La situación mundial: rupturas, desorden y confusión
Por Saúl Escobar Toledo
¿Cómo pinta el mundo en 2019? Según los editores de la
revista Project Syndicate (PS) atravesamos por un momento peligroso de la
historia. Para entender los riesgos del presente, publicaron en papel (sus
ediciones son siempre digitales y pueden encontrarse en https://www.project-syndicate.org) un número especial con un título provocador:
La Gran Disrupción, el cual reunió colaboraciones de más de veinte autores que
aportaron diversas visiones. Los responsables de la revista consideran que a un
siglo de haber terminado la primera guerra mundial hay muchas similitudes entre
el momento actual y el periodo que se vivió alrededor de 1918, cuando una ola
nacionalista cambió a Europa. Su preocupación se centra en los líderes
políticos demagogos de EU y de aquella región que, con un discurso
nacionalista, racista y de culto a la personalidad pretenden obtener ganancias
políticas para atraer el voto de los inconformes y excluidos. Por ello, dicen,
podemos cometer los errores del pasado, los cuales como se sabe condujeron a la
consolidación de gobiernos fascistas y a la segunda guerra mundial.
Los editores advierten que los economistas de la corriente
dominante (mainstream) podrían creer que estos peligros son simplemente una
hipérbole, una exageración, pues el crecimiento económico se mantiene, aunque
de manera desigual, y la inflación está controlada. Pero estos indicadores no
deben ocultarnos el hecho de que la macroeconomía es eminentemente política
pues los distintos grupos de la sociedad experimentan su propia situación de
diversas maneras. En realidad, afirman, hay una polarización creciente. La gente siente que los beneficios de la
globalización y las nuevas tecnologías no están siendo compartidas de manera
justa o pareja. Las divisiones entre ricos y pobres, entre viejos y jóvenes,
entre los rural y lo urbano (y agregaríamos nosotros entre hombres y mujeres)
se están ampliando y ese sentimiento se origina en la realidad, pero también ha
sido amplificada por las redes sociales. Las tecnologías digitales,
incontroladas, se han convertido también en un factor de polarización pues han
concentrado las ganancias de manera desproporcionada en unas cuantas compañías
beneficiando a los más ricos, inflando los valores de los activos financieros.
La lucha por el control de la tecnología entre Estados Unidos y China a su vez,
está polarizando el planeta entre las dos potencias económicas. A lo anterior hay que agregar la situación
crítica en materia de seguridad, migración y el clima. Todo ello, señalan,
deberían hacer pensar a los expertos que la ruptura y el desorden que vivimos,
es decir la Gran Disrupción, es algo más que un exceso retórico y que debe
tomarse en serio.
Hay que recordar que la inestabilidad actual viene de la
Gran Recesión de hace diez años, la cual causó una severa caída de la economía
global y fuertes tensiones políticas y sociales. Crisis que, por cierto, no fue
advertida por los economistas ortodoxos.
Para entender el momento que vivimos, la nota introductoria
de esta edición especial acude a Antonio Gramsci, el intelectual y dirigente
comunista italiano, quien afirmó que: las crisis consisten precisamente en el
hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer, en este interregno
ocurren los fenómenos morbosos más variados.
Si entendemos por morbosos, en este caso, aquellos fenómenos
que están relacionados con una enfermedad, podríamos decir que el mundo vive
una situación especial caracterizada por acontecimientos, sobre todo en la
política, en la que aparecen personajes, organizaciones y movimientos
anormales, en el sentido de que rompen con el pasado y con las conductas y posiciones
dominantes, reflejando así las condiciones de un sistema mundial defectuoso, enfermo: la
globalización neoliberal de las últimas décadas.
La peligrosidad de la situación actual es compartida por
diversos especialistas de otras partes del mundo. Los economistas Jomo K.
Sundaram y Valdimir Popov, el primero residente en Kuala Lumpur, Malasia, y el
segundo en Berlín, advierten también que la situación económica puede desatar
una guerra mundial. Los temores, cada vez mayores, de una nueva crisis
financiera, afirman, se alinean con una preocupación creciente de que ocurra un
conflicto militar a gran escala.
Ello se debe a la desigualdad económica que se combina con
las posiciones ultranacionalistas de algunos gobiernos, sobre todo el de Trump.
A pesar de la crisis económica que estalló hace más de diez años, no se ha
avanzado en corregir las debilidades económicas debido fundamentalmente al
ascenso del capital financiero a costa de la economía real. De esta manera, no
se han llevado a cabo las reformas necesarias para resolver la creciente
informalidad del trabajo ni para estimular la producción. En cambio, los
precios de los activos financieros se han elevado incluso por encima del nivel
que tenían antes de 2008. Así, el desorden económico, tan prolongado, está
fomentando el conflicto y la intranquilidad entre las naciones y al interior de
ellas.
La polarización que vive el mundo también se está dando en
el plano intelectual. Frente al desorden que describe PS, el pensamiento
dominante ha tratado de poner las cosas bajo la disyuntiva de mantener el orden
actual o caer bajo las garras de políticas populistas. No hay más opciones.
Sin embargo, como dice Dani Rodrik en uno de los ensayos del
ejemplar de la revista, después de la Gran Recesión y ante las medidas proteccionistas
que tomó Donald Trump, inéditas en la historia del comercio internacional desde
la segunda posguerra, se reconoció que la hiper globalización había dejado
fuera a mucha gente. Se admitió la necesidad de buscar mecanismos
compensatorios más robustos. Pero estas inquietudes han desaparecido. En estos
días se escucha mucho de las virtudes del sistema de comercio libre y
multilateral pero casi nada del severo desequilibrio que ha creado. Sin
embargo, dice Rodrik, necesitamos desesperadamente una nueva visión del
comercio mundial. Los gestos grotescos de Trump nos han llevado a una falsa
elección entre apoyar sus medidas o defender las viejas reglas. Si de veras
pensamos que la globalización puede beneficiar a todos, no debemos caer en esta
trampa.
El discurso de nosotros los neoliberales o ustedes los
populistas es una falsa disyuntiva que no reconoce opciones nuevas al poner
bajo el mismo sello a fenómenos tan disímbolos como, por ejemplo, las nuevas
corrientes socialistas en el Partido Demócrata de Estados Unidos y al mismo
presidente Trump tan sólo porque ambas disienten y pretenden romper con el
consenso dominante. La diferencia ideológica, teórica y política en este caso
es profunda y reconocerlo abre precisamente la posibilidad de sortear los
peligros actuales, incluyendo una conflagración.
El premio Nobel de economía Joseph Stiglitz, en este número
de PS, hace una dura crítica de las políticas de Trump y concluye que, a pesar
de sus promesas de romper con las élites y sus políticas, en realidad se ha
provocado una congelación de los salarios y se ha abandonado a los trabajadores
desplazados por la globalización y los avances tecnológicos. Todavía peor,
agrega, la marca Trump, caracterizada por el racismo, la misoginia y la
excitación nacionalista ha tenido seguidores en Brasil, Hungría, Italia,
Turquía y otras partes del mundo.
El mundo vive hechos insólitos, fenómenos sobre todo
políticos, inusuales, distintos, singulares y que rompen, cada uno a su manera,
las normas o moldes del pasado. Para entender lo que está sucediendo y prevenir
los riesgos no se puede aplicar un mismo rasero porque entonces se impide la
búsqueda de soluciones frente a un sistema mundial decadente. Entender esto
puede resultar vital para el futuro del mundo y la preservación de la paz. No son frases retóricas y los intelectuales
del pensamiento dominante deberían tomárselo en serio, como dicen los editores
de Project Syndicate.
saulescobar.blogspot.com
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