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martes, 30 de abril de 2013

Un testimonio de la lucha electricista de los años setenta




Mañana es Primero de Mayo de 2013. Por ello les ofrezco este testimonio de un dirigente de la Tendencia Democrática de los electricistas, Francisco Covarrubias, quien recuerda así una jornada de lucha, un 15 de julio de 1976. Es un testimonio que se publica ,escrito,  por primera vez y fue leído por  su autor en el Instituto de Estudios Obrero Rafael Galván hace unas semanas en el mismo lugar donde se narran los hechos ocurridos hace 37 años. Quede como un pequeño esfuerzo por recuperar la memoria del movimiento obrero y, sobre todo, para recordarnos que las luchas obreras de este país han sido de grandes sacrificios y entrega. ¿Verdad maestros?....




LA NEGRA NOCHE DEL 16 DE JULIO DE 1976
Francisco Covarrubias

15 de julio de 1976. La tarde era apacible pero presagiaba tormenta. Habíamos dispuesto que José Luís Borrego acompañara a Rafael Galván a su casa y pasara allí la noche, por lo que pudiera presentarse. En nuestro “bunker” de Zacatecas 94 sólo estábamos Héctor Barba, Rodolfo Calderón y Francisco Covarrubias, esperando noticias de las secciones del interior de las República, en donde los compañeros ya habían advertido movimientos extraños de camiones y gente que estaban llegando. Como a las nueve de la noche, también nosotros notamos que en las calles cercanas se estacionaban automóviles con antenita y autobuses repletos de gente. Todo esto era demasiado sospechoso pues era la víspera del emplazamiento a huelga que habíamos hecho a Comisión Federal de Electricidad, nosotros, los electricistas, a quienes se nos habían pisoteado nuestros derechos contractuales y sindicales. Las autoridades estaban violando así la Ley Federal del Trabajo y la Constitución, con el único fin de someternos al charrismo sindical, costara lo que costara.
Nos preocupó todo lo que estaba sucediendo en aquellos momentos, tanto en la capital como en los diferentes estados de la República, porque pensamos que podría ocurrir otra agresión armada a nuestros locales sindicales, como ya había sucedido en noviembre de 1975, cuando los charros y el gorilón de Fidel Velázquez tomaron por asalto las oficinas de nuestros compañeros nucleares, en una demostración de poder. Sentíamos temor, pero estábamos decididos a defender nuestra trinchera a como diera lugar. También, reflexionando sobre los acontecimientos que pudieran venir, como a las once de la noche decidimos sacar de nuestro local de Zacatecas todos los archivos de tesorería y documentos históricos que los desnaturalizados hijos de… Fidel pudieran destruir. Esta comisión fue cumplida con mucho celo y valor por los compañeros nucleares Jaime Vega y Olga Lara quienes, en su automóvil, se llevaron todo ese material, buscando no despertar sospechas frente las decenas de ojos que nos vigilaban. También estuvimos considerando que si atacaban nuestro local, introducirían armas u otras cosas, como suelen hacerlo, para imputarnos un delito más. Así que, nosotros, desarmados, esperaríamos los acontecimientos.
A las doce de la noche ya repiqueteaban los teléfonos de larga distancia. Nuestros compañeros solicitaban instrucciones sobre lo que cada vez era más visible: presencia de soldados armados con fusiles de alto poder y bayoneta calada, dando protección a grupos de civiles que llevaban como contraseña un listón amarillo prendido en el brazo izquierdo (recuerdos de Tlatelolco 1968)
En un hotel del D.F. estaban hospedados el compañero Rubén Núñez de Región Lagunera, y los ex compañeros (porque traicionaron al movimiento) Ricardo García Valdivia de Guadalajara, y Héctor Morales de Chihuahua, quienes formaban parte de una comisión de contacto con el Sindicato Mexicano de Electricistas, comisión que se había formado recientemente. A estos compañeros se les llamó para que nos reforzaran en Zacatecas. Así estaba el panorama al iniciarse la madrugada del 16 de julio de 1976, en todos los lugares donde ondeaba orgullosa la bandera de la Tendencia Democrática. Nuestro camarada Galván, que estaba en contacto permanente con nosotros nos indicaba: “Den instrucciones a las secciones que nada de violencia. Esto es una provocación y no hay que caer en ella. Que se reúna la gente en los locales sindicales y por la mañana informar al pueblo del grave atropello que estábamos sufriendo los electricistas democráticos”.
Seguían sonando los teléfonos: Morelia, Uruapan, Aguascalientes, Celaya, San Luis Potosí, Comitán, etcétera, con voces temblorosas pero decididos, los compañeros preguntaban qué hacer ante aquella horda que llegaba a los centros de trabajo de C.F.E., exigiéndoles firmar un papel, elaborado previamente, de renuncia a la Tendencia Democrática y de reconocimiento al Comité Nacional espurio del SUTERM. Hasta los representantes de nuestro “glorioso” Ejército Mexicano insinuaban a los compañeros que firmaran dicho papel, para que no perdieran el trabajo. Ni con la amenaza de las bayonetas hubo una sola traición aquella noche. Se cubrieron de gloria en aquel momento los electricistas que habían decidido cambiar el curso de la historia ese 16 de julio.
¡Tiemblen charros! se le contestó a Elías Noriega, Secretario General de la Sección Acapulco cuando a la 1 de la mañana nos llamó por teléfono. Él estaba con su gente en el centro de trabajo de C.F.E. y preguntaba un tanto asustado “¿Qué hago?, son muchos, más de mil, ya vienen para acá”. “Desalojen pacíficamente el lugar y que esos señores se hagan cargo de las instalaciones, no firmes ningún papel” le contestamos. En ese momento soltaron la carcajada los compañeros nucleares que estaban en el local de Zacatecas, quienes voluntariamente resguardaban el local, algunos aparentemente dormidos. Quien le contestó a Elías lo hizo fingiendo con voz temblorosa “¡Tiemblen charros!” pues cuando él iniciaba los mítines como maestro de ceremonias lo hacía con voz retumbante y fuerte con esas palabras, para animar a la gente. Ése fue el objeto de recibirlo con esa frase que sirvió también para distraernos un momento, a todos los que estábamos afrontando los acontecimientos.
Así se podría narrar muchas anécdotas de aquella noche negra en que desde el “Bunker” de Zacatecas nos tocó dirigir a la gente de la Tendencia Democrática que en
toda la República estaba siendo agredida por los esbirros del charrismo y del go…rilón de Fidel. Solamente en Celaya, Guanajuato, se lamentaron algunos culatazos de los verde-olivo a nuestros compañeros en el momento de desalojar el centro de trabajo. Desde Pachuca, Hidalgo, nos habló el compañero Tomás Martínez, operador telefonista, y nos comunicó que él no iba a abandonar su turno. Le insistimos, pero no pudimos convencerlo y sólo le deseamos suerte. Ni las órdenes de su jefe, ni la amenaza de los soldados lograron hacerlo salir de sus cuatro paredes de vidrio de la caseta donde permaneció hasta la siete de la mañana en que se fue, diciendo que ahora sí, ya terminaba su turno.
La mayoría de los trabajadores que entraban a laborar a las siete de la mañana, linieros, oficinistas, lectureros, etc., se encontraron con el mismo panorama: cientos de esquiroles protegidos por los soldados estaban dizque ocupando los puestos de quienes no querían renunciar a la Tendencia Democrática. Aquello era denigrante, gentes que no sabían ni a que iban, que sólo los habían contratado o engañado pues a unos les dijeron que iban a dar solidaridad a la huelga electricista y a otros les habían prometido trabajo de planta. Por lo pronto ellos iban a cobrar sus quinientos pesos diarios sin importarles de lo que se trataba.
En la mañana, cuando el pueblo iba a pagar su recibo de luz, se encontró con tipos patibularios, gentes extrañas, además de los pelotones de soldados por todos lados, por lo que daban media vuelta y no liquidaban los recibos. El pueblo empezó a darse cuenta de lo que ocurría y de inmediato empezó a dar solidaridad a los electricistas, quienes lejos de asustarse, alegres, formaban corrillos frente a sus locales sindicales o a sus centros de trabajo de Comisión Federal. Esta solidaridad se manifestó en víveres, despensas, objetos para que fueran vendidos o rifados, etcétera. Así, el pueblo estaba demostrando, como lo ha demostrado a través de la historia, quién tenía la razón. El pueblo no se equivoca.
Por lo pronto, ese 16 de julio, la Tendencia Democrática había asimilado el golpe y con dignidad proletaria, los trabajadores habían resistido la furia de quienes habían maquinado el asalto. Pero ¿qué es lo que iba a ocurrir en los próximos días?, nos preguntaban. Los esquiroles no sabían manejar calderas, tableros de operación, reparar líneas, el pueblo no iba a pagar sus cuentas, no había quien se responsabilizara de las áreas de contabilidad, cobranzas, etc. Así que la huelga que nosotros no estallamos, estaba por estallarles a los autores intelectuales de aquel atraco. Para derrotar a quienes luchaban por sus derechos democráticos y contractuales los charros habían echado mano de todo el aparato del gobierno y de todos los recursos económicos necesarios (que son del pueblo) para aplastar aquella disidencia.
Efectivamente, a los pocos días, la huelga iba reflejándose en los siguiente: la producción de energía eléctrica se había reducido en un veinte por ciento porque el personal inepto y trabajando las 24 horas diarias, había echado a perder calderas,
turbinas, transformadores, subestaciones, etc. Y ya no querían queso sino salir de la ratonera. A quienes querían abandonar su turno, la tropa se los impedía. Otros salían pero en ambulancia al hospital, a que los atendieran de crisis nerviosas y otras enfermedades provocadas por el exceso a que estaban siendo obligados quienes se prestaron como esquiroles. Por otra parte, no había quien atendiera la reparación de líneas, fusibles fundidos y otros desperfectos provocados por los mismos esquiroles que conectaban altos voltajes a servicios residenciales, fundiendo focos y aparatos.
Así transcurrieron los días siguientes en que cada vez la situación era más crítica, pero no para los trabajadores, sino para la Comisión Federal, que ya no podía dar el servicio eléctrico a sus consumidores, quienes estaban presionando para que se acabar de una vez con aquel problema. Los siguientes acontecimientos tendrán que ser relatados en otro capítulo aparte, porque antes del 26 de julio, el gobierno había estado propiciando pláticas con el compañero Rafael Galván y una comisión que se había nombrado para el efecto, hasta que viene la traición de José Aceves Pozos y Víctor Manuel Carreto, secretarios generales de Guadalajara y Puebla respectivamente. La madrugada del 27 de julio quisieron arrastrar todas las secciones de la República a la traición que ellos ya habían maquinado.
Se podrá mencionar también, posteriormente, que a partir de que se expulsó a la dirección democrática del SUTERM encabezada por el compañero Galván, la corrupción proliferó en Comisión Federal, pues favoreció a quienes usurparon la dirección nacional del SUTERM, dando canonjías a líderes postizos para acabar con cualquier signo de democracia que se diera en el sindicato. Podemos mencionar también que si bien ya existían números rojos en C.F.E. anteriormente, desde el momento en trataron de destruir a la Tendencia Democrática las cifras crecieron, pero la desorganización y el desgarriate que introdujeron ese 16 de julio, todavía no puede ser corregido.
México, D.F., a 16 de julio de 1980.

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