyecto presupuestal para 2014 mantiene la inercia de las últimas décadas. La reforma del presupuesto puede iniciarse ya, y debe ser concebida como una tarea permanente no solo del Poder Ejecutivo sino también, y quizá sobre todo, de la Cámara de Diputados, con el 

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Acerca de la propuesta hacendaria para 2014

apoyo de la Auditoría Superior de la Federación y los organismos de evaluación de las políticas.

En medio de la actual coyuntura recesiva, es adecuado que se imprima al gasto una orientación anticíclica. La adopción del criterio de equilibrio estructural de las finanzas públicas representa un paso en la dirección correcta, aunque sus reglas deben ser más
claras y sin márgenes para un posible uso discrecional por parte del Ejecutivo. El ejercicio de 2014 debería contar con más asignaciones para proyectos de infraestructura prioritaria en áreas más sensibles para la recuperación económica, debe ser más oportuno y efectivo,
y debe contar con controles más estrictos.

Ante el alcance modesto y parcial de la reforma propuesta, estimamos que será necesario adoptar nuevos cambios en los próximos años, tanto para fortalecer los ingresos como para
mejorar la orientación y la aplicación del presupuesto. La que se ha propuesto no puede ser considerada como la reforma hacendaria definitiva, pues ni está a la altura de la que requerimos ni cambia nuestras debilidades tributarias históricas.

Para generar condiciones más propicias para reformar de forma sustantiva nuestra hacienda pública, se requiere procesar un acuerdo político de mayor alcance que ponga por delante el interés nacional y no los privilegios particulares o de grupo que marcan
nuestras costumbres tributarias. Los partidos políticos deben hacerse cargo de esta tarea en virtud de su carácter de organismos de interés público, y no confundirla con sus objetivos electorales de corto plazo.

Como parte de la reforma, proponemos la realización de un ejercicio de presupuesto base cero para alinear el gasto a las prioridades nacionales y corregir inercias y distorsiones
clientelares. El presupuesto debe tener una orientación explícitamente redistributiva y promotora del empleo. En una perspectiva de largo plazo y con orientación regional, se debería lanzar un programa nacional de inversiones vinculado a los sectores de mayor rezago y también de mayor potencial detonador. El gasto corriente, por su parte, aunque debe ordenarse y ejecutarse correctamente, no puede ser satanizado pues de él dependen
muchos servicios públicos indispensables.

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Grupo Nuevo Curso de Desarrollo. UNAM.
Acerca de la propuesta hacendaria para 2014

En el centro de un nuevo pacto fiscal debe colocarse la mejora de la distribución del ingreso y la riqueza, la superación de la pobreza y el estímulo al desarrollo. En las semanas recientes lo que se ha observado en el debate hacendario, sobre todo de los representantes
de las empresas y grupos de presión, es un extremado conservadurismo político y una defensa de intereses parciales en nombre de valores que delatan la falta de solidaridad con el bienestar colectivo y el desprecio por los bienes públicos.

En tal sentido, tanto los partidos como el Congreso, pero también las instituciones académicas y los organismos ciudadanos, podemos poner en marcha una tarea política y pedagógica que propicie una verdadera reforma hacendaria.

Proponemos al Congreso de la Unión iniciar de inmediato un proceso de discusión nacional sobre los próximos pasos que deben darse para alcanzar la reforma hacendaria que necesita nuestro país, tanto en lo que se refiere a los ingresos públicos necesarios para
financiar un sistema universal de salud y protección social, como a la reforma presupuestal y el federalismo hacendario.

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Eugenio Anguiano, Ariel Buira, Cuauhtémoc Cárdenas, Rolando Cordera, Mauricio de
Maria y Campos, Carlos Heredia, Saúl Escobar, Gerardo Esquivel, Mario Luis Fuentes,
Juan Carlos Moreno, David Ibarra, Leonardo Lomelí, Ciro Murayama, Jorge Eduardo
Navarrete, Enrique Provencio, Jaime Ros, Norma Samaniego, Carlos Tello.

Para descargar el documento en su formato original y consultar otros trabajos del Grupo, ir a:
www.nuevocursodedesarrollo.unam.mx

lunes, 4 de noviembre de 2013

“LOMBARDO TOLEDANO, EL MOVIMIENTO OBRERO Y LA FUNDACIÓN DEL PARTIDO DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA” (publicado en 2006 DEH-INAH)

“LOMBARDO TOLEDANO, EL MOVIMIENTO OBRERO Y LA FUNDACIÓN DEL PARTIDO DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA” 

Saúl Escobar Toledo


Las siguientes notas forman parte de un estudio más amplio sobre el pensamiento de Revueltas y Lombardo Toledano y su impacto en el movimiento obrero y la izquierda mexicanos. En esta ocasión, el trabajo se ocupa sólo de Lombardo Toledano y tiene como propósito exponer un momento clave en la historia del país y particularmente en la evolución de sindicalismo y la oposición política marxista. Este momento se refiere a la fundación del Partido de la Revolución Mexicana (PRM) en marzo de 1938.

Como se verá en la exposición, la fundación del PRM no sólo fue un acontecimiento político de primera importancia para explicar la estabilidad política del país y la permanencia, a lo largo de las  décadas siguientes, de un régimen y de un peculiar sistema político, sino también para entender la conversión de un movimiento sindical que se expresaba de manera independiente y combativa, en un sindicalismo dócil, corporativo y antidemocrático. De igual manera, se entenderá mejor la decadencia de una alternativa de izquierda de inspiración marxista o socialista en México.

En la fundación del PRM, Lombardo Toledano jugó un papel destacado. Por ello, una parte importante de la exposición se destinará a analizar su pensamiento pues ello nos permitirá entender, por un lado, las razones que adujo para tratar de convencer a la CTM, recién formada, para que incorporara al PRM, y por otra, las condiciones objetivas que finalmente se impusieron sobre los deseos y expectativas de los dirigentes obreros.

Desde nuestro punto de vista, este análisis es importante pues en ese momento Lombardo representaba al dirigente más importante del movimiento obrero y de la izquierda en México. Su pensamiento y sus decisiones reflejaron, de manera significativa, las concepciones dominantes en la izquierda y las disyuntivas que tuvo que enfrentar. 

  1. Un movimiento obrero independiente.

Después más de una década de padecer la hegemonía de una línea colaboracionista y corrupta, encarnada en la CROM, desde la segunda parte de los años veinte pero sobre todo a principios de los años treinta se inició un proceso de recomposición  del movimiento sindical mexicano que dio lugar a una nueva organización, una línea distinta y un empuje renovado.

En 1933  “sin duda alguna”  comenzó de manera arrolladora la unificación proletaria en torno a un sindicalismo independiente,... “la tarea era rehacer la fuerza del proletariado”[1]. Se trataba de  una especie de nuevo comienzo en el que se tratarían de evitar los errores del pasado, el principal de ello, la colaboración incondicional con el gobierno.

Este movimiento tenía claro que el secreto de su subsistencia y de su fuerza, a diferencia de la CROM, radicaría en su independencia del estado.

El nuevo empuje sindicalista permitió la creación de la Central General de Obreros y Campesinos de México (CGOCM) que en su declaración de Principios  señalaba con toda claridad: “El proletariado mexicano preconiza como táctica de lucha el empleo de las armas del sindicalismo revolucionario que consiste en la acción directa de los trabajadores en las disputas económicas entre el capital y el trabajo, y en la oposición constante a toda colaboración para evitar que lo sometan a los órganos del Estado...” [2]

Durante 1934, el ímpetu de lucha de la CGOCM creció al punto de organizar exitosamente, dos huelgas generales entre febrero y julio de ese año. En diciembre celebró su Primer Congreso Ordinario reuniendo a una representación equivalente a casi 235 mil trabajadores, obreros y campesinos, lo que la convertía en la mayor organización sindical “sin ningún género de duda” [3] Con ello, el movimiento obrero contaba con una organización  fuerte e independiente del gobierno convirtiéndose así en  “la fuerza política y social más importante del país”. [4]


La elección de Lázaro Cárdenas, también en 1934, ayudó a fortalecer a este movimiento obrero independiente. Se construyó  una alianza con  el gobierno que al principio sirvió para deshacerse del callismo y al mismo tiempo avanzar en un  programa de reformas muy importantes de corte nacionalista y popular.

Ya desde su campaña, Cárdenas había dado señales de acercamiento y simpatía por este movimiento obrero renovado y belicoso. No sólo no criticaba la unificación del proletariado sino que alentaba a todo el pueblo a organizarse. De manera más contundente, en junio de 1934, poco antes de las elecciones, Cárdenas a través de Luis Rodríguez,  declaró que su gobierno “apoyaría una reforma a la Ley Federal del Trabajo para suprimir a los sindicatos blancos y minoritarios. Asimismo que apoyaría la vigencia de la cláusula de exclusión  en los contratos colectivos de trabajo para que solo encuentren ocupación los obreros sindicalizados”. [5] Estos pronunciamientos  acercaron a los dirigentes de la CGOCM y, en particular a Lombardo, con Cárdenas.

Así, tan pronto como Cárdenas asumió la presidencia, la CGOCM empezó a cambiar su discurso y proponer un acercamiento con el Ejecutivo, solicitando abrir un diálogo “para que escuche a la Confederación y atienda nuestras exigencias” [6]

La participación del movimiento obrero, en apoyo al cardenismo, dio lugar también a la creación del Comité Nacional de Defensa Proletaria  (CNDP) primero y de la CTM después, creando una fuerza organizada de gran dimensión. El Movimiento Obrero parecía triunfar no sólo en su lucha reivindicatoria sino también en su  consolidación orgánica y política.

El acercamiento entre el movimiento obrero independiente y el Presidente se haría plena realidad cuando, en junio de 1935, se produjo la ruptura entre Calles y Cárdenas. Unos cuantos días después de las declaraciones antiobreras del Jefe Máximo que provocaron el enfrentamiento con el Presidente, las principales fuerzas sindicales, incluyendo la CGOCM, la CSUM[7], los sindicatos nacionales de industria más importantes recién formados: ferrocarrileros y mineros, los electricistas y otros gremios, firmaron un pacto de Unidad que dio lugar a la creación del Comité de Defensa Proletaria.

Este proceso unitario fue posible no sólo por el acercamiento de Lombardo hacia Cárdenas sino también por la actitud del Partido Comunista que había logrado, previamente,  una influencia muy importante entre los ferrocarrileros y los petroleros y otros gremios organizados en la CSUM. Los comunistas habían rectificado su línea política y al caracterizar al gobierno cardenista como “nacional reformista” también abrieron la puerta para entablar una alianza con el régimen.

El Comité de Defensa Proletaria se concibió a sí mismo como un frente sindical que dejaba a salvo la autonomía de cada organización. El objetivo sería luchar solidariamente. En el curso de los meses siguientes el CNDP se fortalecería con la incorporación  a principios de 1936 del Sindicato Nacional de Trabajadores Petroleros y la Asociación Nacional de Trabajadores de la Educación[8]

Las huelgas se multiplicaron a fines de 1935 y principios de 1936  abarcando la industria petrolera, minera, del papel, del cemento, y el vidrio, entre otras. En febrero  otro paso más se dio en el acercamiento entre el movimiento obrero, más fuerte y unificado que antes, y el Presidente, con motivo de la huelga de Vidriera de Monterrey. Ante las quejas y amenazas patronales, Cárdenas defendió sin ambigüedades a los trabajadores e incluso la participación de los comunistas en el conflicto. Además definió su política laboral en la que subrayó la actitud del gobierno como árbitro y regulador de la vida social pero condenando severamente las actitudes patronales al punto de advertirles no proseguir con la agitación “pues esto nos puede llevar a una lucha armada”.[9] Pero no se limitó a dar un mensaje a la clase patronal. Cárdenas se dirigió a los trabajadores señalándoles que el gobierno proveería lo necesario para crear la Central Única de Trabajadores y que su gobierno no ayudaría a una organización determinada sino al conjunto del movimiento representado en la central única. El Presidente no sólo defendería a los trabajadores sino que colaboraría en su unificación. 

El mensaje desde luego fue recibido con descontento por los patrones. Por su parte, las organizaciones de los trabajadores vieron en este conflicto el momento propicio para avanzar en sus movilizaciones por la conquista de sus reivindicaciones y  fortalecer la unidad del movimiento.

Así, a fines de febrero (de 1936), se llevó a cabo al Congreso Nacional de Unificación Obrera y Campesina, convocado por el CNDP, del que surgiría la Confederación de Trabajadores de México (CTM). El Congreso se realizaba en momentos en que el Presidente  se manifestaba claramente a favor de los trabajadores, pero también en un contexto de fortalecimiento autónomo del movimiento obrero. El resultado fue  muy exitoso pues lograron reunir a representantes de 500 mil trabajadores de 2 800 sindicatos tanto los más pequeños como los grandes sindicatos nacionales de industria recién formados[10].

La creación de la CTM partió de una línea de independencia y al principio reafirmó esa línea a pesar de la alianza con Cárdenas.

Al fundarse la CTM se aprobó una resolución en la que se reiteraba la independencia de la organización respecto del poder público, haciendo un llamado al  gobierno de Cárdenas para que no se impidiera la unidad de obreros y campesinos en una sola organización y, lo más importante, llamaron a la formación de un Frente Popular Antiimperialista para luchar por la “emancipación y la verdadera autonomía de la nación mexicana”[11] La creación de la CTM dio un mayor impulso a la movilización de los trabajadores. Las huelgas se incrementaron.


2. -  El “Frente Único”  y las elecciones de 1937.

En este ambiente de movilización y triunfos obreros, en el momento en que habían demostrado, como nunca antes, un alto grado de unidad, disciplina y capacidad política, el movimiento obrero tomó una decisión que marcaría su futuro para siempre. Todo empezó en septiembre de 1936 cuando, después de la renuncia de Portes Gil a la presidencia del PNR, el nuevo dirigente lanzó un “Manifiesto a las clases proletarias” llamándolas a la lucha política bajo las siglas del partido. La oferta incluía la designación de candidatos a puestos de elección popular propuestos por los sindicatos y las organizaciones campesinas, y el compromiso de los parlamentarios elegidos bajo las siglas del PNR de promover las acciones legislativas necesarias para fortalecer al sindicalismo. En particular, el documento hablaba de promover “las reformas a la Ley Federal del Trabajo que contribuyeran a satisfacer más ampliamente las aspiraciones de la clase productora”[12].  El Manifiesto llamaba también a la formación de un frente único, el mismo que las organizaciones obreras se habían comprometido a crear desde la formación de la CTM, meses atrás.

 En octubre  de 1936, el II Consejo Nacional (de la CTM) aprobó recomendar a los sindicatos  participar en las elecciones, bajo las siglas del PNR, que se celebrarían al año siguiente, “para defender el programa de la CTM” con candidatos propios y al mismo tiempo decidió constituir el Frente Popular Nacional con todos los sectores obreros, campesinos y políticos del país, un frente ajeno a “los sectarismos de ideología, de partido y de gremio” y en el que “los asuntos de política electoral estarían fuera del programa”. Según Valentín Campa…”los principales sindicatos industriales y muchas centrales de los estados se pronunciaron contra la orientación que se le daba al consejo, pero al final la votación favoreció por un pequeñísimo margen a Lombardo. De inmediato, las delegaciones de muchas agrupaciones, entre ellas los sindicatos ferrocarrileros, electricistas, petroleros y otros, hicieron constar que no consideraban obligatorio ese acuerdo y que mantenían la norma de no participar en política electoral…”[13]

 En noviembre Lombardo invitaba, como secretario general de la CTM, al PNR y al Partido Comunista, así como a la CNC a formar el Frente Popular, bajo un programa que incluía el apoyo al gobierno de Cárdenas y el cumplimiento integral de los artículos 27, 28  y 123 constitucionales, entre otras cosas.

Aunque la alianza electoral entre la CTM y el PNR, y la propuesta de Frente Popular parecían propuestas distintas pues en el segundo caso no se incluían “asuntos políticos electorales”, en los hechos la justificación para aceptar la propuesta del PNR fue justificada con las mismas razones que sustentaban la idea de creación del Frente. Así, en febrero de 1937 se consolidó la alianza electoral entre la CTM, la CCM (Confederación Campesina Mexicana) y el PNR mediante la cual el Partido se comprometía a lanzar los candidatos propuestos por las organizaciones de obreros y campesinos. A pesar de reticencias previas, expresadas por Campa y otros líderes obreros, el Partido Comunista también vio con agrado esta apertura y decidió participar en ese “vasto frente electoral”, pero fue vetado por la cúpula del partido oficial.

Las elecciones para renovar la Cámara de Diputados se celebraron bajo la alianza electoral del PNR con las organizaciones obreras y campesinas y aparentemente todos quedaron satisfechos de los resultados. En diciembre, el Presidente Cárdenas, alentado por esta experiencia decidió dar un paso más que resultaría definitivo: la reorganización del PNR para incorporar a los sectores obrero, campesino, militar y popular. El mandatario propuso “... que el Partido Nacional Revolucionario se transforme en un partido de trabajadores en el que el derecho y la opinión de las mayorías sean la norma fundamental de su propósito...”[14].

Ante este llamado, la CTM abandonó su discurso previo, que subrayaba la independencia del movimiento obrero. Motivado por los resultados electorales, aceptó los términos del Presidente y por fin aceptó sin ambages que la reestructuración del PNR era la realización del Frente Popular. Así, en enero de 1938 llamó a su Consejo Extraordinario para definir la participación de las organizaciones obreras en el nuevo partido. En esa ocasión Lombardo, sin ningún rubor afirmó que “la iniciativa de Cárdenas de transformar el PNR en un Partido del Pueblo Mexicano es nuestra obra..., es la realización de nuestros propósitos, es el cumplimiento de nuestras luchas, es el reconocimiento de la legitimidad de nuestra práctica y de nuestra línea de conducta”. Pero quizás para guardar un poco las formas aseguró también que “los sectores que participarían en el nuevo partido debían conservar  plena autonomía  y que las organizaciones sindicales como tales mantendrían su personalidad íntegra sin perder de vista sus programas específicos”[15].

La verdad es que el nuevo discurso de Lombardo  contradecía toda la teoría sindical que el Maestro había sistematizado y  que había permitido el renacimiento del sindicalismo mexicano a principios de la década, basada en los tres principios ahora relegados: lucha de clases, democracia sindical, e independencia frente al gobierno. Principios que no sólo representaron una crítica y un deslinde con el período cromista, pues también habían permitido al sindicalismo convertirse en un factor de cambio real en la historia de México.

El nuevo partido, el PRM se fundó el 30 de marzo, apenas unos días después de la nacionalización  de la industria petrolera, lo que seguramente confirmó a Lombardo la justeza de sus planteamientos en el sentido de que la unidad era indispensable para hacer frente al imperialismo.

Años más tarde, Lombardo llegó a firmar que: “la resolución de agrupar a todas las fuerzas políticas del país en un frente popular mexicano... no llegó a realizarse en la forma propuesta porque fue menester en la semana misma de la expropiación de las empresas petroleras unir a las fuerzas determinantes de la vida nacional en un pacto del cual surgió el Partido de la Revolución Mexicana, más que como un partido político permanente como una alianza para evitar un golpe de Estado en contra del gobierno constitucional, y la intervención de fuerzas extrañas en la vida de México...”[16].

Como se vería más tarde, sin embargo, la consolidación del PRM como partido hegemónico llevaría al sindicalismo a una rigidez extrema en su vida interna. Protegidos por el gobierno, las leyes y las instituciones laborales, los dirigentes sindicales  no admitieron ni toleraron la competencia democrática. El gobierno, a su vez, no aceptaría la oposición política dentro del sindicalismo. El movimiento adquirió una naturaleza profundamente antidemocrática.

Finalmente, el pragmatismo, la  dependencia del gobierno y su estructura antidemocrática adquirieron un tinte ideológico que permitiría disfrazar su acción política. En lugar de la lucha de clases tomaron como consigna la unidad nacional.

Así,  los tres principios originales proclamados por Lombardo para fundar el nuevo sindicalismo y que habían permitido llevar al movimiento obrero a la cima de su fuerza, unidad y capacidad de lucha, fueron definitivamente olvidados.



3 - El discurso lombardista.

Lombardo era, en el momento de la fundación del PRM, el dirigente obrero más importante del país y uno de los intelectuales marxistas más destacados[17]. Había sido uno de los principales promotores de la UGOCM y representaba por lo tanto la ideología del  nuevo movimiento obrero surgido en los primeros años treinta en oposición a la corrupción del sindicalismo cromista.

Lombardo no sólo llamó constantemente a desechar la corrupción y el colaboracionismo con el Estado. También le dio una propuesta, un proyecto que permitió  a  la izquierda marxista  adoptar una estrategia  en la lucha por el poder. Para poder sustentar este proyecto, Lombardo tuvo que hacer una valoración de la Revolución Mexicana.

A principios de 1930, para Lombardo, la revolución estaba en “bancarrota”, es decir había fracasado o estaba prácticamente muerta.  A tal punto que se había instaurado ya en México un neoporfirismo. Según Lombardo, el régimen feudal porfirista, permanecía en 1932,  de pie, íntegro, completo.

 Las razones eran:

Olvido de las ideas revolucionarias; prevaricación en la conducta y en el discurso de los hombres que acaudillan la revolución, hambre creciente de las masas, aumento de los desocupados, confusión cada vez mayor respecto del programa, y como consecuencia de estos tres hechos centrales, el aumento de la farsa de la vida pública en México[18]

La principal responsable de este estado de cosas tan lamentable era  la clase política que dirigía al país:

“La ola de corrupción, el envilecimiento, llega a tal grado que en todos los ámbitos de la República, el cohecho, el peculado, las prevaricaciones, todos los delitos que pueden ser cometidos por los funcionarios se realizan hasta llegar a constituir un verdadero modus vivendi que nunca jamás en los últimos treinta años  habíamos llegado a este estado de disolución moral... la situación de la burocracia organizada llamada Partido Nacional Revolucionario es una situación de desvergüenza completa[19]

Lombardo plantea dos hipótesis para caracterizar esta bancarrota revolucionaria: una, la teoría de la revolución interrumpida[20]; y dos, la existencia de un partido de estado[21] (85).

Debido a lo primero, la revolución había sufrido un retraso mental, había perdido su capacidad transformadora y se había convertido en fuerza organizada jurídicamente para proteger las instituciones.

Gracias a lo segundo, el sufragio universal había muerto y no había en México un poder legislativo democrático sino supeditado; lo mismo sucedía con la soberanía de las entidades y con la autonomía del Poder Judicial. Todos estaban atados o controlados por el partido de Estado.

Por ello, concluía Lombardo, ya no se podía esperar nada del poder público, es decir no había ninguna posibilidad de una alianza con el gobierno para transformar al país o para hacer avanzar la Revolución.

Desligarse del régimen implicaba, según Lombardo,  en primer lugar, para la clase obrera, construir un programa radical y rehacer su ideología.  Este programa radical, sin embargo, aunque se proponía la transformación del régimen burgués, no proponía la dictadura del proletariado, ni la revolución  socialista para México, pues   se requería una etapa intermedia: pasar de la época semi feudal en que vivimos a la época de la organización capitalista contemporánea para llegar a la dictadura del proletariado

Para sacar al país del semifeudalismo sin embargo había que poner al servicio de  la máquina del estado, aunque no de los próceres del PNR, al capital privado nacional e internacional.

Así pues Lombardo veía con plena lucidez al régimen de la Revolución. Y concluía, también con claridad, la necesidad de que el proletariado  se enfrentara al gobierno en una lucha entre contra el inmovilismo, la corrupción y la defensa de los privilegios. El nuevo movimiento obrero, tendría que basarse entonces en tres principios: lucha de clases, democracia sindical, e independencia frente al gobierno.

Sin embargo, los acontecimientos que se sucedieron en México, con el arribo de Cárdenas a la Presidencia de la República, particularmente entre 1935 y 1938, no sólo hicieron cambiar la visión de Lombardo sobre la Revolución sino también la estrategia general de la lucha proletaria.


Así, a fines de 1937, para Lombardo, la reforma Agraria cardenista avanzaba por el camino correcto pues, según él mismo lo había planteado, se estaba superando gracias a ella, la etapa feudalista del país:

“La trayectoria es clara: la futura economía nacional se apoyará en la producción de ejidos, organizados en una gran asociación de trabajadores sin amos, superando la tradicional hacienda mexicana con el empleo de maquinaria moderna y de todos los recursos de la técnica, que borrará para siempre la fisonomía feudal del país”[22]

Este nuevo empuje revolucionario significaba  un reinicio, un nuevo comienzo. “La Revolución Mexicana se encuentra ahora en una situación parecida a la que se encontraba antes de la expedición de la Constitución de 1917 “   decía Lombardo en 1938. Un despertar de ese proceso que, en los años previos, se había corrompido a tal grado que había terminado con toda esperanza de cambio.

Posteriormente, la expropiación petrolera terminó por convencer a Lombardo de este nuevo comienzo, pues la Revolución ahora también realizaba un acto fundador que permitía “conquistar la soberanía económica de México”

“La Revolución adquiere, por la primera vez en la historia, un sentido profundamente nacionalista...: lucha por la emancipación real de nuestro país, por el respeto a nuestras instituciones... de las fuerzas del exterior.. La expropiación petrolera nos está indicando la incalculable trascendencia de este aspecto de la Revolución Mexicana”.[23]

La nueva vitalidad del proceso revolucionario llevó a Lombardo al extremo de pensar que la creación del PRM era también parte de ese nuevo impulso. Así, sin ningún tapujo, Lombardo llegó a afirmar, en el acto de fundación del PRM, que

“El nacimiento del Partido (de la Revolución Mexicana) es la consecuencia natural, histórica del proceso mismo de la Revolución Mexicana, y del proceso también de la Revolución Social que no termina” y que “la Revolución produce un genuino partido del pueblo, no es un partido que se crea burocráticamente desde arriba para servirle a un caudillo, sino un partido que nace de la tierra, desde abajo para servirle al pueblo”.[24]

La verdad era otra: el PRM no había surgido, como el Comité de Defensa Proletaria, años atrás, de un proceso unitario de las organizaciones obreras o campesinas, sino de un llamado del Presidente Cárdenas avalado por la dirección del viejo PNR. Es probable que la intención del General pudo haber sido crear un instrumento político capaz de apoyar el proceso reformista y unificar en él a las fuerzas obreras y campesinas que no habían concurrido a la fundación del PNR en 1929 y que ahora habían apoyado la obra gubernamental. Pero ello no modificaba un hecho crucial: el PRM se creaba desde el poder tal como había sucedido con el llamado de Calles a formar el PNR casi diez años atrás.

Lombardo cambió entonces su visión estratégica. El movimiento obrero, había señalado, debía mantener tres principios fundamentales: lucha de clases, democracia sindical e independencia frente al gobierno. El apoyo a la creación del PRM vulneraba estos tres principios y, en los hechos significó un viraje radical. Ahora Lombardo aceptaba la unidad del movimiento obrero con el partido del gobierno.

Para justificar esta unidad, Lombardo propuso que el PRM debería cumplir dos metas.

“Dos son las ideas fundamentales que la clase trabajadora desea ver presidiendo el estatuto del nuevo Partido de la Revolución: primero, la alianza de los sectores revolucionarios de México: obreros, campesinos trabajadores manuales, trabajadores intelectuales, miembros del Ejército, mujeres, jóvenes, todo el pueblo de México”.

Y, segundo, 

“El respeto verdadero al sufragio de los sectores organizados... El respeto real al voto del pueblo mexicano. Ya estamos hartos de mugre y de farsas político electorales… Y este anhelo se conquista estableciendo en el estatuto el principio de la democracia funcional permanente, garantía del voto del pueblo… Queremos que, permanentemente, de acuerdo con su representación funcional, haya siempre en todas partes del país campesinos, obreros, mujeres, jóvenes, todos los que trabajan en alguna actividad, en las legislaturas de los estados, en el Congreso de la Unión, en los gobiernos locales”[25]

Es decir, Lombardo aceptaba ahora que la búsqueda de posiciones políticas para el movimiento obrero debería ser parte de su estrategia central.

Es difícil explicar este cambio sólo por la necesidad de respaldar al Presidente Cárdenas aun y cuando el momento político era muy delicado por las repercusiones de la expropiación petrolera.

Lo cierto es que, a partir de entonces, Lombardo empieza a elaborar un discurso distinto, más ambiguo en referencia al gobierno,  la revolución mexicana y las tareas del movimiento obrero. La Revolución Mexicana fue, en la construcción del discurso lombardista, ya no sólo un movimiento popular, sino también obra de gobierno. Por eso Lombardo decía años después, en 1946-8:

La izquierda “debe apoyar las acciones y políticas del PRI y del gobierno que sean positivas por sus consecuencias revolucionarias y se opondrá a las que tenga implicaciones negativas”. [26](158)

Lombardo destaca entonces la existencia de “aliados” dentro del gobierno, esto es, un ala progresista dentro del PRI que eventualmente rompería con el sector conservador para unirse a las izquierdas.

Después de 1938,  Lombardo perdió rápidamente terreno dentro de la burocracia sindical y como líder del movimiento obrero. Asimismo, la posibilidad de unificar a la izquierda fuera del PRM se complicó cada vez más como se demostró en 1946 cuando se citó a una serie de Mesas Redondas sobre este tema. Dos años después Lombardo llama a la fundación  del Partido Popular. Casi al mismo tiempo, se forman nuevas centrales y frentes sindicales para resistir la política anti obrera de Miguel Alemán.

Estos esfuerzos, sin embargo, no fueron duraderos ni suficientes.  Los sindicatos independientes fueron descabezados y se afianzó el charrismo sindical, bautizado así desde la instauración de Jesús Díaz de León, el  Charro, en la dirección del sindicato ferrocarrilero en 1948. Por su parte, el PP surgiría sin el consenso de una parte de la izquierda, particularmente de los comunistas y sin lograr tampoco atraer a otros sectores progresistas más moderados de dentro o de fuera del PRI.
 
El  aislamiento y debilidad de Lombardo lo llevaría, poco después, a convertirse en un predicador del socialismo a la mexicana o de un  marxismo criollo que llegó a confundir las tesis de la izquierda con el discurso de la Revolución Mexicana. De igual manera, logró debilitar  la crítica opositora a los gobiernos del PRI. Tal como dice uno de sus biógrafos:

“Cuando comparamos los conceptos de Lombardo sobre la táctica y la estrategia con lo que el PPS hace en la práctica, sin embargo, encontramos que Lombardo y el PPS no aplican del todo la táctica que proclaman. Lombardo ha mitigado el peso de su crítica, limitando la frecuencia con las que las hace. Además, el PPS pone mayor énfasis en la realización de un programa de reformas concretas en alianza con los elementos progresistas del PRI. Esta táctica hace  que Lombardo y el PPS aparezcan muy moderados y cautelosos a los ojos de muchos mexicanos”[27]

Años después,  el PPS se convertiría en un partido que aceptó posiciones políticas marginales a cambio de apoyar al PRI en varias elecciones presidenciales.

A partir de 1938, Lombardo vive una decadencia permanente desde el punto de vista intelectual y político. Muere en 1968, justo cuando estallaba en el país un movimiento que ponía bajo un juicio severo a los gobiernos pos revolucionarios.  Lombardo no sólo no lo entendió sino que reaccionó agresivamente contra él; significativamente, ese movimiento había levantado las ideas que él mismo había sostenido a principios de los treintas, lucha de clases, democracia sindical, independencia frente al gobierno. 

3. - La izquierda mexicana, la unidad nacional y la Revolución Mexicana.

El viraje de Lombardo y del movimiento obrero mexicano en 1937 -38, tuvo un impacto muy importante en el futuro de la izquierda y del sindicalismo mexicanos. Al dejar de sostener la línea de independencia frente al gobierno que le había dado fortaleza y prestigio al principio de la década, y cambiarla por el de la participación en las elecciones en alianza con el PNR y luego aceptar  concurrir en la creación del PRM, se abrió la puerta a un cambio ideológico y político y se fortaleció a las corrientes burocráticas del movimiento sindical.

El viraje desde el punto de vista ideológico se expresó en una caracterización de los gobiernos y de la Revolución  Mexicana distinta a la que se sostuvo durante el maximato. Si en ese momento Lombardo había expresado la  bancarrota de la Revolución, con Cárdenas planteó la tesis de un nuevo comienzo. Lo más importantes es que se dejó de considerar a la Revolución como un movimiento social y se le caracterizó como la obra del gobierno en turno.

Al viraje ideológico correspondió un cambio político. Al entrar a la disputa de los puestos de elección popular y al incorporarse a la fundación del PRM, el movimiento obrero, un sector relevante de la izquierda y Lombardo, dejaron de sostener  una alianza con el gobierno y adoptaron  un esquema de subordinación. Ello a su vez permitió que la corriente burocrática de Fidel Velázquez se apropiara de la CTM y excluyera a la izquierda: primero sacó a los comunistas y después al propio Lombardo, su fundador y principal ideólogo y dirigente. Consecuentemente, el movimiento obrero adoptó una línea de colaboración con el gobierno y se desmovilizó. Ello condujo también a un control antidemocrático del sindicalismo que pocos años después se volvería abiertamente represivo en  contra de cualquier disidencia interna.

Por su parte, Lombardo y un sector de la izquierda optaron por una política de apoyo crítico al gobierno que en la práctica se convirtió en una actitud cada vez más conciliadora. Después del relevo presidencial de Miguel Alemán (1952), esta actitud se agudizó   al  pactarse  alianzas electorales que prácticamente borraron las diferencias políticas entre la oposición de izquierda, el   PPS, y el PRI.

Las razones del viraje de 1937 – 38 que, según nosotros, inicia la decadencia del movimiento obrero y de la izquierda mexicana, se encuentran en tres niveles:

El primero, la coyuntura política determinada por las presiones internacionales debidas a la expropiación petrolera, lo que apresuró al Presidente Cárdenas a llamar a un frente común que respaldara su gobierno y evitara conflictos sociales. La creación de un frente común se hizo más evidente con el estallido de la guerra mundial y la necesidad de hacer causa común frente a la amenaza fascista.

El segundo se ubica en la existencia de una burocracia sindical que impuso su fuerza sobre las corrientes lombardistas y comunistas en el control del aparato sindical. Quizás lo que sucedió fue que Lombardo se tuvo que plegar a una burocracia sindical deseosa de participar en el reparto del poder, aquella que se había impuesto en la fundación de la CTM y cuyo miembro más prominente era Fidel Velázquez.

La ruptura con este grupo hubiera llevado al apoyo de Lombardo a los comunistas, a la escisión de la CTM, y a un proceso de radicalización obrera que Lombardo no estuvo dispuesto a enfrentar.

Muchos dirigentes sindicales estaban deseos de aceptar el llamado a unirse al PRM sobre todo después de las ganancias políticas que había dejado la elección de 1937. Por su parte, los comunistas,  la única oposición realmente existente, ya habían aceptado y aceptarían cosas peores, no por convicción sino obligados por la disciplina de Moscú.

La derrota de la izquierda, sin embargo, no se debió a la falta de apoyo de importantes dirigencias obreras que simpatizaban con las posiciones de Lombardo y/o de los comunistas y que concurrieron a la formación de la CTM, sino a su división interna. Lombardo y los comunistas nunca se tuvieron confianza ni se propusieron los mismos métodos ni objetivos, a pesar de su filiación marxista e incluso su aceptación de las tesis de la Komintern y de PCUS.

Esta división, junto con las vacilaciones de Lombardo para romper con el ala burocrática de la CTM, resultaron funestas para la sobrevivencia de una alternativa independiente dentro del movimiento obrero mexicano.

El tercer asunto tiene que ver con la disputa ideológica de la Revolución Mexicana. Después del cardenismo, la Revolución se convirtió en discurso oficial. Antes, ni Obregón ni Calles habían  logrado hacer coincidir las metas de sus gobiernos con las causas de la Revolución. Para muchos, la revolución se había interrumpido  o francamente había sido traicionada por los gobiernos del período  que va de 1920 a 1934.  El reformismo cardenista, sin embargo, les proporcionó legitimidad y programa a los gobiernos que le sucedieron, los que gracias a ello pudieron apropiarse del discurso revolucionario. 

La izquierda mexicana y en particular Lombardo, intentaron participar en  esta disputa ideológica. Durante el maximato, el discurso lombardista, al señalar que el “camino está a la izquierda” identificaba claramente las reivindicaciones populares insatisfechas con las causas de la Revolución. Ello,  frente a la corrupción, el abandono y la indefinición gubernamentales, dejaba en claro que el rescate de los objetivos   del movimiento armado de 1917 dependería de la capacidad de organización y lucha del pueblo, mientras que el gobierno había definitivamente claudicado

Después, cuando el gobierno de Cárdenas  retomó esas reivindicaciones se planteó una alianza con “objetivos comunes” entre el sindicalismo y el gobierno. Esta alianza no pudo mantenerse debido a la renuncia del movimiento sindical a mantener su autonomía orgánica y política. Al integrarse al PRM, cambió la alianza por un proceso de subordinación. Por ello,  al final del sexenio, Lombardo se vio ante la disyuntiva de romper con la ideología de la Revolución Mexicana,  ahora vuelta discurso oficial, o bien reinterpretarla  desde una visión de izquierda o marxista para justificar su vigencia. La opción por esto último explicaría la fórmula lombardista de apoyar las políticas progresistas del gobierno y criticar sus desviaciones. Se puede así  entender también su ambigüedad ideológica y su temor a enfrentarse abiertamente al gobierno. Sin el ropaje ideológico de la Revolución Mexicana, Lombardo y una parte de la izquierda mexicana probablemente se hubieran sentido  desnudos, sin legitimidad histórica para actuar en la vida política del país.

En cambio, al aceptar la legitimidad revolucionaria de los gobiernos post – cardenistas, Lombardo aceptó también una nueva interpretación de la historia. Con ello, fue devorado ideológicamente por el discurso de la Revolución Mexicana y, de esta manera,  la izquierda y, sobre todo Lombardo, iniciaron un proceso de decadencia intelectual y política que duró muchos años.



[1] Córdova, Arnaldo, Op. cit.  p. 160
[2] Córdova, .. op. cit. p.166
[3] Córdova, A. op. cit. p. 208
[4] Córdova, A. op. cit.  p.216
[5] Córdova, A., op. cit. p. 228
[6] Córdova, A. op. cit. p. 234
[7] Confederación Sindical Unitaria de México. Su fundación tuvo lugar “el 26 de enero de 1929 en el Distrito Federal, con la participación de la dirección de la Liga Nacional Campesina, el Bloque Obrero Campesino y todos los sindicatos independientes que existían”. Cf, Campa, Valentín, Mi Testimonio. Memorias de un comunista mexicano. Ediciones de Cultura Popular, México, 1985,  p.45

[8] León, Samuel e Ignacio Marván. En el Cardenismo. La clase obrera en la historia de México, t. 10. Siglo XXI Editores, México, 1985, p. 92.
[9] El discurso puede verse competo en Cárdenas, Lázaro. Palabras y Documentos públicos, T. I. Mensajes, discursos, declaraciones, entrevistas y otros documentos (1928 – 1940). Siglo XXI, México, 1978.
[10] León, Samuel e Ignacio Marván. En el Cardenismo. La clase obrera en la historia de México, t. 10. Siglo XXI Editores, México, 1985,   p.144
[11] León, Samuel e I. Marván, op. cit. p.193
[12] León, Samuel e I. Marván, op. cit.,   p.253
[13] Campa. , Valentín, Mi Testimonio. Memorias de un comunista mexicano. Ediciones de Cultura Popular, México, 1985, p. 126.  
[14] León, Samuel e I. Marván, op. cit.  p.289
[15] Op. cit. p.291-2
[16] Lombardo Toledano, Vicente Teoría y Práctica del Movimiento Sindical mexicano. Universidad Obrera de México, México, 1981, p. 77.
[17] Vicente Lombardo Toledano había nacido en 1894. Su militancia sindical se inició en 1918, al asistir, como representante de la Universidad Popular al Congreso obrero de Saltillo, Coahuila  organizado por  la CROM. Posteriormente, en 1920, organizaría el primer sindicato de maestros.  En 1923, Lombardo se convirtió en miembro del comité central de la CROM y  en 1927 fue secretario general de la Federación Nacional de Maestros. Por otro lado,  a finales de los años veinte Lombardo se dedicó a un estudio exhaustivo de los escritos de Marx, Engels, Lenin y otros, y para 1930, se consideraba a sí mismo un materialista dialéctico. Cf. Millon, Robert Paul. “Mexican marxist Vicente Lombardo Toledano” The University of North Carolina Press – Chapel Hill, 1966


[18] “La Bancarrota de la revolución” en Lombardo Toledano, Vicente. La Revolución Mexicana, t. I 1921 – 1967. Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México, 1988, p. 49
[19] Lombardo Toledano, Op. Cit. p. 54
[20] Cf. “La revolución Mexicana está detenida … porque no se hizo de ella un movimiento de transformación ininterrumpida”. “El camino está a la izquierda” en Lombardo Toledano, V. op. cit. p. 68.
[21] “Ha muerto el régimen legislativo democrático, por estar supeditados todos los miembros del Congreso al Partido de Estado”, cf. “Lo que vive y lo que ha muerto de la Constitución de 1917” en Lombardo Toledano, V., op. cit. p. 85
[22] “El veinte de noviembre”, en Lombardo Toledano, V., Op. cit. p. 111
[23] “El Partido de la Revolución Mexicana”, en Lombardo Toledano, V., op. cit. p. 121
[24] Ibid.  p. 123
[25] Ibid. P. 124
[26] “Un nuevo partido”, cit. por  Millon, Robert P., op.cit. p. 158
[27] Mello, Robert P., Op.Cit. p. 192.