Empleos: pocos y malos
Saúl Escobar Toledo
La Comisión Económica
para América Latina (CEPAL) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT)
acaban de publicar su informe 2018 sobre el empleo en América Latina y el Caribe.
Los resultados no son muy positivos. Dos asuntos preocupan fundamentalmente: el
primero, que, en el pasado reciente la región ha enfrentado una situación
económica de bajo crecimiento. De esta
manera, el aumento de la demanda por una ocupación remunerada tuvo como
respuesta un incremento del trabajo informal. Ello, dice el informe, representa
un retroceso en la región respecto al avance que se había observado hasta más o
menos el año 2010.
El aumento de la
informalidad ha afectado sobre todo a las mujeres pues éstas se han incorporado
en mayor número al mercado laboral, pero tuvieron que aceptar puestos de mala
calidad. Por su parte, los hombres, frente a la falta de empleos asalariados, respondieron
de manera distinta. Una parte de ellos, los más jóvenes, decidieron alargar su
permanencia en los sistemas educativos. Los de mayor edad, en cambio,
simplemente renuncian a seguir buscando un empleo. Ello, a su vez, ha creado mayores
desigualdades entre los géneros.
Se crea así una dinámica
perversa: un ritmo económico menor lleva a una caída en la oferta de puestos
asalariados y consecuentemente a una mayor necesidad de completar el ingreso
para las familias, lo que a su vez conduce a las mujeres a aceptar ocupaciones
de baja remuneración y sin protección social.
No hay duda, dice el
informe, que existe una estrecha correlación entre la tasa de ocupación y el
crecimiento económico. Tal cosa se muestra con claridad entre 2010 y 2016,
período en el que el empleo asalariado se expandió a un menor ritmo que el
trabajo informal. Aunque los números han mejorado un poco en los años
recientes, ello no ha sido suficiente para alcanzar los niveles
anteriores. Además, fue un fenómeno que
se observó de manera bastante generalizada: de los 14 países estudiados, sólo
en tres creció más rápidamente el número de puestos asalariados.
Se observó, asimismo,
que el mayor dinamismo del empleo se ubicó en el sector terciario.
Particularmente, los servicios comunales, sociales y personales; el comercio; y
los restaurantes y hoteles. La manufactura se contrajo cuatro años seguidos,
entre 2012 y 2016 y apenas está repuntando levemente. Desafortunadamente, el
trabajo sin protección prolifera más fácilmente en los servicios que en la
industria.
Ahora bien, el documento
señala que el aumento de la informalidad laboral no sólo obedece a la caída en
la generación de empleos asalariados, sino también a las estrategias de las
empresas para reducir costos. En lugar de ofrecer plazas estables y protegidas
por la seguridad social, optan por diversas formas de contratación que evaden
estas responsabilidades.
Desde hace muchos años,
se conocen diversas modalidades de empleo que ignoran los derechos laborales. Por
ejemplo, el trabajo a domicilio (principalmente para la elaboración de prendas
de vestir); el reclutamiento de jornaleros rurales sin contratos escritos; y el
trabajo asalariado doméstico no reconocido como tal. En algunos países, se ha
tratado de reglamentar estas ocupaciones, pero sin grandes resultados
prácticos. En otros, simplemente se les ha ignorado, como si se tratara de trabajadores
invisibles.
A estas viejas formas de
informalidad laboral, hay que agregar ahora nuevos fenómenos derivados de la
tecnología, particularmente aquellos que tiene que ver con el uso del internet,
las llamadas plataformas digitales. Estamos hablando por una parte del trabajo
a distancia, por ejemplo, una empresa que contrata el servicio específico de
una persona para realizar una tarea, digamos el diseño de un plano de
ingeniería. A veces, una vez realizado el pago, termina la comunicación entre
ambos. Pero en otras, la relación es frecuente e intensa y entonces surge la
interrogante: ¿se trata de un trabajo que debería considerarse como subordinado
bajo la responsabilidad de la empresa contratante y que por lo tanto genera
derechos para el trabajador? En estos casos se habla ya de la existencia de
jornaleros digitales.
En lo que concierne al
uso de las plataformas, se trata de diferentes modalidades que oscurecen la
relación entre la empresa y el trabajador y que no permite distinguir con
nitidez el trabajo asalariado del independiente. La contratación mediante
plataformas digitales se ha extendido muy rápidamente en varias partes del
mundo: Estados Unidos, Canadá, Europa y Asia. En las regiones angloparlantes, a
este tipo de trabajo se le ha llamado economía gig. En la región latinoamericana y caribeña avanza
más lentamente, pero se le puede reconocer ya abiertamente.
Estas plataformas
digitales abarcan una gran diversidad de servicios como el transporte de pasajeros
(taxis) y el reparto de comida a domicilio. Empresas como Uber y Cabify
proporcionan a sus clientes una red de transporte mediante una plataforma
virtual que se conecta por internet y que está disponible en teléfonos
celulares. Otras como Cornershop, Ubereats y muchas otras, se dedican a la
compra, recolección y envío de pedidos a través de repartidores, mediante
mecanismos similares.
Aunque las formas de
relación entre el cliente final, el trabajador y la empresa son diversas, en
muchas ocasiones se ha probado que esta última exige ciertas calidades del
empleado, le impone un ritmo y la forma de trabajo, y que la retribución se
fija unilateralmente en función de las tareas desempeñadas sin mediar
negociación. Igualmente, se pudo apreciar que los trabajadores no están
protegidos por la seguridad social ni tiene posibilidades de asociarse entre
ellos. Los estudios realizados indican que, frecuentemente, existe una relación
subordinada entre el trabajador y la empresa, aunque formalmente se oculte o se
le pierda la pista debido a que es el cliente final el que, mediante el
internet, solicita el servicio.
En síntesis, el avance
de la tecnología no ha redundado en una mejoría de la calidad del empleo, sino
como hemos visto en formas de contratación vulnerables. Por ello, la OIT y la
CEPAL recomiendan el estudio de estas tendencias más recientes para elaborar una
legislación adecuada, una regulación factible por las autoridades, y el diálogo
social mediante el respeto la libre asociación de los trabajadores.
México no ha sido la
excepción en el panorama descrito por la CEPAL-OIT. Aquí también hemos tenido
un crecimiento muy bajo, una oferta insuficiente de empleos asalariados y una
informalidad que afecta a más del 50% de los trabajadores ocupados. Asimismo, se
observan fenómenos como la subcontratación y la oferta de servicios por medio
de plataformas digitales.
Aún es muy temprano para
evaluar las perspectivas del empleo en el actual sexenio. Tendremos que ver,
durante los próximos meses y años, cómo afecta el panorama laboral asuntos tan
novedosos como las reformas a la Ley Federal del Trabajo, el programa de
capacitación para jóvenes, y en general las políticas adoptadas por el gobierno
para alentar el crecimiento económico y abatir la pobreza.
Sin embargo, las
conclusiones del documento que comentamos son muy claras: se requiere de manera
indispensable acelerar la economía para aumentar la oferta de empleos; pero
también es necesario continuar con el
fortalecimiento de las leyes y las instituciones laborales para combatir las
diversas formas de contratación que vulneran los derechos básicos de los
trabajadores. Entre otras, la subcontratación para evadir el pago de
prestaciones y la seguridad social, y la situación de los trabajadores rurales y
domésticos. Ahora, adicionalmente, se tendrá que investigar el uso de las
plataformas digitales sobre todo en aquellos casos en que existe una relación
subordinada del trabajador hacia la empresa.
La construcción de un
país más justo requiere estos esfuerzos. No podemos conformarnos con un
panorama que ofrece pocos empleos y de mala calidad.
saulescobar.blogspot.com
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