¿Demasiado o demasiado poco?
Un comentario crítico al paquete económico 2019 del nuevo gobierno
Saúl Escobar Toledo
El llamado paquete económico contiene, como ya se ha hecho
costumbre, tres documentos: los Criterios Generales de Política Económica, la
Ley de Ingresos de la Federación, y el Presupuesto de Egresos. Apenas el pasado
sábado 15, el Secretario de Hacienda entregó el correspondiente a 2019 al
Congreso de la Unión y ya se ha desatado un amplio debate. Su importancia
radica en que contiene las propuestas más importantes del nuevo gobierno en
materia económica. Su análisis debería revelar no sólo cómo se piensa conducir
al país el próximo año, sino también cuáles son sus ideas centrales, lo que
podría llamarse el proyecto de nación que piensa llevar a cabo.
Una ojeada a estos documentos, en particular el de los Criterios,
pues aquí se plasman las líneas centrales, muestran un proyecto ortodoxo y conservador
que, al mismo tiempo rompe con el pasado. Hay una combinación de todo ello que
parece un tanto contradictorio. Veamos por partes.
La ortodoxia se refleja en su apego a los lineamientos de un
déficit reducido, sin aumento de la deuda, y con una acentuada preocupación por
mantener la inflación bajo control. Se calcula que ésta será menor que en 2018.
La estabilidad macroeconómica se pone por delante. No hay, como se ha repetido muchas veces,
nuevos impuestos, pero tampoco la intención de mejorar los ingresos haciendo
más eficiente la recaudación fiscal o aumentando la exportación de petróleo. Al
contrario, éstas serán, según el documento, ligeramente menores que este año.
Es también conservador porque sus expectativas son
extremadamente cautelosas para todo el sexenio. El crecimiento económico será
menor en 2019 y, lo que resulta muy sorprendente, tampoco se calcula un aumento
significativo para los próximos seis años: apenas un 2.6 promedio anual, es
decir una cifra exactamente igual al que se observó entre 2012 y 2018. En el
caso de la producción industrial, los datos son más preocupantes pues ésta
pasaría de un crecimiento de 3.7% en 2018 a 2.7 para el próximo año. Es decir, según
Hacienda, la economía seguirá la inercia de los años pasados. La principal
razón de este conservadurismo se achaca al entorno internacional. Caracterizado
-se afirma- por una marcada incertidumbre, un elevado nivel de volatilidad
financiera y una actividad económica mundial más moderada. En particular, en el
caso de Estados Unidos, se calcula que su PIB se reducirá de 2.9 % al 1.9%
promedio en los próximos años.
Hay también en el documento de las autoridades hacendarias un
espíritu continuista pues por ejemplo en materia de empleo, el diagnóstico es
muy similar al que hizo en su momento la administración de Peña Nieto. Reconocen
un fortalecimiento del mercado laboral, apoyándose en datos como la caída de la
desocupación abierta y la informalidad laboral. Pero desconoce, como muchos lo
han (hemos) dicho, incluyendo el presidente de la república y su secretaria de
trabajo, que el problema son los bajos salarios y la pobre calidad de los
empleos. Sobre esto, no se dice una palabra.
La innovación radica en los 18 programas que suman un total
de 251.6 miles de millones de pesos (mmp). Hay que decir, sin embargo, que esta
cantidad significa el 4.3% del gasto neto total propuesto (lo que incluye la
deuda y otros renglones como las participaciones a estados y municipios) y el
6.15% del gasto programable, es decir, aquel que efectivamente se ejerce por el
gobierno federal. De ese tamaño es el verdadero cambio. Hasta ahí alcanzó.
Las 18 acciones previstas se pueden clasificar, en orden de
importancia, en apoyos sociales (124.3 mmp = 49.4%); infraestructura (60 mmp =
24%); subsidios a la producción (23 mmp = 9%); y de apoyo al empleo con 44.3
mmp que representa el 17.6% del total de los recursos destinado a estos
renglones.
El más costoso es el de Pensión para el bienestar de las
personas adultas mayores (100 mmp). No haya duda de que éste y el resto de los programas
sociales mejorarán el nivel de vida de las familias beneficiadas. En cuanto al
renglón productivo, debe recalcarse que una parte sustancial se destinará al
sureste del país, la región más abandonada y pobre del país. En ambos casos,
sin embargo, habrá que evaluar su impacto real en materia de combate a la pobreza
y a la desigualdad.
Una mención especial merece el que se ha llamado Jóvenes
Construyendo el Futuro. Se trata de un proyecto sin precedentes ya que se trata
de becar en el lugar de trabajo a alrededor de 2 millones de jóvenes por seis
meses por un monto de 3 600 pesos mensuales (aunque estaba previsto para 2.6
millones de becarios). El programa puede
ser muy exitoso y lograr resolver uno de los problemas más acuciantes de
nuestra sociedad, el desempleo juvenil, pero también tiene riesgos pues puede servir
solamente para subsidiar a las empresas sin crear plazas de trabajo estables; o
podría utilizarse incorrectamente para que los jóvenes realicen tareas que no
les proporcionarán una calificación certificada que les permita continuar su
carrera laboral en el mercado de trabajo.
Desde luego, el financiamiento de estos proyectos ha
requerido un recorte de otros rubros del gasto. Particularmente, se ha
mencionado el caso de las universidades. La pregunta entonces es si destinar fondos
para becas escolares y para construir nuevas universidades (con un modesto
presupuesto), justifica la poda a los centros educativos ya establecidos.
Dada la importancia que le ha otorgado el presidente López
Obrador, podría suponerse que los 18 programas anunciados tendrán un impacto
sustantivo en el desarrollo económico, ya sea porque habrá un mayor consumo de
los hogares o por la ampliación de la infraestructura productiva. Podría
incluso aceptarse que sus repercusiones se reflejarán, principalmente, a largo
plazo. Pero, como hemos visto, Hacienda piensa lo contrario. En los próximos
seis años, la economía seguirá más o menos las mismas pautas, el mismo rumbo y
el mismo ritmo. Los cambios, por lo menos en términos cuantitativos, serán
menores, como puede deducirse de la lectura del capítulo 4 de los Criterios.
Aunque se anota que las cifras se pueden ajustar cuando se presente el Plan
nacional de Desarrollo, por lo pronto se prevé una caída del gasto público a lo
largo del sexenio, incluyendo el programable y, lo más preocupante, en especial
el de inversión (que caería del 3% del PIB en 2018 hasta 2.3%).
Estas proyecciones quizás estén destinadas a tranquilizar a los
inversionistas del mercado financiero, tratando de demostrar que el gobierno
actuará responsablemente a lo largo de los seis años. O podría ser una forma de
darle tiempo al tiempo, confiando en que la realidad será más exitosa que los
proyectos plasmados en el papel. Pero también es posible que tengamos una
visión conservadora y excesivamente cautelosa por parte de los responsables de
la Secretaría de Hacienda. Ello querría decir que no saldremos de nuestras
principales desgracias: desigualdad, pobreza, malos empleos.
Lo anterior, me parece, debe llevarnos a una conclusión: la
estrategia tiene que fortalecerse con nuevas medidas, principalmente una nueva,
profunda y progresiva reforma fiscal. La oposición se ha dividido en su crítica
al paquete: unos dicen que se trata de un proyecto demasiado optimista sobre
todo en lo que se refiere al cálculo de los ingresos y el manejo de la deuda.
Otros recalcan que se ha quedado corto frente a las promesas de campaña. Se
trata en el primer caso de una apreciación equivocada y en el segundo de un
juicio parcial, pues no toman en cuenta los nuevos programas. Lo cierto, sin
embargo, es que los documentos de Hacienda dan pie tanto a la decepción como a
la esperanza.
Todos podemos equivocarnos, se dice comúnmente. En este caso,
esperemos que Hacienda lo haya hecho al calcular sus proyecciones a largo plazo.
Podría suceder también que, viendo que sus datos se confirman y las cosas no
cambian, acepte que el error está en el proyecto mismo y entonces se decida
cambiar la estrategia. Ya lo veremos en los próximos meses. Apenas estamos
empezando.
saulescobar.blogspot.com
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