Las guerras de Trump
Saúl Escobar Toledo
El presidente de Estados Unidos está desatando varios
conflictos mundiales al mismo tiempo. Tanto amenazas militares como en el caso
de Irán o Venezuela, como de tipo comercial contra China, India, Japón, Europa
y, ahora, México. Estas últimas son de distinta intensidad, pero producen a
nivel mundial una gran incertidumbre, minan la confianza de inversionistas y
empresas y reducen las oportunidades de empleo.
En el caso de México, el incidente es particularmente
llamativo dado que se trata de un viejo aliado que ha estado ligado a EU desde
hace décadas a través del TLCAN. Justamente, el día en que el presidente López
Obrador anunció su decisión de pedirle al Congreso la aprobación del nuevo
acuerdo comercial (el T-MEC), Trump a través de su Twitter, amenazó a nuestro
país con imponer aranceles a todas las importaciones de mercancías. Con ello
puso en duda la certidumbre de ése y cualquier arreglo escrito firmado por
Washington.
La amenaza es aún más incomprensible si tomamos en cuenta que
la economía estadounidense pasa por un buen momento, con tasas de crecimiento
superiores al promedio histórico de las últimas décadas y un desempleo mínimo.
¿Por qué Trump decide escalar las guerras comerciales en un
momento como éste, sabiendo, como sabe, que ello puede producir efectos nocivos
para la economía global y, en particular para la de su propio país?
La respuesta pudiera ser, como ha sido expresado por varios
comentaristas, miembros del Congreso de EU e incluso representantes del sector
privado, tan simple como: por irresponsable. Pero podría ser que estas
conductas no respondieran sólo a un acceso de furia que no mide las
consecuencias.
Como se ha dicho, también, Trump parece estar buscando dos
objetivos políticos: el primero, darle a su campaña por la reelección un mayor
brío. Cuestiones muy estimadas por sus electores duros han sido el problema de
la inmigración y el llamado outsourcing, es decir, el traslado de empresas y
proceso productivos, principalmente a China y México, con la consecuente
pérdida de empleos en territorio estadounidense. El segundo, distraer la
atención pública para que el asunto de la intromisión rusa en las elecciones de
noviembre de 2016 se minimice en la prensa.
Si esto es cierto, México se convertirá cada vez más en la
víctima de un juego perverso que consiste en tratar de demostrar que nuestro
país no puede o no quiere detener la inmigración indocumentada proveniente de
Centro América. Diversos indicadores muestran que el flujo de personas provenientes
del sur de la frontera de EU no está en su momento más álgido, de acuerdo con
los niveles históricos que se han presentado en otras décadas. Recordemos tan
solo que alrededor de 400 mil mexicanos promedio anual se fueron a vivir al
otro lado de la frontera entre 1990 y 2010, mientras que el número de centroamericano
promedio anual ha sido de poco más de 80 mil en las últimas décadas (sin tomar
en cuenta las personas repatriadas). Puesto
que el problema tiende a agravarse y se trata de un asunto muy llamativo, con
una fuerte carga dramática debido al número de niños y mujeres que tratan de
llegar hasta allá debido al desastre que padecen en sus propias naciones
(Honduras, El Salvador, Guatemala), la manipulación mediática es relativamente
fácil. De esta manera, para Trump el problema nunca estará resuelto, no
importan las estadísticas o la conducta y el discurso del gobierno mexicano.
En lo que toca a la posibilidad de que regresen a EU las compañías
que operan en México, ello difícilmente va a suceder en el corto plazo: las
cadenas de valor que se han construido entre los dos países en las empresas
fabricantes de autos, computadoras, cámaras fotográficas, televisiones y hasta
cerveza, no se pueden romper para rehacerse fácilmente en territorio
estadounidense. Además, si esto sucediera, la potencia del norte tendría
entonces un serio problema de escasez de mano de obra.
Sólo para ilustrar el fenómeno, México vendió a EU el año
pasado mercancías por un total aproximado de 347 miles de millones de dólares.
Una tercera parte fueron automóviles, sus accesorios o partes. Otro 11 por
ciento consistió en computadoras, aparatos de televisión y de video; y un
pequeño pero significativo dos por ciento fueron cervezas. Del total de
productos exportados por nuestro país a nuestro vecino, por lo menos un 30%
tienen un contenido estadounidense. Hasta las chelas fabricadas en nuestro
suelo llevan lúpulo y cebadas cultivadas en Estados Unidos. La esperada
ratificación del T-MEC significa la continuidad y fortalecimiento de este
esquema productivo que consolida las cadenas de valor trasfronterizas.
Se puede concluir entonces que las amenazas de Trump contra
México son pura demagogia. No buscan resolver ningún problema. Son simplemente
anuncios publicitarios para promover su propia candidatura.
Pero, y ¿qué sucede con el resto del mundo? Ni China, ni la
Unión Europea ni Japón pueden ser acusados de promover la inmigración
indocumentada a EU, y aunque también pudieran servir como chivos expiatorios
para demostrar que el nacionalismo de Trump va en serio y así ganar votos, las razones
pueden ser más complejas.
La economía de EU, a pesar de su auge en estos momentos, es
estructuralmente muy vulnerable. Su talón de Aquiles reside en sus
desequilibrios macroeconómicos: básicamente los déficits en sus finanzas
públicas, en el comercio de mercancías, y en su cuenta corriente. Esto quiere decir
que el gigante económico vive de prestado: el gobierno gasta más de lo que
recauda; importa más de lo que exporta; y en general salen más dólares de EU de
los que entran debido a sus flujos comerciales y financieros. La diferencia
tiene que cubrirse sobre todo emitiendo deuda externa. Esta situación ha
empeorado con Trump debido a la rebaja de impuestos que otorgó a las personas y
empresas más acuadaladas.
La economía estadounidense es como un auto muy poderos que puede
alcanzar velocidades muy altas pero que necesita refacciones, llantas y
gasolina que tiene que adquirir en el extranjero. Depende entonces de este
abastecimiento y ello produce dos problemas mayores. El primero, que desde el
punto de vista geopolítico la economía estadounidense está haciendo fuerte a
otras naciones, particularmente a China, su rival económico mayor. Y segundo,
que esa dependencia puede en un momento dado representar una amenaza a su
sobrevivencia.
Las guerras, incluyendo las comerciales, son producto de una
decisión política. La búsqueda de una nueva supremacía mundial de EU pasa hoy
por la disputa de los mercados. El plan de Trump consiste en tratar de frenar a
China, y subordinar a sus aliados como la Unión Europea, India, Japón y México,
a un esquema económico que permita revertir los problemas estructurales de su
economía. Pero es un proyecto equivocado: falla en el diagnóstico pues los
déficits estadounidenses no se resolverán con medidas de fuerza unilaterales,
principalmente barreras aduaneras. Se equivoca en su instrumentación: a corto
plazo las disputas comerciales sólo podrán traer mayores riesgos de una
recesión mundial.
Dado que aún faltan 17 meses para las elecciones
presidenciales en Estados Unidos, la mejor solución y quizás la única, a corto
plazo, sería la destitución de Trump como presidente de Estados Unidos. El
mundo estaría más tranquilo. Y México se quitaría de encima una causa de
sufrimiento que no nos merecemos. Se trata de un episodio que todavía se ve lejano
y que no puede ser tomada como una alternativa realista para el gobierno
mexicano. Pero casi todos podrían coincidir en que Trump difícilmente va a
cambiar sus posturas. Así las cosas, puede
que no tengamos muchas opciones. En el corto o en el mediano plazo, el gobierno
tendrá que replantear su esquema de conducción política hacia afuera y hacia
dentro. Se requerirá una nueva orientación diplomática y un proyecto económico alternativo. Esperemos
que surjan acompañado de un diálogo abierto con la sociedad para encontrar las
mejores soluciones.
saulescobar.blogspot.com
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