Un elefante en la próxima oficina presidencial
Saúl Escobar Toledo
El debate del pasado domingo 20
no modificará sustancialmente las preferencias electorales, según lo han
destacado diversos medios de comunicación. El candidato que encabeza las encuestas
lo seguirá haciendo con variaciones menores. Tanto Anaya como Meade y Rodríguez
pensaron que la mejor estrategia sería la descalificación y el insulto. De esta
manera, lo que parecía un ejercicio más interesante en su primera parte decayó
en la segunda por el intercambio de agresiones sin mayor sentido ni interés
para los electores.
Los temas a discusión,
particularmente el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), los
migrantes y la relación con el presidente de Estados Unidos son cuestiones de
urgente y gran trascendencia para el futuro inmediato del país. Después del
tema de la violencia probablemente no hay otro de la misma importancia. La
relación con nuestro vecino pasa por un momento particularmente crítico en el
que predomina una gran incertidumbre. Y ello se debe a la existencia de varios
actores y a la división de opiniones e intereses en casi todos los temas
involucrados.
Tomemos el caso de la
renegociación del Tratado. En estos momentos, las pláticas están suspendidas y
nadie sabe si van a continuar y bajo qué condiciones. Después de que el líder
republicano en la Cámara de Representantes, Paul Ryan, pusiera una fecha fatal para concluir la
revisión del acuerdo comercial, misma que no se cumplió, las opciones posible son tres: una, que las conversaciones
se reanuden y se llegue a un acuerdo a principios de junio; dos, que reinicien
después de julio una vez que se hayan conocido los resultados de las elecciones
mexicanas; y tres, que de plano se vayan hasta el próximo año, con
posterioridad a los comicios de noviembre en EU. El problema es que, en los dos
últimos casos, el presidente Trump pudiera decidir súbitamente retirarse
unilateralmente del Acuerdo y con ello provocar un shock económico que
impactaría sobre todo a nuestro país. Muchos analistas piensan que eso no va a
suceder, pero tampoco pueden afirmar cuál escenario es el más viable. Es decir,
hay un consenso: lo más seguro es que quién sabe…
Y es que la negociación está
atorada no sólo por las próximas elecciones en ambos países sino también por la
división dentro del partido republicano; entre éstos y los demócratas; entre
los sindicatos y el movimiento progresista frente a los republicanos más
conservadores; entre las grandes corporaciones exportadoras y Trump; entre la
posición de Canadá y la del gobierno de México con la de Trump; y hasta entre el representante del presidente,
Lightheizer y su jefe. Cada actor tiene diferentes opiniones sobre temas
importantes, lo que ha impedido un acuerdo. Éstos son, según el jefe de la
representación de EU, los siguientes:
Propiedad intelectual - Acceso y
restricciones al comercio de productos agrícolas-Energía-Las reglas que tienen
que ver con los asuntos laborales y el origen de los insumos sobre todo en la
industria automotriz-El ISDS, es decir, el mecanismo de solución de
controversias entre los países que forman el TLCAN-La cláusula “sunset” (que lo
revisaría cada cinco años). “Y mucho
más” (sic)
Mnuchin, el Secretario del Tesoro
de EU, señaló apenas el domingo que las negociaciones podrían irse hasta el
próximo año pero al otro día, para arrojar más dudas sobre el asunto, dijo que
podría considerarse también una revisión “flaca” y rápida que no tuviera que
pasar por el Congreso. Si Trump confirma el primer escenario todos podremos tomar
un respiro por unos meses. Mientras, se verá que ocurre en las elecciones de
ambos países y los mercados financiero se tranquilizarán dejando de sacudir el
peso, el cual recuperará algunos puntos de su valor frente al dólar. Se verá
también que la verdadera causa de la inestabilidad de hace unos días provenía
de la mesa del TLCAN y no de la posible elección de López Obrador. El gobierno
de Peña Nieto quedaría prácticamente fuera de la negociación y tocará al presidente
electo tomar del rumbo de un proceso que se ha vuelto un “scramble” como lo
llamó el Financial Times. Más exactamente, un desmadre.
Si en cambio EU se decidiera por
una revisión “light”, y los otros dos países lo aceptaran, el resultado sería
probablemente adverso para México, aunque también retornaría la calma en las
transacciones financieras.
En el debate del domingo todos
los candidatos hablaron de exigir más respeto a Trump, de un pacto comercial que
convenga a México, y de defender a los migrantes, pero no abundaron mucho en
todo lo que esto significa. Quizás AMLO fue más específico al afirmar tres
cuestiones básicas: que está de acuerdo en aumentar los salarios; que pondrá el
tema de los migrantes en la discusión del Tratado; y que México tendrá que
fortalecer la economía interna para depender menos de EU.
En lo que se refiere a los
salarios, se ha dicho que la propuesta de Lighthizer consiste en que al menos
un 45% del valor de un auto armado en México debe ser producido por
trabajadores que ganen 16 dólares por hora, es decir aproximadamente 2,400
pesos diarios, 72 mil pesos al mes. Está muy bien coincidir en un aumento de
los salarios, pero esta cantidad parece muy complicada de lograr por lo menos
en el corto plazo. ¿Cuál podría o debería ser la posición exacta de los
negociadores mexicanos del próximo presidente electo en torno a esta cifra?
Hay que decir que incluso si
México aceptara algo parecido, eso no significaría que el asunto está resuelto
pues la mayoría de los congresistas republicanos y probablemente otra, quizás
minoritaria, de los demócratas, no estarían de acuerdo y votarían en contra.
Trump mismo podría cambiar de parecer pues no sería sorprendente que esté
usando el tema salarial como pieza de cambio para obtener otras concesiones.
Por otro lado, meter el asunto de
los migrantes centroamericanos y mexicanos en la agenda de un nuevo TLCAN puede
sonar interesante, pero Trump mismo lo ha considerado, pensando que puede
favorecerlo. Sin duda, haría más compleja una negociación ya muy enredada y
podría elevar la presión para que México contenga el tránsito de personas que
vienen de Centroamérica y de nuestro propio territorio. Aun así, el futuro
gobierno de AMLO no puede descartar esta opción. Discutir el tema de los
migrantes fuera de la mesa del Tratado parece también poco recomendable pues no
sería tomada en serio. Dejar las cosas como están no arreglaría nada y
empeoraría la situación. ¿Qué hacer entonces, además de convertir los
consulados en “algo así como” (¿?) procuradurías de defensa de los migrantes?
Hasta donde se puede ver, el posible cambio en la correlación de fuerzas en el
Congreso de EU después de noviembre podría ayudar a encontrar una salida. Pero
si los republicanos vuelven a ganar, el próximo gobierno mexicano tendrá que
hacer uso de una gran imaginación para administrar un conflicto muy grave y sin
márgenes de solución a la mano.
Sobre el cambio de rumbo
económico y fortalecer la producción y el mercado interno, debe subrayarse que se
trata de una transformación que sólo puede lograrse en el mediano-largo plazo.
Y que requeriría de medidas profundas como el aumento sustancial de la
inversión pública, planes regionales, mejoras salariales y laborales
generalizadas y creo que, necesariamente, una reforma fiscal, cosa que AMLO y
su equipo han rechazado.
En este mar de confusión, no se
puede descartar que el próximo presidente de México encuentre un asunto
irresuelto, el TLCAN, tan grande como un elefante, sentado en su despacho. Por
lo pronto, los candidatos le han dado la vuelta, viéndolo de lejos y tratando
de no tropezarse con él discursivamente. Después del 1º de julio, al presidente
electo le quedará claro que un animal de esa talla no puede ignorarse ni
echarse por la ventana. Tendrá que encontrar una solución para sacarlo de ahí, y
dedicarse, con menos presiones, a otros asuntos tan graves como parar la
violencia que nos horroriza todos los días.
Twitter: #saulescoba