El testimonio del señor L.
Saúl Escobar Toledo
La “denuncia de hechos posiblemente
constitutivos de delito” presentada por el Sr. Emilio Lozoya al Fiscal General
de la República en contra de Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón Carlos Salinas
de Gortari y otras personas más se difundió profusamente en los medios de
comunicación y las redes sociales. El debate que provocó se ha concentrado casi
exclusivamente en sus efectos políticos y jurídicos. Se ha destacado así la
corrupción reinante en los sexenios anteriores y la posibilidad de que expresidentes,
funcionarios públicos y legisladores implicados sean llamados a declarar y
hasta puedan ser sujetos de sanciones penales. El documento parece confirmar la
idea de que la corrupción es el principal problema de México y la necesidad
imperiosa de su erradicación, tal como lo ha planteado muchas veces el
presidente López Obrador. Sin duda, desprestigia también a la oposición
representada por el PAN y el PRI.
Sin embargo, el escrito del Sr. L.
puede ser revisado como un testimonio histórico que retrata una etapa de la vida de México. Más allá de
las anécdotas, los nombres y su valor jurídico presente o futuro, la denuncia del
ex director de PEMEX nos describe un régimen político que tiene las siguientes
características:
1. El punto central de la trama reside
en que un grupo de empresas y empresarios, encabezados por el consorcio
Odebrecht sobornó y de esa manera doblegó al gobierno de México y al poder
legislativo para servir a sus intereses. Un mecanismo que comenzó en el
gobierno de Calderón y culminó en el de Peña Nieto con la aprobación de la
llamada reforma energética.
2. El esquema de sobornos recorría un
circuito preciso: la empresa extranjera depositaba millones de dólares en la
cuenta de una empresa que era propiedad de un funcionario público. Tanto la
empresa que hacía el depósito como la que lo recibía eran fantasmas (sólo
existen legalmente en el papel, pero no realizan ninguna labor gerencial o de
cualquier otra índole) y declaraban como residencia un paraíso fiscal. Una vez
que el funcionario recibía el dinero en su cuenta bancaria, lo retiraba para
depositarlo en otra empresa fantasma de su propiedad, también en un paraíso fiscal,
o lo retiraba en efectivo para sobornar a otras personas (legisladores, funcionarios,
dirigentes de partidos políticos). En el caso del PRI, el documento hace
sospechar que los depósitos a cuentas de consultores extranjeros eran, igualmente,
empresas fantasmas que ocultaron a los verdaderos beneficiarios, probablemente
funcionarios públicos, ya que no expedían facturas o lo hacían “por un servicio
distinto”.
3. A cambio de estos sobornos, las
empresas extranjeras y nacionales conseguían contratos que las beneficiaban
enormemente ( Etileno XXI, Grupo Higa,
Agronitrogenados, etc. ) y que diputados y senadores tanto del partido oficial
como de la oposición (particularmente el PAN) aprobaran leyes en las que estos
empresarios influyeron (no se sabe si en su redacción o en sus fines generales)
y que eran muy importantes para ellos pues les abrían nuevas oportunidades de
inversión y, se entiende, de negocios turbios.
4. El mecanismo fue tan eficaz que,
según el señor L., Odebrecht no sólo logró contratos sino literalmente “doblegar
al presidente de la república y al estado mexicano” por lo menos en materia
energética. Este servilismo llevó a abusos de poder y corrupción extremos y a
una asociación que el declarante califica como “si se tratara de crimen
organizado”. Un “aparato organizado de
poder para obtener beneficios que afectaron la soberanía de México sometiéndolo
a personas y grupos nacionales y extranjeros”,
Documentos como el que comentamos
deben ser tomados con mucha cautela. En muchos casos faltan a la verdad por
distintas razones: aún con la mejor intención los testimonios se basan en la
memoria y ya se sabe que ésta es frecuentemente débil y lo es más en la medida
en que pasa el tiempo. Muchas veces recordamos cosas que no sucedieron tal cual
las imaginamos o las contamos aun cuando se trate de hechos particularmente decisivos
de nuestra biografía. Pero los dichos de una persona pueden ser aún más
discutibles cuando se busca una ventaja personal: en el asunto que nos ocupa, que
la fiscalía le proporcione al denunciante “una salida alterna respecto a los
procedimientos que hay en mi contra y en contra de mi familia”.
Por otro lado, los historiadores
saben que un testimonio no sólo describe la realidad que el narrador ve:
también retratan a la propia persona que la cuenta. Al leer la denuncia, el
señor L. se describe a sí mismo como una persona fácilmente manipulable;
obediente al punto de la ignominia; temeroso de faltar a las instrucciones de
sus jefes; y que sólo en este momento, años después de los acontecimientos, se
da cuenta de la gravedad de los hechos. Se describe como una persona que acepta
sobornos sin ningún remordimiento o justificación. Dice por ejemplo que en 2012
Odebrecht prometió aportar 4 millones de dólares de los cuales 2.5 serían para
la campaña del PRI y “recordemos (sic) que el 1.5 restante fue para mí”. Y,
finalmente, se pinta como un arribista que llega a la dirección de PEMEX por
invitación del presidente “dada mi experiencia en el sector privado, aunque yo
no conocía bien ni a Peña Nieto ni a Luis Videgaray”.
La lectura del escrito del Sr. L. me
recordó a Hanna Arednt y sus observaciones sobre el juicio a Eichmann, acusado
de millones de asesinatos de judíos bajo el nazismo. Su contacto personal con
el acusado le impresionó “por su superficialidad …Los actos fueron terribles
pero el responsable era totalmente corriente, del montón, ni demoníaco ni monstruoso.”
El Sr. L. quiere verse reflejado en su
propia narración de una manera similar: como una persona que recibe
instrucciones y las cumple; ni el único culpable ni completamente inocente. Una
persona cuyos rasgos también podrían definir a Enrique Peña Nieto: un político
advenedizo, oportunista, superficial, sin más motivaciones que enriquecerse a
toda costa; ni muy inteligente ni extremadamente estúpido; sin ideas que lo distingan,
pero capaz, medianamente, de repetir un discurso.
En fin, el documento del Sr. L, nos
plantea la existencia histórica de un régimen que utiliza el poder para el beneficio
de intereses privados, aunque, a diferencia del pasado (los años dorados del
PRI), es sometido por ellos. Un sistema
político que existe en muchas partes del mundo y que se caracteriza, en
consonancia con los tiempos neoliberales, por su obediencia, casi exclusiva, a los
grandes consorcios mundiales. Un sometimiento que vive y se reproduce gracias a
la impunidad financiera y fiscal y permite que grande sumas de dinero negro
circulen por todo el mundo cobijadas por empresas ilegales, bancos piratas y
refugios fiscales que no rinden cuentas a nadie. Una forma de gobierno que se puede
justificar con teorías muy elaboradas sobre la libertad de los mercados pero
que, al final de cuentas, se reduce a la gestión de políticos advenedizos que
encuentran en los grandes consorcios privados la razón y motivo del ejercicio
del poder del estado.
Por ello, el problema de la
corrupción no reside solamente en los controles y castigos de la clase política
sino sobre todo en la impunidad de las grandes corporaciones. El escrutinio y
transparencia de las empresas privadas resulta tanto o más importante que la de
los entes de la administración pública.
El testimonio del Sr. L fue elaborado
sin duda para obtener una ventaja personal. Sin embargo, hay que reconocer que describe una
situación que en México y en otras partes del mundo se ha vuelto normal y ha
privado a los ciudadanos de una democracia real, un estado que los proteja, y
una economía más equitativa. Es el sistema impuesto por el 1% más próspero que
ha logrado concentrar la riqueza y el ingreso mundial en proporciones
inimaginables.
saulescobar.blogspot.com
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