La CTM: la disputa por la historia
Saúl Escobar Toledo
El domingo pasado, el presidente de la república acudió a un
acto masivo en la Ciudad de México en ocasión del 84 aniversario de la
fundación de la CTM. En los discursos tanto del secretario general de esa
organización como del primer mandatario se hicieron varias referencias a la
historia y en particular al presidente Lázaro Cárdenas.
Quizás muchos lectores de El Sur no recuerden con precisión
los hechos de aquel entonces y no comprendan cabalmente la relación del mandatario
michoacano que gobernó el país entre 1934 y 1940 con la lucha sindical. Vale la
pena entonces recordar que la Confederación de Trabajadores de México (CTM) fue
en realidad el momento culminante de un proceso de unificación que se había iniciado
varios años antes. Diversas organizaciones jugaron un papel muy importante en
este proceso. En primer lugar, la Confederación Sindical Unitaria de México
(CSUM), una agrupación fundada por activistas sindicales, miembros del Partido Comunista,
que logró reunir a un número significativo de sindicatos a fines de los años
veinte. Poco tiempo después, surgiría la Confederación General del Obreros y
Campesinos (CGOCM) dirigida por Vicente Lombardo Toledano. El movimiento
sindical iniciaba una profunda reorganización después de varios años de sufrir
el control hegemónico de la CROM (Confederación Regional de Obreros Mexicanos),
organización que, con el apoyo del gobierno callista (1924-1928), había logrado
desplazar a otras corrientes obreras por medio de la violencia y la ayuda
oficial. Recordemos que su principal líder, Morones, había sido Secretario de Industria,
Comercio y Trabajo.
Tanto la CSUM como la CGOM, junto con los nacientes
sindicatos de industria como los ferrocarrileros, se propusieron la formación
de un movimiento obrero independiente ajeno a “toda colaboración y sometimiento
al Estado”. Durante los primeros años de la década de los treinta, se llevaron
a cabo paros y manifestaciones para lograr el reconocimiento de los contratos
colectivos. Así, por ejemplo, en 1934, antes de las elecciones presidenciales,
se organizaron dos huelgas generales.
Cuando el general Cárdenas tomo posesión de su cargo, el sindicalismo
se había convertido en “la fuerza política y social más importante del país”,
según algunos historiadores. El presidente, por su parte, decidió acercarse al movimiento
desde el principio de su administración. En 1935, cuando se produjo la ruptura con
Calles, las organizaciones obreras decidieron apresurar su unificación. La
CGOCM, la CSUM, los sindicatos nacionales de industria más importantes,
ferrocarrileros, mineros y electricistas, entre otros, firmaron un pacto de unidad
que dio lugar a la creación del Comité de Defensa Proletaria. Las huelgas se
multiplicaron a fines de ese año y principios de 1936 abarcando diversas ramas
industriales de gran importancia económica. Destacó, en ese momento, el caso de
Vidriera Monterrey pues ante las quejas patronales, Cárdenas defendió sin
ambigüedades a los trabajadores e incluso la participación de los comunistas en
el conflicto y condenó severamente las amenazas de los empresarios
regiomontanos.
En estas condiciones, a fines de febrero de 1936 se llevó a
cabo al Congreso Nacional de Unificación Obrera y Campesina, convocado por el
CNDP, del que surgiría la CTM. Según algunas fuentes, se logró reunir a representantes
de 2 800 sindicatos tanto los más pequeños como los grandes sindicatos
nacionales de industria recién creados. Una fuerza muy considerable.
El Congreso de 1936 culminó aprobando una resolución en la
que se reiteraba la independencia de la organización respecto del poder público
y se llamaba a la unidad con el movimiento campesino. El objetivo, afirmaron, era la formación de
un Frente Popular Antiimperialista para luchar por la “emancipación y la
verdadera autonomía de la nación mexicana”.
La creación de la CTM dio un mayor impulso a la movilización
de los trabajadores. Varias huelgas estallaron. Una de las más importantes fue la
ferrocarrilera que tuvo lugar en mayo. Menos de un mes después ocurrió la
huelga de los electricistas que se prolongaría por diez días paralizando la
mayoría de las actividades económicas de la Ciudad de México y algunas otras
regiones cercanas. En noviembre, el recién constituido sindicato nacional
petrolero emplazó a huelga por firma de contrato colectivo. La huelga
estallaría en mayo de 1937 y, como se sabe, se resolvería en marzo de 1938 con
la expropiación petrolera decretada por el presidente Cárdenas.
Valga este recuento histórico para subrayar que la CTM no fue
resultado de una decisión de gobierno, aunque las políticas impulsadas por el
mandatario crearon un ambiente favorable para ello. Dicha organización fue
posible gracias a una estrategia de movilización desatada con plena
independencia del poder público y del partido en el poder (el flamante PNR).
Fue, por ello, una de las etapas históricas más sobresalientes del movimiento
obrero mexicano.
Después, las cosas cambiaron y en los años cuarenta tanto los
comunistas como el propio Lombardo Toledano y otros dirigentes fueron echados o
salieron de la CTM. Un grupo, encabezado, entre otros, por Fidel Velázquez, se
apropió de la central y decidió convertirse en aliada del gobierno para
combatir a las otras corrientes sindicales. Bajo esa dirigencia y con esas
estrategias, la CTM se corrompió y se creó un sistema corporativo muy
autoritario.
La CTM que en estos días celebró su aniversario, hace mucho
que ha dejado de ser una organización combativa e independiente; tampoco es ya,
desde hace décadas, la central favorita del gobierno en turno. Se ha convertido
en una administradora de contratos de protección con una afiliación dudosa:
seguramente muchos trabajadores forman parte de los sindicatos de la CTM sólo
en el papel y ni siquiera saben que pertenecen a esas organizaciones.
Muchas de estas cosas, la participación de los comunistas, el
liderazgo de Lombardo, la represión contra la oposición sindical, el
corporativismo y la simulación de los contratos colectivos, no salieron a
relucir en los discursos del domingo pasado. Era de esperarse, ya que forman parte
del pasado vergonzoso que explica la sobrevivencia de los lideres cetemistas de hoy.
El presidente López
Obrador planteó en dicho acto una agenda laboral que incluyó el fortalecimiento
del IMSS, un cambio en las políticas a cargo del INFONAVIT y, lo más destacado,
una revisión del sistema de pensiones. A esos puntos habría que agregar otros:
el tema de la subcontratación; el sostenimiento de una política salarial
progresiva; y la implementación de las reformas a la ley para hacer realidad la
democracia sindical y la contratación colectiva.
Puede entenderse la presencia del primer mandatario en el
aniversario de la CTM de diversas maneras. Quizás considera que no queda sino
arar con los bueyes que hay, no con los que uno quisiera, para echar a andar,
con el consenso institucional de las organizaciones patronales y sindicales,
nuevas reformas a la ley y políticas distintas en beneficio de los obreros. La
agenda laboral, como pude verse, es de una gran relevancia. Ya veremos si la
CTM se convierte en un lastre o apoya estos cambios. Y, sobre todo, si pasa la
prueba de la democracia bajo las reglas legales apenas aprobadas el año pasado.
Pero la presencia del general Cárdenas en los discursos y la
apelación a su legado, nos deben hacer reflexionar sobre ese momento histórico.
Una de las cuestiones más relevantes para nuestro presente consistiría en reconocer
que un gobierno dispuesto a cambiar al país debe contar con el acompañamiento
de las agrupaciones sociales, y que éstas deben mantener su independencia y su
propia iniciativa. Tratar de controlarlas o condicionar su participación, sólo
puede hacerse por medio de la fuerza, la corrupción y el autoritarismo. La
historia de la CTM es un buen ejemplo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario