“LOMBARDO TOLEDANO, EL
MOVIMIENTO OBRERO Y LA FUNDACIÓN DEL PARTIDO DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA”
Saúl Escobar Toledo
Las siguientes notas forman parte de un estudio más
amplio sobre el pensamiento de Revueltas y Lombardo Toledano y su impacto en el
movimiento obrero y la izquierda mexicanos. En esta ocasión, el trabajo se
ocupa sólo de Lombardo Toledano y tiene como propósito exponer un momento clave
en la historia del país y particularmente en la evolución de sindicalismo y la
oposición política marxista. Este momento se refiere a la fundación del Partido
de la Revolución Mexicana (PRM) en marzo de 1938.
Como se verá en la exposición, la fundación del PRM
no sólo fue un acontecimiento político de primera importancia para explicar la
estabilidad política del país y la permanencia, a lo largo de las décadas siguientes, de un régimen y de un
peculiar sistema político, sino también para entender la conversión de un
movimiento sindical que se expresaba de manera independiente y combativa, en un
sindicalismo dócil, corporativo y antidemocrático. De igual manera, se
entenderá mejor la decadencia de una alternativa de izquierda de inspiración
marxista o socialista en México.
En la fundación del PRM, Lombardo Toledano jugó un
papel destacado. Por ello, una parte importante de la exposición se destinará a
analizar su pensamiento pues ello nos permitirá entender, por un lado, las
razones que adujo para tratar de convencer a la CTM, recién formada, para que
incorporara al PRM, y por otra, las condiciones objetivas que finalmente se
impusieron sobre los deseos y expectativas de los dirigentes obreros.
Desde nuestro punto de vista, este análisis es
importante pues en ese momento Lombardo representaba al dirigente más
importante del movimiento obrero y de la izquierda en México. Su pensamiento y
sus decisiones reflejaron, de manera significativa, las concepciones dominantes
en la izquierda y las disyuntivas que tuvo que enfrentar.
- Un movimiento obrero
independiente.
Después
más de una década de padecer la hegemonía de una línea colaboracionista y
corrupta, encarnada en la CROM, desde la segunda parte de los años veinte pero
sobre todo a principios de los años treinta se inició un proceso de
recomposición del movimiento sindical
mexicano que dio lugar a una nueva organización, una línea distinta y un empuje
renovado.
En
1933 “sin duda alguna” comenzó de manera arrolladora la unificación
proletaria en torno a un sindicalismo independiente,... “la tarea era rehacer
la fuerza del proletariado”[1].
Se trataba de una especie de nuevo
comienzo en el que se tratarían de evitar los errores del pasado, el principal
de ello, la colaboración incondicional con el gobierno.
Este
movimiento tenía claro que el secreto de su subsistencia y de su fuerza, a
diferencia de la CROM, radicaría en su independencia del estado.
El
nuevo empuje sindicalista permitió la creación de la Central General de Obreros
y Campesinos de México (CGOCM) que en su declaración de Principios señalaba con toda claridad: “El proletariado
mexicano preconiza como táctica de lucha el empleo de las armas del
sindicalismo revolucionario que consiste en la acción directa de los
trabajadores en las disputas económicas entre el capital y el trabajo, y en la
oposición constante a toda colaboración para evitar que lo sometan a los
órganos del Estado...” [2]
Durante
1934, el ímpetu de lucha de la CGOCM creció al punto de organizar exitosamente,
dos huelgas generales entre febrero y julio de ese año. En diciembre celebró su
Primer Congreso Ordinario reuniendo a una representación equivalente a casi 235
mil trabajadores, obreros y campesinos, lo que la convertía en la mayor organización
sindical “sin ningún género de duda” [3]
Con ello, el movimiento obrero contaba con una organización fuerte e independiente del gobierno
convirtiéndose así en “la fuerza
política y social más importante del país”. [4]
La
elección de Lázaro Cárdenas, también en 1934, ayudó a fortalecer a este
movimiento obrero independiente. Se construyó
una alianza con el gobierno que
al principio sirvió para deshacerse del callismo y al mismo tiempo avanzar en
un programa de reformas muy importantes
de corte nacionalista y popular.
Ya
desde su campaña, Cárdenas había dado señales de acercamiento y simpatía por
este movimiento obrero renovado y belicoso. No sólo no criticaba la unificación
del proletariado sino que alentaba a todo el pueblo a organizarse. De manera
más contundente, en junio de 1934, poco antes de las elecciones, Cárdenas a
través de Luis Rodríguez, declaró que su
gobierno “apoyaría una reforma a la Ley Federal del Trabajo para suprimir a los
sindicatos blancos y minoritarios. Asimismo que apoyaría la vigencia de la cláusula
de exclusión en los contratos colectivos
de trabajo para que solo encuentren ocupación los obreros sindicalizados”. [5]
Estos pronunciamientos acercaron a los
dirigentes de la CGOCM y, en particular a Lombardo, con Cárdenas.
Así,
tan pronto como Cárdenas asumió la presidencia, la CGOCM empezó a cambiar su
discurso y proponer un acercamiento con el Ejecutivo, solicitando abrir un
diálogo “para que escuche a la Confederación y atienda nuestras exigencias” [6].
La
participación del movimiento obrero, en apoyo al cardenismo, dio lugar también
a la creación del Comité Nacional de Defensa Proletaria (CNDP) primero y de la CTM después, creando
una fuerza organizada de gran dimensión. El Movimiento Obrero parecía triunfar
no sólo en su lucha reivindicatoria sino también en su consolidación orgánica y política.
El acercamiento entre el movimiento obrero
independiente y el Presidente se haría plena realidad cuando, en junio de 1935,
se produjo la ruptura entre Calles y Cárdenas. Unos cuantos días después de las
declaraciones antiobreras del Jefe Máximo que provocaron el enfrentamiento con
el Presidente, las principales fuerzas sindicales, incluyendo la CGOCM, la CSUM, los sindicatos nacionales
de industria más importantes recién formados: ferrocarrileros y mineros, los
electricistas y otros gremios, firmaron un pacto de Unidad que dio lugar a la
creación del Comité de Defensa Proletaria.
Este proceso unitario fue posible no sólo por el
acercamiento de Lombardo hacia Cárdenas sino también por la actitud del Partido
Comunista que había logrado, previamente,
una influencia muy importante entre los ferrocarrileros y los petroleros
y otros gremios organizados en la CSUM. Los comunistas habían rectificado su
línea política y al caracterizar al gobierno cardenista como “nacional
reformista” también abrieron la puerta para entablar una alianza con el
régimen.
El
Comité de Defensa Proletaria se concibió a sí mismo como un frente sindical que
dejaba a salvo la autonomía de cada organización. El objetivo sería luchar
solidariamente. En el curso de los meses siguientes el CNDP se fortalecería con
la incorporación a principios de 1936
del Sindicato Nacional de Trabajadores Petroleros y la Asociación Nacional de
Trabajadores de la Educación[8]
Las
huelgas se multiplicaron a fines de 1935 y principios de 1936 abarcando la industria petrolera, minera, del
papel, del cemento, y el vidrio, entre otras. En febrero otro paso más se dio en el acercamiento entre
el movimiento obrero, más fuerte y unificado que antes, y el Presidente, con
motivo de la huelga de Vidriera de Monterrey. Ante las quejas y amenazas
patronales, Cárdenas defendió sin ambigüedades a los trabajadores e incluso la
participación de los comunistas en el conflicto. Además definió su política
laboral en la que subrayó la actitud del gobierno como árbitro y regulador de
la vida social pero condenando severamente las actitudes patronales al punto de
advertirles no proseguir con la agitación “pues esto nos puede llevar a una
lucha armada”.[9] Pero no
se limitó a dar un mensaje a la clase patronal. Cárdenas se dirigió a los
trabajadores señalándoles que el gobierno proveería lo necesario para crear la
Central Única de Trabajadores y que su gobierno no ayudaría a una organización
determinada sino al conjunto del movimiento representado en la central única.
El Presidente no sólo defendería a los trabajadores sino que colaboraría en su
unificación.
El
mensaje desde luego fue recibido con descontento por los patrones. Por su
parte, las organizaciones de los trabajadores vieron en este conflicto el
momento propicio para avanzar en sus movilizaciones por la conquista de sus
reivindicaciones y fortalecer la unidad
del movimiento.
Así, a fines de febrero (de 1936), se llevó a cabo
al Congreso Nacional de Unificación Obrera y Campesina, convocado por el CNDP,
del que surgiría la Confederación de Trabajadores de México (CTM). El Congreso
se realizaba en momentos en que el Presidente
se manifestaba claramente a favor de los trabajadores, pero también en
un contexto de fortalecimiento autónomo del movimiento obrero. El resultado
fue muy exitoso pues lograron reunir a
representantes de 500 mil trabajadores de 2 800 sindicatos tanto los más
pequeños como los grandes sindicatos nacionales de industria recién formados[10].
La
creación de la CTM partió de una línea de independencia y al principio reafirmó
esa línea a pesar de la alianza con Cárdenas.
Al fundarse la CTM se aprobó una resolución en la
que se reiteraba la independencia de la organización respecto del poder
público, haciendo un llamado al gobierno
de Cárdenas para que no se impidiera la unidad de obreros y campesinos en una
sola organización y, lo más importante, llamaron a la formación de un Frente
Popular Antiimperialista para luchar por la “emancipación y la verdadera
autonomía de la nación mexicana”[11] La
creación de la CTM dio un mayor impulso a la movilización de los trabajadores.
Las huelgas se incrementaron.
2.
- El “Frente Único” y las elecciones de 1937.
En este ambiente de movilización y triunfos obreros,
en el momento en que habían demostrado, como nunca antes, un alto grado de
unidad, disciplina y capacidad política, el movimiento obrero tomó una decisión
que marcaría su futuro para siempre. Todo empezó en
septiembre de 1936 cuando, después de la renuncia de Portes Gil a la
presidencia del PNR, el nuevo dirigente lanzó un “Manifiesto a las clases
proletarias” llamándolas a la lucha política bajo las siglas del partido. La
oferta incluía la designación de candidatos a puestos de elección popular
propuestos por los sindicatos y las organizaciones campesinas, y el compromiso
de los parlamentarios elegidos bajo las siglas del PNR de promover las acciones
legislativas necesarias para fortalecer al sindicalismo. En particular, el
documento hablaba de promover “las reformas a la Ley Federal del Trabajo que
contribuyeran a satisfacer más ampliamente las aspiraciones de la clase
productora”[12]. El Manifiesto llamaba también a la formación
de un frente único, el mismo que las organizaciones obreras se habían
comprometido a crear desde la formación de la CTM, meses atrás.
En
octubre de 1936, el II Consejo Nacional
(de la CTM) aprobó recomendar a los sindicatos
participar en las elecciones, bajo las siglas del PNR, que se
celebrarían al año siguiente, “para defender el programa de la CTM” con
candidatos propios y al mismo tiempo decidió constituir el Frente
Popular Nacional con todos los sectores obreros, campesinos y políticos del
país, un frente ajeno a “los sectarismos de ideología, de partido y de gremio”
y en el que “los asuntos de política electoral estarían fuera del programa”.
Según Valentín Campa…”los principales
sindicatos industriales y muchas centrales de los estados se pronunciaron
contra la orientación que se le daba al consejo, pero al final la votación
favoreció por un pequeñísimo margen a Lombardo. De inmediato, las delegaciones
de muchas agrupaciones, entre ellas los sindicatos ferrocarrileros,
electricistas, petroleros y otros, hicieron constar que no consideraban
obligatorio ese acuerdo y que mantenían la norma de no participar en política
electoral…”[13]
En noviembre Lombardo invitaba, como
secretario general de la CTM, al PNR y al Partido Comunista, así como a la CNC
a formar el Frente Popular, bajo un programa que incluía el apoyo al gobierno
de Cárdenas y el cumplimiento integral de los artículos 27, 28 y 123 constitucionales, entre otras cosas.
Aunque la alianza electoral entre la CTM y el PNR, y
la propuesta de Frente Popular parecían propuestas distintas pues en el segundo
caso no se incluían “asuntos políticos electorales”, en los hechos la
justificación para aceptar la propuesta del PNR fue justificada con las mismas
razones que sustentaban la idea de creación del Frente. Así, en febrero de 1937
se consolidó la alianza electoral entre la CTM, la CCM (Confederación Campesina
Mexicana) y el PNR mediante la cual el Partido se comprometía a lanzar los
candidatos propuestos por las organizaciones de obreros y campesinos. A pesar
de reticencias previas, expresadas por Campa y otros líderes obreros, el
Partido Comunista también vio con agrado esta apertura y decidió participar en
ese “vasto frente electoral”, pero fue vetado por la cúpula del partido
oficial.
Las elecciones para renovar la Cámara de Diputados
se celebraron bajo la alianza electoral del PNR con las organizaciones obreras
y campesinas y aparentemente todos quedaron satisfechos de los resultados. En
diciembre, el Presidente Cárdenas, alentado por esta experiencia decidió dar un
paso más que resultaría definitivo: la reorganización del PNR para incorporar a
los sectores obrero, campesino, militar y popular. El mandatario propuso “...
que el Partido Nacional Revolucionario se transforme en un partido de
trabajadores en el que el derecho y la opinión de las mayorías sean la norma
fundamental de su propósito...”[14].
Ante este llamado, la CTM abandonó su discurso
previo, que subrayaba la independencia del movimiento obrero. Motivado por los
resultados electorales, aceptó los términos del Presidente y por fin aceptó sin
ambages que la reestructuración del PNR era la realización del Frente Popular.
Así, en enero de 1938 llamó a su Consejo Extraordinario para definir la
participación de las organizaciones obreras en el nuevo partido. En esa ocasión
Lombardo, sin ningún rubor afirmó que “la iniciativa de Cárdenas de transformar
el PNR en un Partido del Pueblo Mexicano es nuestra obra..., es la realización
de nuestros propósitos, es el cumplimiento de nuestras luchas, es el
reconocimiento de la legitimidad de nuestra práctica y de nuestra línea de
conducta”. Pero quizás para guardar un poco las formas
aseguró también que “los sectores que participarían en el nuevo partido debían
conservar plena autonomía y que las organizaciones sindicales como
tales mantendrían su personalidad íntegra sin perder de vista sus programas
específicos”[15].
La verdad es que el nuevo discurso de Lombardo contradecía toda la teoría sindical que el
Maestro había sistematizado y que había
permitido el renacimiento del sindicalismo mexicano a principios de la década,
basada en los tres principios ahora relegados: lucha de clases, democracia
sindical, e independencia frente al gobierno. Principios que no sólo
representaron una crítica y un deslinde con el período cromista, pues también
habían permitido al sindicalismo convertirse en un factor de cambio real en la
historia de México.
El
nuevo partido, el PRM se fundó el 30 de marzo, apenas unos días después de la
nacionalización de la industria
petrolera, lo que seguramente confirmó a Lombardo la justeza de sus
planteamientos en el sentido de que la unidad era indispensable para hacer
frente al imperialismo.
Años
más tarde, Lombardo llegó a firmar que: “la resolución de agrupar a todas las
fuerzas políticas del país en un frente popular mexicano... no llegó a
realizarse en la forma propuesta porque fue menester en la semana misma de la
expropiación de las empresas petroleras unir a las fuerzas determinantes de la
vida nacional en un pacto del cual surgió el Partido de la Revolución Mexicana,
más que como un partido político permanente como una alianza para evitar un
golpe de Estado en contra del gobierno constitucional, y la intervención de
fuerzas extrañas en la vida de México...”[16].
Como se vería más tarde, sin embargo, la
consolidación del PRM como partido hegemónico llevaría al sindicalismo a una
rigidez extrema en su vida interna. Protegidos por el gobierno, las leyes y las
instituciones laborales, los dirigentes sindicales no admitieron ni toleraron la competencia
democrática. El gobierno, a su vez, no aceptaría la oposición política dentro
del sindicalismo. El movimiento adquirió una naturaleza profundamente
antidemocrática.
Finalmente,
el pragmatismo, la dependencia del
gobierno y su estructura antidemocrática adquirieron un tinte ideológico que
permitiría disfrazar su acción política. En lugar de la lucha de clases tomaron
como consigna la unidad nacional.
Así, los tres
principios originales proclamados por Lombardo para fundar el nuevo
sindicalismo y que habían permitido llevar al movimiento obrero a la cima de su
fuerza, unidad y capacidad de lucha, fueron definitivamente olvidados.
3
- El discurso lombardista.
Lombardo era, en el momento de la fundación del PRM,
el dirigente obrero más importante del país y uno de los intelectuales
marxistas más destacados. Había sido uno de los
principales promotores de la UGOCM y representaba por lo tanto la ideología
del nuevo
movimiento obrero surgido en los primeros años treinta en oposición a la
corrupción del sindicalismo cromista.
Lombardo no sólo llamó constantemente a desechar la
corrupción y el colaboracionismo con el Estado. También le dio una propuesta,
un proyecto que permitió a la izquierda marxista adoptar una estrategia en la lucha por el poder. Para poder
sustentar este proyecto, Lombardo tuvo que hacer una valoración de la
Revolución Mexicana.
A principios de 1930, para Lombardo, la revolución
estaba en “bancarrota”, es decir había fracasado o estaba prácticamente
muerta. A tal punto que se había
instaurado ya en México un neoporfirismo.
Según Lombardo, el régimen feudal porfirista, permanecía en 1932, de pie, íntegro, completo.
Las
razones eran:
Olvido de las ideas
revolucionarias; prevaricación en la conducta y en el discurso de los hombres
que acaudillan la revolución, hambre creciente de las masas, aumento de los
desocupados, confusión cada vez mayor respecto del programa, y como
consecuencia de estos tres hechos centrales, el aumento de la farsa de la vida
pública en México
La principal responsable de este estado de cosas tan
lamentable era la clase política que
dirigía al país:
“La
ola de corrupción, el envilecimiento, llega a tal grado que en todos los
ámbitos de la República, el cohecho, el peculado, las prevaricaciones, todos
los delitos que pueden ser cometidos por los funcionarios se realizan hasta
llegar a constituir un verdadero modus
vivendi que nunca jamás en los últimos treinta años habíamos llegado a este estado de disolución
moral... la situación de la burocracia organizada llamada Partido Nacional Revolucionario es una situación de desvergüenza completa
Lombardo plantea dos hipótesis para caracterizar
esta bancarrota revolucionaria: una, la
teoría de la revolución interrumpida;
y dos, la existencia de un partido de
estado (85).
Debido a lo primero, la revolución había sufrido un retraso mental, había perdido su
capacidad transformadora y se había convertido en fuerza organizada
jurídicamente para proteger las instituciones.
Gracias a lo segundo, el sufragio universal había
muerto y no había en México un poder legislativo democrático sino supeditado;
lo mismo sucedía con la soberanía de las entidades y con la autonomía del Poder
Judicial. Todos estaban atados o controlados por el partido de Estado.
Por ello, concluía Lombardo, ya no se podía esperar
nada del poder público, es decir no había ninguna posibilidad de una alianza
con el gobierno para transformar al país o para hacer avanzar la Revolución.
Desligarse del régimen implicaba, según
Lombardo, en primer lugar, para la clase
obrera, construir un programa radical y
rehacer su ideología. Este programa
radical, sin embargo, aunque se proponía la transformación del régimen burgués,
no proponía la dictadura del proletariado, ni la revolución socialista para México, pues se requería una etapa intermedia: pasar de la época semi feudal en que vivimos
a la época de la organización capitalista contemporánea para llegar a la
dictadura del proletariado
Para
sacar al país del semifeudalismo sin embargo había que poner al servicio de la
máquina del estado, aunque no de los
próceres del PNR, al capital privado nacional e internacional.
Así pues Lombardo veía con plena lucidez al régimen
de la Revolución. Y concluía, también con claridad, la necesidad de que el
proletariado se enfrentara al gobierno
en una lucha entre contra el inmovilismo, la corrupción y la defensa de los
privilegios. El nuevo movimiento obrero, tendría que basarse entonces en tres
principios: lucha de clases, democracia sindical, e independencia frente al
gobierno.
Sin embargo, los acontecimientos que se sucedieron
en México, con el arribo de Cárdenas a la Presidencia de la República,
particularmente entre 1935 y 1938, no sólo hicieron cambiar la visión de
Lombardo sobre la Revolución sino también la estrategia general de la lucha
proletaria.
Así, a fines de 1937, para Lombardo, la reforma
Agraria cardenista avanzaba por el camino correcto pues, según él mismo lo
había planteado, se estaba superando gracias a ella, la etapa feudalista del
país:
“La trayectoria es clara:
la futura economía nacional se apoyará en la producción de ejidos, organizados
en una gran asociación de trabajadores sin amos, superando la tradicional
hacienda mexicana con el empleo de maquinaria moderna y de todos los recursos
de la técnica, que borrará para siempre la fisonomía feudal del país”
Este nuevo empuje revolucionario significaba un reinicio, un nuevo comienzo. “La
Revolución Mexicana se encuentra ahora en una situación parecida a la que se
encontraba antes de la expedición de la Constitución de 1917 “ decía Lombardo en 1938. Un despertar de ese
proceso que, en los años previos, se había corrompido a tal grado que había
terminado con toda esperanza de cambio.
Posteriormente, la expropiación petrolera terminó
por convencer a Lombardo de este nuevo comienzo, pues la Revolución ahora
también realizaba un acto fundador que permitía “conquistar la soberanía
económica de México”
“La Revolución adquiere,
por la primera vez en la historia, un sentido profundamente nacionalista...:
lucha por la emancipación real de nuestro país, por el respeto a nuestras
instituciones... de las fuerzas del exterior.. La expropiación petrolera nos
está indicando la incalculable trascendencia de este aspecto de la Revolución
Mexicana”.
La nueva vitalidad del proceso revolucionario llevó
a Lombardo al extremo de pensar que la creación del PRM era también parte de
ese nuevo impulso. Así, sin ningún tapujo, Lombardo llegó
a afirmar, en el acto de fundación del PRM, que
“El nacimiento del Partido
(de la Revolución Mexicana) es la consecuencia natural, histórica del proceso
mismo de la Revolución Mexicana, y del proceso también de la Revolución Social
que no termina” y que “la Revolución produce un genuino partido del pueblo, no
es un partido que se crea burocráticamente desde arriba para servirle a un
caudillo, sino un partido que nace de la tierra, desde abajo para servirle al
pueblo”.
La verdad era otra: el PRM no había surgido, como el
Comité de Defensa Proletaria, años atrás, de un proceso unitario de las
organizaciones obreras o campesinas, sino de un llamado del Presidente Cárdenas
avalado por la dirección del viejo PNR. Es probable que la intención del
General pudo haber sido crear un instrumento político capaz de apoyar el
proceso reformista y unificar en él a las fuerzas obreras y campesinas que no
habían concurrido a la fundación del PNR en 1929 y que ahora habían apoyado la
obra gubernamental. Pero ello no modificaba un hecho crucial: el PRM se creaba
desde el poder tal como había sucedido con el llamado de Calles a formar el PNR
casi diez años atrás.
Lombardo cambió entonces su visión estratégica. El
movimiento obrero, había señalado, debía mantener tres principios
fundamentales: lucha de clases, democracia sindical e independencia frente al
gobierno. El apoyo a la creación del PRM vulneraba estos tres principios y, en
los hechos significó un viraje radical. Ahora Lombardo aceptaba la unidad del
movimiento obrero con el partido del gobierno.
Para
justificar esta unidad, Lombardo propuso que el PRM debería cumplir dos metas.
“Dos son las ideas
fundamentales que la clase trabajadora desea ver presidiendo el estatuto del
nuevo Partido de la Revolución: primero, la alianza de los sectores
revolucionarios de México: obreros, campesinos trabajadores manuales,
trabajadores intelectuales, miembros del Ejército, mujeres, jóvenes, todo el
pueblo de México”.
Y,
segundo,
“El respeto verdadero al
sufragio de los sectores organizados... El respeto real al voto del pueblo
mexicano. Ya estamos hartos de mugre y de farsas político electorales… Y este
anhelo se conquista estableciendo en el estatuto el principio de la democracia
funcional permanente, garantía del voto del pueblo… Queremos que,
permanentemente, de acuerdo con su representación funcional, haya siempre en
todas partes del país campesinos, obreros, mujeres, jóvenes, todos los que
trabajan en alguna actividad, en las legislaturas de los estados, en el
Congreso de la Unión, en los gobiernos locales”
Es
decir, Lombardo aceptaba ahora que la
búsqueda de posiciones políticas para el movimiento obrero debería ser parte de
su estrategia central.
Es difícil explicar este cambio sólo por la
necesidad de respaldar al Presidente Cárdenas aun y cuando el momento político
era muy delicado por las repercusiones de la expropiación petrolera.
Lo cierto es que, a partir de entonces, Lombardo
empieza a elaborar un discurso distinto, más ambiguo en referencia al
gobierno, la revolución mexicana y las
tareas del movimiento obrero. La Revolución Mexicana fue, en la construcción
del discurso lombardista, ya no sólo un movimiento popular, sino también obra
de gobierno. Por eso Lombardo decía años después, en 1946-8:
La izquierda “debe apoyar
las acciones y políticas del PRI y del gobierno que sean positivas por sus
consecuencias revolucionarias y se opondrá a las que tenga implicaciones
negativas”. (158)
Lombardo destaca entonces la existencia de “aliados”
dentro del gobierno, esto es, un ala progresista dentro del PRI que
eventualmente rompería con el sector conservador para unirse a las izquierdas.
Después de 1938,
Lombardo perdió rápidamente terreno dentro de la burocracia sindical y
como líder del movimiento obrero. Asimismo, la posibilidad de unificar a la
izquierda fuera del PRM se complicó cada vez más como se demostró en 1946
cuando se citó a una serie de Mesas Redondas sobre este tema. Dos años después
Lombardo llama a la fundación del
Partido Popular. Casi al mismo tiempo, se forman nuevas centrales y frentes
sindicales para resistir la política anti obrera de Miguel Alemán.
Estos esfuerzos, sin embargo, no fueron duraderos ni
suficientes. Los sindicatos
independientes fueron descabezados y se afianzó el charrismo sindical,
bautizado así desde la instauración de Jesús Díaz de León, el Charro, en la dirección del sindicato
ferrocarrilero en 1948. Por su parte, el PP surgiría sin el consenso de una
parte de la izquierda, particularmente de los comunistas y sin lograr tampoco
atraer a otros sectores progresistas más moderados de dentro o de fuera del
PRI.
El
aislamiento y debilidad de Lombardo lo llevaría, poco después, a
convertirse en un predicador del socialismo a la mexicana o de un marxismo criollo que llegó a confundir las
tesis de la izquierda con el discurso de la Revolución Mexicana. De igual
manera, logró debilitar la crítica
opositora a los gobiernos del PRI. Tal como dice uno de sus biógrafos:
“Cuando
comparamos los conceptos de Lombardo sobre la táctica y la estrategia con lo
que el PPS hace en la práctica, sin embargo, encontramos que Lombardo y el PPS
no aplican del todo la táctica que proclaman. Lombardo ha mitigado el peso de su crítica, limitando la frecuencia con
las que las hace. Además, el PPS pone mayor énfasis en la realización de un
programa de reformas concretas en alianza con los elementos progresistas del
PRI. Esta táctica hace que Lombardo y el
PPS aparezcan muy moderados y cautelosos a los ojos de muchos mexicanos”
Años
después, el PPS se convertiría en un
partido que aceptó posiciones políticas marginales a cambio de apoyar al PRI en
varias elecciones presidenciales.
A partir de 1938, Lombardo vive una decadencia
permanente desde el punto de vista intelectual y político. Muere en 1968, justo
cuando estallaba en el país un movimiento que ponía bajo un juicio severo a los
gobiernos pos revolucionarios. Lombardo
no sólo no lo entendió sino que reaccionó agresivamente contra él;
significativamente, ese movimiento había levantado las ideas que él mismo había
sostenido a principios de los treintas, lucha de clases, democracia sindical,
independencia frente al gobierno.
3. - La izquierda mexicana,
la unidad nacional y la Revolución Mexicana.
El viraje de Lombardo y del movimiento obrero
mexicano en 1937 -38, tuvo un impacto muy importante en el futuro de la
izquierda y del sindicalismo mexicanos. Al dejar de sostener la línea de
independencia frente al gobierno que le había dado fortaleza y prestigio al
principio de la década, y cambiarla por el de la participación en las
elecciones en alianza con el PNR y luego aceptar concurrir en la creación del PRM, se abrió la
puerta a un cambio ideológico y político y se fortaleció a las corrientes
burocráticas del movimiento sindical.
El viraje desde el punto de vista ideológico se
expresó en una caracterización de los gobiernos y de la Revolución Mexicana distinta a la que se sostuvo durante
el maximato. Si en ese momento Lombardo había expresado la bancarrota de la Revolución, con Cárdenas
planteó la tesis de un nuevo comienzo. Lo más importantes es que se dejó de
considerar a la Revolución como un movimiento social y se le caracterizó como
la obra del gobierno en turno.
Al viraje ideológico correspondió un cambio
político. Al entrar a la disputa de los puestos de elección popular y al
incorporarse a la fundación del PRM, el movimiento obrero, un sector relevante
de la izquierda y Lombardo, dejaron de sostener
una alianza con el gobierno y adoptaron
un esquema de subordinación. Ello a su vez permitió que la corriente
burocrática de Fidel Velázquez se apropiara de la CTM y excluyera a la
izquierda: primero sacó a los comunistas y después al propio Lombardo, su
fundador y principal ideólogo y dirigente. Consecuentemente, el movimiento
obrero adoptó una línea de colaboración con el gobierno y se desmovilizó. Ello
condujo también a un control antidemocrático del sindicalismo que pocos años
después se volvería abiertamente represivo en
contra de cualquier disidencia interna.
Por su parte, Lombardo y un sector de la izquierda
optaron por una política de apoyo crítico al gobierno que en la práctica se
convirtió en una actitud cada vez más conciliadora. Después del relevo
presidencial de Miguel Alemán (1952), esta actitud se agudizó al pactarse
alianzas electorales que prácticamente borraron las diferencias
políticas entre la oposición de izquierda, el
PPS, y el PRI.
Las razones del viraje de 1937 – 38 que, según
nosotros, inicia la decadencia del movimiento obrero y de la izquierda
mexicana, se encuentran en tres niveles:
El primero, la coyuntura política determinada por
las presiones internacionales debidas a la expropiación petrolera, lo que
apresuró al Presidente Cárdenas a llamar a un frente común que respaldara su
gobierno y evitara conflictos sociales. La creación de un frente común se hizo
más evidente con el estallido de la guerra mundial y la necesidad de hacer
causa común frente a la amenaza fascista.
El segundo se ubica en la existencia de una
burocracia sindical que impuso su fuerza sobre las corrientes lombardistas y
comunistas en el control del aparato sindical. Quizás lo que sucedió fue que
Lombardo se tuvo que plegar a una burocracia sindical deseosa de participar en
el reparto del poder, aquella que se había impuesto en la fundación de la CTM y
cuyo miembro más prominente era Fidel Velázquez.
La ruptura con este grupo hubiera llevado al apoyo
de Lombardo a los comunistas, a la escisión de la CTM, y a un proceso de
radicalización obrera que Lombardo no estuvo dispuesto a enfrentar.
Muchos
dirigentes sindicales estaban deseos de aceptar el llamado a unirse al PRM
sobre todo después de las ganancias políticas que había dejado la elección de
1937. Por su parte, los comunistas, la
única oposición realmente existente, ya habían aceptado y aceptarían cosas
peores, no por convicción sino obligados por la disciplina de Moscú.
La derrota de la izquierda, sin embargo, no se debió
a la falta de apoyo de importantes dirigencias obreras que simpatizaban con las
posiciones de Lombardo y/o de los comunistas y que concurrieron a la formación
de la CTM, sino a su división interna. Lombardo y los comunistas nunca se
tuvieron confianza ni se propusieron los mismos métodos ni objetivos, a pesar
de su filiación marxista e incluso su aceptación de las tesis de la Komintern y
de PCUS.
Esta división, junto con las vacilaciones de
Lombardo para romper con el ala burocrática de la CTM, resultaron funestas para
la sobrevivencia de una alternativa independiente dentro del movimiento obrero mexicano.
El tercer
asunto tiene que ver con la disputa ideológica de la Revolución Mexicana.
Después del cardenismo, la Revolución se convirtió en discurso oficial. Antes,
ni Obregón ni Calles habían logrado
hacer coincidir las metas de sus gobiernos con las causas de la Revolución.
Para muchos, la revolución se había interrumpido o francamente había sido traicionada por los
gobiernos del período que va de 1920 a
1934. El reformismo cardenista, sin
embargo, les proporcionó legitimidad y programa a los gobiernos que le
sucedieron, los que gracias a ello pudieron apropiarse del discurso
revolucionario.
La izquierda
mexicana y en particular Lombardo, intentaron participar en esta disputa ideológica. Durante el maximato,
el discurso lombardista, al señalar que el “camino está a la izquierda”
identificaba claramente las reivindicaciones populares insatisfechas con las
causas de la Revolución. Ello, frente a
la corrupción, el abandono y la indefinición gubernamentales, dejaba en claro
que el rescate de los objetivos del
movimiento armado de 1917 dependería de la capacidad de organización y lucha
del pueblo, mientras que el gobierno había definitivamente claudicado
Después,
cuando el gobierno de Cárdenas retomó
esas reivindicaciones se planteó una alianza con “objetivos comunes” entre el
sindicalismo y el gobierno. Esta alianza no pudo mantenerse debido a la
renuncia del movimiento sindical a mantener su autonomía orgánica y política.
Al integrarse al PRM, cambió la alianza por un proceso de subordinación. Por
ello, al final del sexenio, Lombardo se
vio ante la disyuntiva de romper con la ideología de la Revolución
Mexicana, ahora vuelta discurso oficial,
o bien reinterpretarla desde una visión
de izquierda o marxista para justificar su vigencia. La opción por esto último
explicaría la fórmula lombardista de apoyar las políticas progresistas del
gobierno y criticar sus desviaciones. Se puede así entender también su ambigüedad ideológica y
su temor a enfrentarse abiertamente al gobierno. Sin el ropaje ideológico de la
Revolución Mexicana, Lombardo y una parte de la izquierda mexicana
probablemente se hubieran sentido
desnudos, sin legitimidad histórica para actuar en la vida política del
país.
En cambio, al aceptar la legitimidad
revolucionaria de los gobiernos post – cardenistas, Lombardo aceptó también una
nueva interpretación de la historia. Con ello, fue devorado ideológicamente por
el discurso de la Revolución Mexicana y, de esta manera, la izquierda y, sobre todo Lombardo,
iniciaron un proceso de decadencia intelectual y política que duró muchos años.
[2] Córdova, .. op. cit. p.166
[4] Córdova, A. op. cit. p.216
[8] León, Samuel e Ignacio Marván. En
el Cardenismo. La clase obrera en la historia de México, t. 10. Siglo XXI Editores, México, 1985, p. 92.
[13] Campa. , Valentín, Mi Testimonio. Memorias de un comunista
mexicano. Ediciones de
Cultura Popular, México, 1985, p. 126.
[16] Lombardo Toledano, Vicente Teoría y Práctica del Movimiento Sindical mexicano. Universidad Obrera de
México, México, 1981, p. 77.
Vicente Lombardo Toledano había nacido en 1894. Su militancia
sindical se inició en 1918,
al asistir, como representante de la Universidad Popular al Congreso obrero de
Saltillo, Coahuila organizado por la CROM. Posteriormente, en 1920, organizaría
el primer sindicato de maestros. En 1923,
Lombardo se convirtió en miembro del comité central de la CROM y en 1927 fue secretario general de la
Federación Nacional de Maestros. Por otro lado,
a finales de los años veinte Lombardo se dedicó a un estudio exhaustivo
de los escritos de Marx, Engels, Lenin y otros, y para 1930, se consideraba a
sí mismo un materialista dialéctico. Cf. Millon, Robert Paul. “Mexican marxist Vicente Lombardo Toledano” The
University of North Carolina Press – Chapel Hill,
1966