Sobre el debate de los candidatos a la Presidencia de la República del día 22 y los escenarios electorales
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miércoles, 25 de abril de 2018
miércoles, 11 de abril de 2018
Tropas en la frontera
Saúl Escobar Toledo
A fines de la semana pasada, el
Presidente de Estados Unidos ordenó desplegar
la Guardia Nacional en la frontera con México. Trump afirmó que lo hacía
para apoyar a las autoridades de inmigración y que esta medida duraría hasta que
el Congreso decidiera una ley menos permisiva y se terminara de construir el
muro.
De acuerdo con la información
oficial (disponible en www.nationalguard.mil),
el Secretario de Defensa acató la instrucción presidencial y ordenó el
despliegue de hasta 4 mil elementos. De inmediato, 500 guardias fueron
movilizados a la ciudad de McAllen, Texas. Las tropas deberán apoyar a la
patrulla fronteriza por medio de la aviación, ingeniería, vigilancia,
comunicaciones, mantenimiento de vehículos y apoyo logístico y “deberán usar
todo su poder para apoyar a los hombres y mujeres que están haciendo cumplir la
ley”. El Jefe del pentágono reiteró que las órdenes del presidente se debieron
a “un brote drástico de actividades ilegales en la frontera sur que amenaza
nuestra seguridad nacional”.
La amenaza a la que se refirieron
el secretario y el presidente apunta a
una a Caravana de migrantes centroamericanos que recorre México, formada por unas
1,200 personas, para llamar la atención sobre las graves violaciones a sus
derechos humanos que sufren en su trayecto hacia Estados Unidos y en ese país.
Trump también ordenó que los
indocumentados detenidos no fueran puestos
en libertad mientras siguen el proceso
de deportación. Para entender esta instrucción debe recordarse que,
normalmente, cuando una persona es
detenida por la Patrulla Fronteriza se le
pone un brazalete para
monitorearlo y se le asigna una cita en un juzgado; posteriormente se les deja en la estación de autobuses donde
son apoyados por activistas de derechos humanos para llevarlos a algún centro de ayuda cercano
donde reciben alimentos y se les proporciona alguna ropa y pañales para sus
hijos mientras se define su situación jurídica.
Aunque la guardia nacional
(National Guard) es una fuerza de reserva constituida por voluntarios, sus
miembros están entrenados para cumplir con un objetivo principal: combatir a
quien se les ordene. No es la primera vez que se militariza la frontera: en
1997, un joven de 18 años, Ezequiel Hernández, ciudadano estadounidense, fue
asesinado injustificadamente a tiros por soldados enviados por Washington. Clinton decidió suspender el programa. Luego,
el presidente Bush ordenó el despliegue de 6 mil elementos de la Guardia en
2006 cuando el gobierno mexicano declaró la guerra al crimen organizado. Y hace
unos siete años, Obama envió otros 1 200
militares. En 2014, el gobernador Perry, despachó por su cuenta mil guardias texanos
cuando se produjo la crisis de los menores centroamericanos
¿Cuál es la diferencia entonces
entre la decisión de Trump y las que se tomaron en otros tiempos? Todas han
sido repudiables pero el rasgo distintivo está en la retórica y en la
diplomacia pues, en esta ocasión el envío de la Guardia fue acompañado de
discursos amenazantes y denigratorios contra México y los migrantes. Sin embargo,
todo parece indicar que se trata de un truco político montado junto con los
medios de comunicación de derecha supremacistas y nacionalistas.
Varias cadenas noticiosas, sobre
todo Fox, difundieron días antes de la orden presidencial que “había una
multitud tratando de llegar a EU que nadie estaba deteniendo y que entre ellos
había criminales y terroristas”. Las Caravana, según ellos, era un “plan
organizado y deliberado para atacar la soberanía de los Estados Unidos… “. Se
trataba de un relato sensacionalista sin fundamentos veraces y Trump reaccionó de
inmediato a esta campaña de histeria.
El objetivo, preparado entre la
prensa derechista y el gobierno, era crear un clima de miedo para reavivar la
simpatía por el actual inquilino de la Casa Blanca. Además de una medida para
ganar apoyo político interno, la decisión tiene otros fines: presionar a México
para concluir las negociaciones del TLCAN lo más pronto posible, imponiendo sus
condiciones.
Convertir a México y a los
migrantes en piezas de una estrategia de terror para obtener ganancias
políticas es una acción peligrosa porque pone en peligro la vida y los derechos
humanos de estos últimos. Se trata de una acción de fuerza brutal para tratar
de complacer a su base de apoyo más dura y una nueva versión de la diplomacia
del gran garrote contra México.
La reacción interna por parte del
presidente Peña y las fuerzas políticas ha sido acertada discursivamente, pero
falta saber si lo será en lo de fondo: las negociaciones del TLCAN; la
colaboración de las autoridades mexicanas para detener, vigilar y compartir la
información de los flujos de centroamericanos
y mexicanos que transitan hacia el norte; y el conjunto de acuerdos de
colaboración militar y de inteligencia en materia de drogas y supuestas amenazas
terroristas. Es la hora y el momento de mostrar firmeza y revisar nuestra
relación con la potencia del norte. La agresión debe tener consecuencias
diplomáticas.
Según el semanario The Nation, a
largo plazo, las decisiones del presidente podrían resultar contraproducentes. Las
comunidades de migrantes están aterrorizadas cada vez más por los agentes de
ICE (Immigration and Customs Enforcement). Los detienen en el camino a su
trabajo o cuando dejan a los niños en la escuela y cada vez más están poniendo
atención en los activistas que defienden esta causa. Pero Trump, además de
endurecer la persecución, ha cometido el error utilizar prejuicios raciales.
Debido a ello, los estadounidenses parecen estar cambiando de opinión. Por 20
años, el Centro Pew ha preguntado si los migrantes “fortalecen al país con su
trabajo y su talento” o si son “una carga para el país ocupando empleos y viviendas y aprovechando los beneficios de
atención sanitaria”. En 2015, cuando tomó
posesión, el 51% dijo que fortalecían al país
y 41 por ciento que representaban una carga. Poco más de dos años después, la encuesta encontró
que hubo un cambio en la opinión pública: ahora los que tenían una opinión
favorable a los migrantes representaban el 65%
y los negativos el 26 por ciento.
Trump ha propiciado, sin querer,
que los derechos de los indocumentados se conviertan en un asunto central del
movimiento progresista. Sus posiciones racistas están creando, según algunos
activistas destacados, una alianza horizontal entre grupos afroamericanos como
Black Lives Matter y las comunidades de migrantes que vienen del sur. Esto
puede tener efectos político-electorales y hacer que el tema sea retomado por
una mayoría más amplia que el voto latino que solo representó 9% en la última
elección.
Madeleine Albright (Secretaria de
Estado con Clinton entre 1997 y 2001), acaba de publicar un artículo en el que
señala que:
“La retórica de Trump ha
consistido en insultar a sus vecinos y aliados. En lugar de desplegar una diplomacia
creativa y defender los derechos humanos y las libertades civiles, se ha
dedicado a difamar a los migrantes y a los países de los que proceden y
exacerbar las divisiones religiosas, sociales y raciales. ¿Qué hacer? Hay que detenerlo
antes de que sea demasiado tarde”.
Albright está tratando de
decirnos que enfrentar a este mandatario ya no es un asunto que concierne sólo a
los estadounidenses, se trata de una causa mundial. El gobierno mexicano debe
entender que apoyarlo puede ser una
causa perdida y sobre todo una estrategia peligrosa para la paz en la región y
en todo el orbe. Podemos ser aliados estratégicos de EU pero no de su administración
actual. En consecuencia, la causa de los
migrantes, mexicanos y centroamericanos, debe ponerse por encima de todos las demás y
orientar las relaciones de nuestro país con Estados Unidos. A este personaje,
un aprendiz de dictador y autócrata, y simpatizante de ellos, como dice la
señora Albright, se le tiene que responder con la fuerza de la verdad y la
defensa de la democracia y los derechos humanos como base de la diplomacia y la
cooperación internacional. Ahora, antes de que un nuevo fascismo se consolide
en el mundo.
Twitter: #saulescoba
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