Panorama
Laboral: México y América Latina
Saúl
Escobar Toledo
El Sur 19032025
América
Latina es una región diversa y heterogénea. Más que los lazos comerciales y
financieros, nos une la cultura, la geografía y la historia. Las relaciones
económicas de los países de esta parte del mundo se han establecido desde el
siglo pasado principalmente con Estados Unidos y, desde hace unas décadas, con
China sobre todo en América del Sur.
No
obstante, vale la pena analizar la dinámica económica y laboral del
subcontinente en su conjunto no tanto para encontrar una explicación general de
sus problemas sino más bien para seguir sus tendencias y ubicar
comparativamente los distintos ritmos de desarrollo y los obstáculos que
enfrentan las naciones latinoamericanas.
Esto
es lo que podemos encontrar en el “Panorama Laboral 2024 de América Latina y el
Caribe” publicado por la OIT este año (www.ilo.org). El documento
empieza señalando que “entre 2015 y 2024, la región habría crecido a una tasa
promedio anual del 1 por ciento, lo que implica un estancamiento del PIB por
habitante en ese periodo y niveles de crecimiento por debajo de la tasa
promedio del orden del 3 por ciento anual observada entre 1990 y 2010”.
No
todos los países han crecido al mismo ritmo. En 2024, por ejemplo, México creció
en aproximadamente 1.4%, un ritmo inferior al de República Dominicana, Costa
Rica, Nicaragua, Brasil, Uruguay, Perú, Chile, e incluso menor que el promedio
de América Latina. Sólo fue superior al de Argentina que tuvo una caída muy
fuerte (-3.2%).
A
pesar de estas diferencias, la debilidad del crecimiento explica, en buena
medida que nuestro subcontinente lleve “más de una década sin avances
significativos en términos laborales, ya que ni la tasa de participación (el
porcentaje de personas en edad de trabajar que están trabajando o buscando un
empleo) ni la de ocupación han superado
sustancialmente los niveles de 2012”. Aunque el panorama mejoró en los dos
últimos años, la situación sigue siendo preocupante.
El
informe señala que, aunque la informalidad disminuyó y los salarios reales
muestran avances, éstos han sido insuficientes para cerrar las brechas históricas
en la región, particularmente entre hombres y mujeres, así como entre jóvenes y
adultos.
Sin
embargo, también aquí hay diferencias : entre 2019 y 2024 la tasa de ocupación
creció en México 0.8%, muy inferior a la de Brasil y Chile, e incluso a la de
promedio de América Latina (1.4%). Lo mismo más o menos sucedió con la tasa de
participación. No obstante, la tasa de desocupación en nuestro país fue mucho
menor.
Lo
anterior puede deberse a un conjunto de factores: la población que necesita trabajar,
pero no la busca (según la estadística del INEGI, población económicamente no
activa disponible) probablemente sea muy alta en México debido a que muchas
personas, sobre todo jóvenes y mujeres, no pueden salir a buscar un empleo
remunerado debido a las tareas que realizan en el hogar. Igualmente, la
población trabajadora informal en México es también muy elevada. Y, tercero, el
flujo migratorio a Estados Unidos ha sido, desde hace décadas, una vía de
escape a la falta de empleos y ocupación en nuestro país.
La
OIT afirma que, en AL, la tasa de informalidad ha aumentado o se ha mantenido
sin cambios en el último año. Y agrega que “la recuperación de los puestos de
trabajo ha seguido estando impulsada por el crecimiento del empleo informal” El
estudio calcula que la contribución del empleo informal a la variación del
empleo total entre 2020 y 2024 fue del 61% en el caso de nuestro país mientras
que en Brasil fue de 43%, en Colombia del 20% y en Chile del 45%.
Los
datos muestran que México el porcentaje (en relación con el empleo total) anda
en niveles del 55%, en Brasil es menor al 40% y en Chile menor al 30%. Esta
tasa es incluso superior al promedio de AL (47.6% en 2024). Además, la
persistencia del empleo informal afecta en México principalmente a las mujeres.
Como
parte de este panorama, otro problema común, aunque con notables diferencias,
es que las brechas laborales entre hombres y mujeres siguen siendo
persistentes. En el segundo trimestre de 2024, la tasa de participación
femenina fue del 52,1 por ciento, significativamente inferior a la de los
hombres (74,3 por ciento). La tasa de ocupación femenina (48,4 por ciento) fue
también inferior en 22 puntos porcentuales a la masculina (70,4 por ciento), y
la tasa de desocupación femenina fue más alta (7,2 por ciento) en comparación
con la masculina (5,2 por ciento). Aunque estas brechas se han reducido, los
avances siguen siendo lentos y las diferencias de género continúan afectando el
mercado laboral.
La
OIT advierte que : “El nivel educativo ha sido otra dimensión de gran
relevancia en la dinámica laboral durante los últimos años. Cuando se considera
el último quinquenio, resulta evidente la correlación negativa entre el nivel
educativo y la brecha de ocupación respecto a la situación en 2019, tanto entre
hombres como entre mujeres”.
No
todo ha sido negativo. Si México no se ha distinguido favorablemente en el
asunto del empleo, en lo que se refiere a los salarios la situación ha sido distinta:
según la OIT, en 4 de los 17 países considerados el valor real del salario
mínimo en el tercer trimestre de 2024 era inferior al del primer semestre de
2019. En otras ocho naciones, este ingreso era similar o ligeramente superior al
observado cinco años atrás. Destaca el caso de México, el
cual ha tenido una política de incremento del poder adquisitivo del salario
mínimo y de los salarios medios reales más destacada. Esos últimos aumentaron en
nuestro país, entre 2019 y 2024, en 153% en términos nominales y 116% reales (descontando
la inflación). Por lo anterior, la variación del total de ingresos laborales
reales totales de las familias entre 2019-2024 fue de 23,2% en México, superior
a Brasil (11.6%) y Colombia (17.1%). Incluso, algunos países de AL tuvieron
cifras negativas.
Estos
datos son importantes ya que, según la CEPAL “las variaciones de los ingresos
por salarios han sido el principal motor de los cambios en las tasas de pobreza
(ya sean al alza o a la baja)”.
En
síntesis, en este panorama se observan más sombras que luces. América Latina no ha encontrado la senda del
crecimiento ni una mejora sustancial de sus condiciones laborales a pesar de algunos
progresos. El ejemplo de México merece destacarse ya que nuestro país es la
principal potencia exportadora de manufacturas de la región. Por su parte, Brasil,
la economía más grande de AL, exporta
productos intermedios y materias primas. Y,
aunque ambas naciones han adolecido en la última década de un
crecimiento insuficiente, Brasil lo ha hecho a un ritmo más acelerado. También
en el panorama laboral el gigante sudamericano tiene mejores índices, por ejemplo,
en los niveles de informalidad y en la brecha entre hombres y mujeres. Sin
embargo, al mismo tiempo, los salarios han crecido más lentamente.
La
comparación puede servirnos para entender mejor las consecuencias de nuestro lento
crecimiento particularmente en materia de empleo. El reto consiste en avanzar
con los dos pies: mejores empleos y mayores salarios. Muchos países de AL no
han logrado ni lo uno ni lo otro; algunos, una mejoría de la ocupación; y
México, sobre todo, una elevación de los ingresos laborales, pero no de la
calidad del empleo.
Visto
el panorama de AL en su conjunto, podríamos afirmar el meollo de la cuestión no
reside en una mayor integración a los mercados mundiales sino en el consumo
interno, en la capacidad de integrar nuevas cadenas de valor y en mejorar
sustancialmente los niveles educativos.
En
el siglo XXI, América Latina no ha salido de su laberinto. ¿Lo encontrará algún
país de este subcontinente? La situación no parece favorable, lamentablemente,
en los próximos años no sólo por razones internas sino ahora, sobre todo, por la incertidumbre mundial. Precisamente por ello, urge pensar “fuera de
la caja” y construir una alternativa distinta a la experimentada en las últimas
décadas. Quizás entonces el reto consista, principalmente, en nuestra capacidad
de innovación.
saulescobar.blogspot.com
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